Año 1810.
Caminan por el pueblo y la gente los mira. Este lugar es lo suficientemente pequeño como para que casi todo el mundo se conozca. Ver a un extraño no suele gustarles y menos ahora que han habido tantos asesinatos.
— Mañana el señor Thomas, el forense, les dará los informes de las muertes. Es horrible lo que está pasando y rogamos que solucionen esto cuanto antes —dice el alcaide.
— Por supuesto —responde Lord Orión sin prestar atención.
— En estos casos en los que hay tantos asesinatos es mejor poner un toque de queda. A cierta hora de la noche ya no se podrá estar en la calle —menciona Cedrick.
— O por supuesto. Ya lo pusimos hace unos días. Al atardecer nadie puede circular por la calle —contesta el alcaide—. Las autoridades se han ido asegurándose, pero las muertes no cesan. Ya van diez personas.
— Lo entendemos —responde Avy.
Caminan hacia los barrios ricos, donde vive el alcaide y su familia y todos los hombres adinerados de este lugar. Una gran mansión sobresale entre las demás por su estilo gótico.
— Hace mucho que no la veía. Parece que la han conservado bien —murmura Lord Orion.
— Démonos prisa. Quiero descansar —comenta la joven.
Las puertas se abren y entra sin esperar a nadie. Mientras Lord Bird habla con el amo de llaves ella se dirige a la habitación más remota y escondida que hay, su dormitorio. Está en el ala norte y da al bosque. Posee las mejores vistas de las montañas y un tamaño semejante al dormitorio principal, que le pertenece al señor de la casa.
Los pasillos son largos y no es capaz de contar cuantas habitaciones hay. No había estado allí desde hacia más de diez años. De hecho, solo ha estado allí en una ocasión. Durante una de las peores noches de su vida fue allí donde curaron sus heridas, limpiaron su cuerpo y le dieron de comer, aunque luego lo vomito todo. Estar de nuevo allí le produce un sentimiento agridulce que no puede suprimir por mucho que lo intente.
Suspira y se detiene al llegar a la puerta. La abre y esta emite un sonido sordo a madera vieja. Observa su lecho enorme y el dosel que cae delicadamente a los lados. Pasa su mano por la manta suave de lana carmín. Los enormes cojines blancos con bordado de hilo negro ocupan casi todo el gran lecho. Se acerca a la ventana y mira un potro semejante al que tiene en Monte Blanco. Saca el libro de su bolsa y lo coloca allí. La luz de fuera da directamente sobre él.
— Muéstrame un mapa del bosque y del pueblo —murmura.
Al instante el libro se abre y las hojas comienzan a moverse a toda velocidad. Ese objeto, ese libro, posee una cantidad de información densa y casi infinita de todo lo que ocurre en su mundo. Aunque la gente en esos días lo consideraría como magia, no lo es. Lo cierto es que es un mecanismo, un vestigio de la tecnología que había antes del Primer Choque. Tan solo quedan cuatro y tres de ellos permanecen en la fortaleza del Rey Jorge III. Por la paz de los dos mundos se cedió uno de esos cuatro. Un libro que estaba en posesión de Lord Bird, la mano izquierda del Rey. Y que, éste puso en manos de la joven Phoenix.
Las hojas se detienen en una plana blanca donde se comienza a dibujar, como si hubiera un pincel invisible, los secretos del bosque. Se acerca y lo observa con curiosidad. Hay un pantano cerca de allí. Escondido entre la hilera de montañas. También hay un gran lago. De allí sacan el agua.
— Márcame los lugares donde fueron atacados los muertos —digo.
El libro reacciona ante el poder de sus palabras y marca diez diminutas cruces en diferentes sitios. En medio del pueblo, en el bosque, en el lago, en el pequeño puerto... muchos lugares diferentes y sin aparentemente algo en común. Pero aveces la vista te engaña. De eso soy muy consciente.
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Susurros del Bosque [#1]
Science Fiction> Una chica que no recuerda su pasado y solo ve un futuro oscuro para ella y para los que la acompañan. Un hombre que nadie sabe de dónde ha salido. Un chico que está empeñado en buscar una vida mejor para él y para su hermano. Una exprostituta busc...