Capítulo 8

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Año 1810.

— No es una opción —asegura el hombre con el ceño fruncido.

— Ni yo pienso discutirlo —responde la chica—. Yo no soy una posible víctima. ¡Él habló conmigo!

— ¿Y qué? También lo hizo Sam y por poco te mata. ¿O has olvidado la cicatriz en tu espalda y lo que significa? —le recuerda—. No todas las bestias son salvables. Una bestia que se dedica a matar día si y día también no puede ser una posibilidad, Ávalon.

— Ya lo sé. Pero no estabais en ese momento. No es como siempre, no es lo mismo que con Danyan o Palas. No sé como describirlo —responde la muchacha. Queda en silencio y luego vuelve a hablar más decidida—. Pudo matarme y no lo hizo. Se limitó a hablar conmigo, conversó. Eso es algo que hasta ahora ninguna Bestia ha hecho. Lord Orión, es diferente. Hay más encerrado aquí de lo que se ve a simple vista.

La mirada del castaño se suaviza y la desvía centrándola en las montañas que se ven por la ventana.

— ¿Cómo qué? —pregunta.

— No lo sé —responde ella imitando el gesto—. Pero una cosa es segura, Willow Grove es un pueblo maldito y de eso no tengo ninguna duda. Debe haber una razón para que esto esté pasando, siempre la hay.

— Espero que tengas razón —advierte el hombre—. De todas formas, será más seguro que no te despegues de Danyan. Se supone que está junto a ti por eso.

La chica no dice nada. Se queda en silencio esperando la siguiente pregunta. Lord Bird parece dudar de si formularla o no. Conociendo a la chica sabe que tratará cierto tema que abrirá una herida tan grande como el mismo océano.

— Ávalon, ¿recuerdas algo del día en que nos conocimos? —pregunta por fin.

La mirada perdida de Avy recorre todos los picos de las montañas. Lo recuerda todo. Todo de su primer día y de su primer recuerdo tras despertar con la mente completamente en blanco. Cada olor, el camino que recorrió desde el lugar donde despertó hasta el pueblo, cada rostro que vio durante la caminata; todo.

— Sí, solo lo que ocurrió ese día. Parece que mi estancia aquí revive viejas heridas.

Sus labios forman una mueca y le da la espalda al hombre dispuesta a irse. Su conversación ha terminado por completo.

— Ávalon, no los mates. No aún.

Sus palabras no son una orden sino una petición. Si la joven decide acabar con sus vidas nada podrá detenerla. Pero no es el momento y, tanto él como ella, lo saben bien.

Fuerza una sonrisa y se limita a seguir por su camino. Lo que pasó aquél día se lo cobrará a todos, pero eso pasará llegado el momento. Hasta entonces tendrá que mantener la compostura.

Al salir del despacho se dirige de nuevo a su habitación. Sus pasos firmes resuenan en el pasillo y el leve repiqueteo de sus zapatos se pierde en la multitud de caminos por la mansión.

— Avy —la llama Cedrick. Parece salir de la Biblioteca—. ¿Estás bien?

Él está preocupado. Todos lo están. La pelirroja ha vuelto al lugar de sus pesadillas, ha encontrado a uno de los monstruos que la han estado atormentado durante años y encima ha tenido que encarar a una bestia que podría acabar con ella en un pestañeo. Y, todo eso, en dos días.

— No te preocupes por mí, concéntrate en resolver los misterios de este pueblo —responde seca—. Dios sabe cuántas vidas dependen de eso.

Sin decir nada más, sigue su camino para poder encerrarse en las cuatro paredes que forman su habitación. Ella levanta los ojos y observa el bosque tan oscuro como terrorífico. Se acerca a su mesa y sirve un whisky en una copa. El alcohol nunca ha sido algo que le guste pero en estos momentos lo necesita con urgencia. Se sienta en el escritorio y observa la carpeta a su lado. Inspira profundamente y bebe un largo trago de ese líquido tan fuerte para calmar su estado nervioso. Quema su garganta, irrita su estómago y le proporciona un calor intenso por todo su cuerpo. Agarra los documentos y los deja sobre su regazo para comenzar a analizarlos detalladamente.

Susurros del Bosque [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora