Esquizofrenia

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Una vez más las noticias empapan las pantallas de cada uno de los televisores en casa, en la ciudad; el país. Los enfrentamientos han colapsado el sistema en el que acostumbrábamos a vivir. Lo que más temían las autoridades, llegó en el corto plazo, pues, los cimientos de esta sociedad fueron construidos desde el principio, sobre una base no tan sólida. Hoy, como los medios indican, nos hemos levantado, se ha encendido la llama de la revolución, y no existe fuerza alguna que detenga lo que casi por instinto empezamos.

Reconozco, que en un principio opté por aislarme de toda la situación, sin embargo, casi a diario veía a los míos sumarse, unos tras otros. No fue sino hasta que mi mejor amigo fue herido en uno de los tantos encuentros con la fuerza pública, que decidí formar parte del levantamiento. Sin tener conocimiento alguno de cuál era la causa o el motivo de tanto escándalo. Solo la fuerza del interior incitándome a la unión. Y esos ecos infinitos, provenientes desde algún sitio en el infinito de esta atrofiada mente, repitiendo día a día, casi como si se tratase de una canción, la misma estrofa: levántate y enfrenta.

Más tarde, comprendí que existían un sin número de engaños, errores, y robos perpetuados por las mismas cabezas del país. Los periodistas no estaban alejados de la realidad que retrataban, pero no era suficiente. De alguna manera lograban mostrar la existencia de un raro equilibrio en un escenario cada vez más desproporcionado. Fue así, como mis ojos empezaron a ver más allá de lo visible. Descubrí lo persistente que se había tornado la opresión por estos días, el destino nefasto de promesas que nunca llegarían. Ante todo esto, reflexionaba, y así estuve durante meses. Hasta que llegó un momento en el que decidí acercarme en un modo distinto. Tenía hambre y sed de justicia. Buscaba respuestas. Quería ser el líder que marcara el cambio. Y así fue. Avanzados unos meses, me di cuenta del poder que tenía para influir en las personas, en cómo podía convencerlos de que no podían estar ausentes del conflicto. Casi como un triunfo personal, fui formando grupos; crecimos en número, hasta que logré ser conocido entre los ya existentes. Pero para ellos no era más que un revolucionario sin dirección, un peleador de pantalla; un anarquista del siglo XXI.

El tiempo continuó pasando, como era de esperar, caí varias veces preso, otras tantas fui golpeado, y en incontables ocasiones, herido por defender a otros. En esos momentos estuve dispuesto a cualquier cosa. Después de todo, un revolucionario no puede llamarse como tal, sino está dispuesto a morir por la causa que pelea. Y en este escenario eran muchas. Sin embargo, hay cosas que parecen insuficientes para el ojo del resto de las personas. A pesar de mis éxitos, hubo quienes no estuvieron de acuerdo con mis métodos, pues, según ellos, desconocía el cuerpo. Otros defendían mi posición bajo el término de "impulsor". Estaba por fin, viviendo lo que por tanto había esperado.

No estaba solo. El mundo se tejía con mis manos, daba forma, guiaba. Mi voz era escuchada en el más profundo silencio. Las personas vitoreaban cada palabra que pronunciaba. En sus ojos apreciaba el brillo de una fuerza indomable asomándose con furia. El cambio estaba próximo. Marchábamos hacia un mismo punto. No obstante, como ocurre en todo gran movimiento, existe algo o alguien que súbitamente rompe el esquema de lo que pudiste estar puliendo durante siglos.

El poder convierte a las personas, las ciega frente a sus debilidades. Una vieja amiga, de un pasado casi fantasmagórico, lejos de todo hecho por el que había estado peleando, apareció sin más. No tuve tiempo para reaccionar, ni percatarme de cuáles eran sus intenciones. Como cualquier mortal, dejé que su encanto me atrapara, deslumbrara y encerrara en un mundo más pequeño, donde éramos solo ella y yo. Así es como mi trabajo, el gran avance que estaba dando sentido a las cosas, se fue desmoronando frente a mis ojos. La desolación tomó mi mente, la tristeza y el odio mi corazón, más la confusión, mi esencia completa.

Agonía, era su nombre. A ella le encantaba jugar conmigo de vez en cuando. Logró separarme de todo lo que se hallaba en mi entorno, sin miramiento alguno, quebró el balance, jugó con el equilibrio y lanzó cadenas de ira que me atarían a un universo imaginario. Por las noches, las voces que una vez dieron calma, ahora me atormentaban. El sigilo de las sombras al desplazarse por mi habitación, no quedaba ausente del hecho. Se posaban frente a mí, y reían. Se mofaban de la decadencia de este revolucionario. Pero ahí estaba Agonía, presente, cobijándome, acariciándome, y haciendo que jugara en la delgada línea entre la cordura y la locura.

En efecto, el poder me cegó. Creí que lograr objetivos paralelos a mi vida, ocultarían lo que hasta mucho antes, fui. No pude estar más equivocado. Agonía aprovechó esos instantes vacíos, donde mi presencia no le hacía frente, pero envolverme en totalidad entre sus brazos. Lo peor en todo esto, es que mi voz ya no resuena entre las enormes filas de personas que antes guiaba, solo lo hace en lo más interno de mi mente.

En cierta forma, creo que los otros líderes estaban en lo cierto, pues, solo fui un anarquista del siglo XXI, un revolucionario de pantalla, no pude opacar las voces del frente contrario, ni menos vencer en la batalla, pero, ¿dónde están todas esas personas que alguna vez sintieron acogida en mis palabras? ¿Dónde fueron a parar todos esos seguidores? Quizás, nunca existió un conflicto, posiblemente siempre estuve en el mismo lugar, pues poco recuerdo del exterior, y las imágenes son difusas en mi mente. Tal vez, Agonía tenía razón. Jamás estuve cerca del éxito, ni a pasos de lograrlo. A lo mejor, lo que ellos dicen fuera de las puertas de esta habitación es cierto. Seguramente, todo ocurrió dentro de mi mente, mi realidad no fue sino, un holograma de lo que Agonía, en su venganza, quiso mostrarme ¡Vaya regalo!

¡Qué vida más triste! Ni el deseo más profundo, ni el sentimiento más frágil como motor de lo humano, pudo salvar a este supuesto revolucionario. Ellos me advirtieron, soy consciente de mi error. Ahora, dentro de estas cuatro paredes, se construye mi nuevo mundo; el otro universo. Donde se frena el tiempo, donde el espacio se multiplica; en el que la muerte se detiene, aquí y solo aquí reposa mi cuerpo, pues, Ellos me han dicho que no existe nada que en el exterior pueda salvarme. Supongo, de ese modo, que el rechazo es una constante que me mantiene vivo, y volverá en algún momento a despertar el animal descontrolado hambriento por revolucionar, y Agonía, en sus celos nuevamente sucumbirá, me buscará, hasta hacer que cada parte de mí se consuma. Es algo que inevitablemente ocurrirá. Ellos me advirtieron. Ellos no me condenaron, pues sabían muy bien, que la esquizofrenia eventualmente vencería. A tal punto en el que ni vestigios de lo que una vez fui, serían reconocibles en el futuro. Según sus propias palabras, la única revolución que lideré, estuvo todo el tiempo en lo que los psiquiatras llaman inconsciente. Sé que en el corto plazo, pasaré a ser parte de las mismas sombras que por las noches, irónicamente, mis ojos visualizan, aún, cuando la oscuridad era total.







Nota: Originalmente titulado como "Decadencia de un revolucionario" 

Saludos Wattpadders. Espero que disfruten la lectura. 

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