Capítulo 7

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Año 1798.

Tanto Lord Orión como Ávalon pasean por las preciosas y exuberantes calles de una París llena de vida. La muchacha camina tranquilamente mirando los puestos en la calle donde los mercaderes exhiben sus mercancías. El bullicio inunda el ambiente y el aroma a pan recién hecho aflora desde las cafeterías. Para ella todo es nuevo, después de todo, no tiene apenas recuerdos.

— Pareces contenta.

— Es un lugar impresionante. ¿Esas son las ruinas de la Torre Eiffel? —la joven se detiene al ver las bigas de metal que formaban los cimientos de una de las mayores obras de arte del mundo—. He leído mucho de la historia humana durante estos meses. Madame Loren insistió en ello. ¿Es cierto que parte de la torre se encuentra en el Otro Lado?

— Sí, tengo entendido que, después de la gran explosión, se abrieron fisuras por múltiples lugares del país. París fue una de las más afectadas. Se abrieron tres brechas simultaneas y una de ellas se tragó más de la mitad de la torre.

— Debieron perderse muchas vidas.

— Demasiadas. Los humanos quedaron seriamente dañados, incluso con armas de destrucción masiva, fueron reducidos a un tercio de la población que eran.

Ávalon comprende que las cosas eran muy diferentes antes del Primer Choque y aunque habían pasado mil setecientos noventa y ocho años desde ese suceso, no debía olvidarse. Entender los errores que llevaron a esa gran tragedia, que marcó un principio y un final, evitaría que algo igual volviera a ocurrir.

— Los humanos hemos mejorado mucho, ¿no cree? Después de esos sucesos prácticamente tuvieron que reconstruir la civilización y gracias a él se pudo cambiar y mejorar. Fue como empezar de cero. Esa es la razón de que se empezará a decir la fecha según la cantidad de años que habían pasado desde el Primer Choque, ¿verdad?

— Sí. Pero a pesar de que los seres humanos han logrado cambiar y unirse más, esa unidad es extremadamente frágil —reconoce el hombre.

Lord Orión es consciente de que es el miedo y el odio a las bestias lo que realmente ha llegado a unirles. Pero, ¿qué pasaría si todas las bestias y todos los híbridos volvieran al lugar al que pertenecen? Sin un enemigo común, la humanidad se volvería a fragmentar y las guerras entre ellos regresarían como en el pasado. Eso es lo que cree firmemente. Al fin y al cabo, parece que esa es la naturaleza del ser humano.

— ¿A qué se refiere?

Ávalon no es capaz de comprenderlo y en parte es normal. Ella aún no ha visto lo mismo que él.

— La naturaleza del ser humano es más caótica de lo que parece a simple vista, la discordia está arraigada en sus entrañas.

— No es muy diferente a las bestias.

— Supongo.

Lord Bird no sabe muy bien que decir al respecto. No ve preparada a su joven pupila para todos los secretos que guarda ese mundo al que no está acostumbrada. Para ella todo es nuevo, como un bebe recién salido del vientre de su madre, no comprende la complejidad y la oscuridad que los humanos pueden tener en su interior. A veces más opaca que la de las bestias.

El paseo continua y la tarde pasa demasiado rápido. Las farolas brillan y las figuras comienzan a retirarse a sus hogares. Incluso en esos momentos que los ataques son casi anómalos, la gente continua temiendo la noche y la oscuridad. La pareja también procede a tomar el camino de regreso al hotel que llevan ocupando desde la tarde anterior. Sin querer tropieza con una figura sentada en el frío pavimento. Sorprendida mira hacia el suelo y observa al chico envuelto en una manta gris mugrienta. Su rostro, tapado por las telas, se mantiene oculto a la vista de los demás. Un escalofrío recorre su columna y el pelo de su nuca se eriza. Conoce esa sensación demasiado bien. Traga saliva y mira al Lord sin saber que hacer. Solo se ha encontrado con dos criaturas como él desde que está junto al noble.

Susurros del Bosque [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora