Vigor

98 7 6
                                    

Reposaba sentado sobre el viejo, desgastado, pero no menos imponente, trono. Había permanecido en él durante las últimas horas, sin pegar si quiera una pestaña. No estaba ansioso, por el contrario, nervioso. Si bien sus pisadas hacían temblar la tierra al mínimo contacto, y a pesar de que su mirada era capaz de hacer al hombre más fuerte redimirse ante su presencia, un escalofrío recorría su cuerpo al pensar que se acercaba el final. Es que, aún siendo el gladiador más temido de su generación, su rostro palidecía, sus manos temblaban, y el sudor aumentaba ante la burda idea de caer frente a su oponente; alguien menos corpulento, menos violento, pero sin embargo, más intrépido. No obstante, él era mucho más que músculos, también contaba con sabiduría en su mente. Por esa razón, la cautela sería la clave para destruir a su adversario. Sin embargo, el temor era latente, aún siendo un poderoso emperador; ¡el antagonista de la época! sentía como el silbido del viento entonaba una melodía funesta. Desasosiego para él, esperanza para el pueblo.

DisrupciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora