EL señor Frank Churchill no se presentó. Cuando el tiempo señalado se fue
acercando, los temores de la señora Weston se vieron justificados con la llegada
de una carta de excusa. Por el momento, «con gran pesar y contrariedad por su
parte», le era imposible visitarles; pero «confiaba en que más adelante, al cabo
de no mucho tiempo, pudiera ir a Randalls».
La señora Weston tuvo un gran disgusto... de hecho un disgusto mucho mayor que el de su esposo,
a pesar de que siempre joven; pero los temperamentos
muy vehementes, aun cuando siempre ponen demasiadas esperanzas en el
futuro, no siempre al sentirse defraudados experimentan una depresión de
ánimo proporcionada a sus ilusiones fallidas. Pronto se olvidan de su decepción,
había tenido mucha menos confianza. que él en llegar a ver al y vuelven a
alimentar nuevas esperanzas. El señor Weston permaneció desconcertado y
apenado durante media hora; pero luego empezó a pensar que si Frank les
visitaba al cabo de dos o tres meses todo sería mejor; la estación del año sería
mejor y el tiempo también; y que, sin ninguna clase de dudas, entonces podría
quedarse con ellos mucho más tiempo que si hubiese venido por enero.
Tales pensamientos le devolvieron rápidamente el buen humor, mientras que
la señora Weston, que tendía más a la desconfianza, sólo preveía nuevas
disculpas y nuevos aplazamientos; y además de la preocupación que sentía por
lo que su esposo iba a sufrir, sufría también mucho más por ella misma.
En aquellos días Emma no estaba en disposición de preocuparse demasiado
porque el señor Frank Churchill aplazara su visita, a no ser por la contrariedad
que ello causaba en Randalls. Ahora no tenía ningún interés especial en
conocerle. Prefería estar tranquila y alejarse de la tentación; pero, a pesar de
esto, como prefería mostrarse delante de todos como si nada hubiese ocurrido,
no dejó de manifestar tanto interés por el hecho, y de intentar aliviar la decepción
de los Weston, como debía corresponder a la amistad que les unía.
Ella fue la primera en anunciarlo al señor Knightley; y se lamentó todo lo que
era de esperar (o tal vez, por estar fingiendo, algo más de lo que era de esperar)
el proceder de los Churchill, al retener al joven con ellos. Luego hizo una serie
de comentarios en los que puso más interés del que en realidad sentía acerca
de lo beneficioso que sería la incorporación de un joven como él a una sociedad
tan limitada como la del condado de Surrey; la ilusión que produciría el ver una
cara nueva; la fiesta que sería para todo Highbury su sola presencia; y terminó
haciendo nuevas reflexiones sobre los Churchill, lo cual le llevó a disentir
abiertamente de la opinión del señor Knightley; y con íntimo regocijo por su parte
