Disrupción

Mescalina

Despierto de súbito ¿habrá sido la alarma del móvil o lo real de mi caída en la pesadilla? Me cuestiono por unos segundos, antes de reincorporarme y volver tambaleante a mi cama.

Dejo reposar mi cabeza sobre la almohada mientras contemplo las luces nocturnas del exterior atravesando la ventana. Impávido ante la simpleza de la escena, me pregunto, ¿serán las luces del Gran Santiago, de la gran capital alzándose en la noche? O bien, ¿se tratará de un paraje previo a la muerte? De ser así, es más pleno de cómo lo imaginaba.

Paseo mi vista por el lugar; está abarrotado de colores, si hasta, pareciera como si el edifico entero estuviese en movimiento. Cierro mis ojos y empiezo a sentirme somnoliento... ¿lo estaré imaginando? El universo me rodea, veo nacer estrellas, viajo a través de galaxias; es una explosión prismática desbordante de matices infinitos.

De improviso, vuelvo en sí; una fuerza absorbente, como si se tratara de una succión, me sacude hasta abrir mis ojos. Mi cuerpo está entumecido, el sudor se desliza con sigilo por mi cuerpo, como si se tratara de una serpiente arrastrándose a su presa. Interrumpo su recorrido con mis dedos, acerco mi mano hasta alcanzar una altura adecuada de encuentro con mis ojos. La observo. La temperatura corporal actual debe ser bastante, pues, inquieta, la gota me advierte que continuará su recorrido. Tras unos segundos, ya no diviso una gota en bruto, sino además, comprendo la molécula que visualizo; aguzo aún más mi vista, la fuerzo a tal nivel, como si tratase de hacer un zoom con ella. Poco a poco lo consigo; ¡qué hermoso cristal, veo ahora!

Dejo caer mi mano sobre la cama. Sonrío. He logrado percibir el tesoro del universo, el resultado de millones de años de evolución; ¡atravesar las puertas de la percepción! Por fin, comprendo mi condición de ser humano. Con esa idea en mente, voy cerrando mis ojos, esperando continuar el viaje en mis sueños y por qué no, más allá de la realidad.