Tres

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   Una semana después, Harry, Hermione, los Weasley y yo, nos encontrábamos desayunando y narrando acontecimientos del curso pasado. La señora Weasley iba de un lado a otro, buscando cosas que, tal vez, Ron podría necesitar.

   Salimos de la casa arrastrando cada quien su baúl, con un poco de dificultad. Metimos todos en el maletero del auto y entramos en él, un poco apretados, ya que Crookshanks, Errol y Browkey iban en nuestras piernas.

   Llegamos a la estación de King's Cross, bajamos todas nuestras cosas y las pusimos en un carrito para cada uno. Faltaban diez minutos para que el tren partiera, teníamos el tiempo exacto para pasar por el anden nueve y tres cuartos, subir al expreso y encontrar un lugar para sentarnos todos juntos.

   Corriendo como alma que lleva el diablo, nos dirigimos hacia el andén y, después de Ron y Hermione, entré yo. La sensación de que en algún momento iba a chocar contra aquél muro, seguía presente como la primera vez que pasé por ahí. Cerré los ojos, como esperando el momento del impacto, pero jamás llegó. En cuanto supe que lo había atravesado sin problemas, abrí los ojos y mi pulso fue regularizándose cuando vi el tren escarlata frente a mí.

   Regresé a la realidad y fui directo donde los chicos. Entramos al vagón y el señor Weasley llamó a Ron por la ventanilla. Le pidió que cuidara a Ginny, quien no se encontraba con nosotros por estar con algunas de las amigas de su grado.

   Después de varios minutos de despedidas, el humo del tren hizo su aparición y partimos con dirección a Hogwarts.

   Como de costumbre, hablábamos de cosas sin sentido hasta que Hermione y Ron se pusieron de pie y salieron del compartimiento. Eran prefectos y como tal, debían estar con los demás.

   El ambiente cambió por completo, Harry y yo nos quedamos en silencio por un momento hasta que recordé que tenía algunas ranas de chocolate en mi bolso.

   —¿Quieres una? —ofrecí mientras sacaba las golosinas.

   —Gracias.

   Estiré mi mano abierta para que tomará la pequeña cajita y, cuando estaba a punto de hacerlo, Malfoy, mi peor pesadilla, iba caminando por el pasillo.

   —No sé qué es peor, si un traidor a la sangre —dijo, refiriéndose a Harry—, o un sangre sucia como tú, Dashwood.

   —Cierra la boca, Malfoy —Mi amigo me defendió.

   —No te hablé a ti, Potter. ¿Qué, te tienen que defender tus amiguitos, Blake? ¿No puedes tú sola? —soltó una risotada y salió de ahí.

   —Tú te lo buscaste —Harry y saltó de su asiento, causando que Draco partiera más rápidamente.

   —No, Harry. Está bien. Solo ignóralo, igual que yo.

   No muy convencido, asintió y dejamos el tema de lado, iniciando un pequeño debate acerca de como estaría conformado Gryffindor esta vez en Quiddich. Al parecer, no fue muy de su agrado mi decisión de dejar el equipo por el pequeño accidente con la bludger el curso pasado.

   Después de varias súplicas y argumentos, me convenció de seguir en él. Aunque, me costaría un poco de trabajo volver a subir a una escoba sin tener por mi vida… o mi nariz, como mínimo.

   Temas diversos, risas y golpes en el hombro de Harry, inundaron el ambiente. No sabía cuanto extrañaba a este chico. Era divertido e inteligente; era el mejor amigo que cualquier persona pudiera tener.

   Afuera, la vista se tornaba de un tono oscuro, el cielo nocturno, salpicado de estrellas brillantes era hermoso. Lo admiramos por la ventanilla un momento hasta que a lo lejos, se distinguió un enorme castillo con torres de diversos tamaños. Mi corazón comenzó a palpitar como la primera vez que lo vi. Estaba segura de que era hermoso a la vista de cualquiera. Mi segundo hogar: Hogwarts.

   Nos pusimos el uniforme y ayudé a mi amigo a hacer el nudo de su corbata después de varios intentos fallidos por parte suya de acomodarla correctamente.

   Minutos despues, el tren se detuvo y nos dieron la indicación de bajar. Harry y yo caminamos por todo el pasillo hasta dar con la puerta y salimos. Ron esperaba, recargado en el expreso con las manos en sus bolsillos. En cuanto nos vio, giró y nos saludó a ambos, preguntando si no habíamos visto a Hermione. Segundos después, ella, Ginny y Luna se acercaron a nosotros y todos saludamos a nuestra amiga de cabello rubio.

   Nos dirigimos a los carruajes y nos montamos en uno. Dean Thomas, corría esperando llegar con nosotros, y cuando lo hizo, jadeando por el cansancio, subió y se sentó junto a Ron.

   El carruaje comenzó a andar y las pequeñas anécdotas del verano fluyeron como si de agua se tratara. Luna era muy divertida, me la pasaba muy bien estado con ella, tenía muchísimos temas interesantes sobre los cuales hablar, aunque no entiendiera la mayoría de ellos.

   Unos a uno, fueron bajando del carruaje y cuando llegó mi turno, Harry me tendió una mano para ayudarme.

   Caminamos hacia la entrada del castillo y con cada paso, se veía más grande e imponente de cómo lo recordaba.

   Era emocionante estar aquí de nuevo, envuelta por esos tan acogedores muros con retratos parlanchines. Sin mencionar que la comida era lo mejor del mundo.

   Directamente entramos al gran comedor y todos tomamos asiento en la mesa de nuestras respectivas casas.

   Ahí ya estaban Seamus y Neville, quienes nos saludaron muy amistosamente a todos. Hablábamos de como nos había ido en las vacaciones, hasta que la voz del director silenció a todo el comedor.

   —Bienvenidos, bienvenidos sean todos a otro año en Hogwarts. Como sabrán todos, antes de poder deleitarnos con la exquisita cena, la ceremonia de selección se llevará a cabo. Profesora McGonagall, por favor…


🐍⚡🐍⚡🐍

Hola, aquí está el capítulo tres.
Quiero decir que no sabía si seguir escribiendo aquí, ya que no había gente que leyera, pero veo que ya llegaron lectoras y eso me tiene muy feliz. (:

¡Pregunta! ¿De qué casa son? Yo, soy Slytherin. ^^/

–B.

not a mudblood » d.m.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora