Capítulo 10

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Año 1810.

A pesar de las quejas, que sabe que Lord Orion pronunciaría si ella le hubiera contado su plan para adentrarse en el oscuro bosque, Ávalon cabalga seguida de dos jinetes por la espesura del lugar. Ya llevan horas con su excursión y por fin están más cerca de los pinos que van buscando.

— ¿Hacia dónde vamos? —pregunta Sasha.

— Solo sígueme —dice segura Avy—. Es difícil de explicar.

Agarra con fuerza las riendas y acelera el paso todo lo que el caballo puede sin salir herido. A lo lejos ve un saliente y, tras él, una gran y profunda garganta que se hunde creando un valle. Aprieta los dientes y detiene el paso al instante. Observa el acantilado por el que habría caído si no hubiera frenado. Las montañas negras y las aguas grises, del arroyo que recorren el interior de la garganta, crean un paisaje oscuro y desolador.

— Debe haber un puente por aquí —dice Danyan deteniéndose a su lado.

— Lo hay —responde ella segura—. A unos doscientos metros más arriba. La garganta se estrecha y por allí cuelga un puente algo viejo y gastado.

— ¿Cómo lo sabes? —pregunta la rubia.

— Yo ya he estado aquí —responde sin más—. Hace mucho tiempo.

Ninguno de sus dos acompañantes dice nada. Ninguno se atreve a pronunciar palabra ante el silencio profundo que parece acompañar a cualquier pequeña mención sobre el pasado de la joven. El pasado antes de conocerlos y rescatarlos del destino cruel que les perseguía, tal y como, persigue a todos los que comparten su maldición de sangre mixta, de híbridos.

Ávalon sigue avanzando a medida que siente que su mente se va hundiendo en un recuerdo tormentoso y, a la vez, desconcertante. Sus ojos esmeralda contemplan la vegetación sin vida y llena de colores opacos propios del invierno. A su vez, parece verla llena de colores vivos y fascinantes más propios de primavera verano.

—Tras el puente llegaremos a la Sierra de Ebrón —murmura.

Al cabo de un rato llegan a la zona donde la garganta es menos abierta y da paso a un puente algo viejo y raído por las termitas. Avy baja del caballo y lo ata a un árbol fuerte esperando que no logre soltarse. Recoloca la capucha blanca y sacude el vestido que tanto la irrita por no dejarle libertad de movimiento. Los otros dos jinetes la imitan y es Danyan quien avanza para comprobar la seguridad del puente.

— Parece que se vaya a caer en cualquier momento, ¿no hay otro camino? —pregunta.

— No, este es el más rápido —reconoce—. Podríamos hacer un rodeo pero eso nos llevaría todo el día y, al anochecer, debemos estar en el pueblo para que Lord Orión no se percate de lo que ha pasado.

— Iremos de uno en uno —sugiere Sasha—. Así será menos peligroso.

— Iré primero —murmura el muchacho no muy convencido.

Observa el precipicio que se abre entre sus piernas y no puede evitar tragar saliva.

— ¿Estás bien? —pregunta Avy.

— No me gustan las alturas, eso es todo.

— No sabía que el fuerte y peligroso asesino temiera a algo —se burla Sasha—. No seas crío y hazlo de una vez.

Danyan la fulmina con la mirada y comienza a dar pasos pausados. Se asegura de que donde pisa es seguro. Algo de polvo cae con cada pisada que da, amenazando con derrumbar el puente en el más mínimo movimiento. Aún así, el joven logra llegar a la otra orilla sin contratiempos.

Susurros del Bosque [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora