Yo nunca.

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Yo nunca...

Mangel.

Eran las 9 de la noche, y seguía intentando averiguar cómo narices habíamos terminado aquí, en el descampado que había cerca de la casa de Chetto, con cuatro botellas del alcohol, cuando yo lo único que tenía planeado en mi día era salir en una cita con Laura. Pero claro, me encontré con Rubencio, -síahora eramos... amigos, pero me gustaba ponerle sobrenombres- y todo cambió en cuestión de segundos ya que luego apareció Alex de la nada, quien no dejaba a Rubén ni respirar, y no, no me molestaba... bueno, quizá solo un poco; para luego ser seguido de Chetto.

Laura me había dicho a lo largo del día, como treinta veces, que quería irse a casa porque ella quería estar conmigo, a solas, no rodeada de subnormales que querían beber sin ceras. La entendía, pero la mayor parte de mí, quería quedarse aquí. Así que ella también se quedó, alegando que en verdad le daba igual. No la creía, y es que por la mirada que le echó a Rubén, juraría que pasaba algo.

Y aquí estábamos, sentados en el suelo, rodeado de piedras, hierbas, y en una explanada que olía fatal, con alcohol, y sin saber cómo había pasado el día.

—Juguemos a algo.—La voz de Alex me asustó, y es que estaba tan concentrado en mirarlo a él y a Rubén, quienes estaban riendo juntos, que cuando me habló a mi, casi pego un brinco. Laura seguía cogiendome de la mano.

—Uy, eso no suena...—Chetto interrumpió al rubio, quien llegó haciendo el subnormal, rodando por el suelo.

—A verdah o reto.— Sugirió, y todo se quedó en silencio, seguramente meditando la petición.

Panda, Willy y Estefania, quienes habían sido invitados por el barbudo de mi amigo, negaron, nada convencidos. Eva y Carlos, invitados por Alex, simplemente se encogieron de hombros. Nosotros simplemente hicimos silencio.

—¡Juguemos al “Yo nunca"— La voz provenía de una chica pelirroja que no había conseguido recordar su nombre. Ahora todos estaban más motivados al escuchar ese nombre, y la mayoría asintieron. No pude evitar voltearme a Rubén quien sonreía y se dejaba llevar por algo de emoción. O quizá la primera copa ya le estaba haciendo efecto.

Laura me obligo a volverme a ella y me sonrió. Supuse que también estaba de acuerdo y jugaría.

Pregunté de qué se trataba, y como parecía ser el único gilipollas que no sabia qué era, más que nada porque todos me miraron y se burlaron, Willy -Guillermo- me lo explicó. Era fácil y básico. Alguien decía algo que había hecho, por ejemplo “Yo nunca he saltado desde un trampolín", y si lo habías hecho, bebías el vaso completo -que solo estaba relleno una cuarta- completo. Carcajeé y asentí repetidas veces, totalmente entusiasmado.

Empezó la chica pelirroja, quien lo pensó por unos minutos.

—Yo nunca...—Nos miró a todos nosotros.— Me he emborrachado hasta vomitar. —Rodé los ojos porque la mayoría bebimos. Éramos unos borrachos subnormales. Solo Laura, Eva, Willy, y Carlos no bebieron.

Le tocó a Chetto. Y lo tuvo claro desde el primer segundo.

—Yo nunca he comido palomitas dulces.—No pude evitarlo y acabé escupiendo la bebida cuando escuché su voz repetida en mi cabeza, y es que Chetto, desde que nos conocemos, se rehusaba a probar las putas palomitas de maíz, poniendo como excusa que quería ser un muchacho atípico y presumir de ello. Yo jamas le dije que eso era lo más gilipollas que había escuchado en mi vida, porque esas son las cosas que hacen los amigos, ¿no?.

Ahora era el turno de Laura, y sus palabras me sorprendieron demasiado.

—Yo nunca... Yo nunca me he enamorado.—Lo que dijo en sí no era raro, pero que con cada palabra su mirada se fijara aún más en mí me puso nervioso. No, eso era poco.

No bebí, porque nunca me había enamorado. Había experimentado lo que era querer a alguien, que me gustase alguien, incluso la atracción momentánea que acababa en una noche y nada más, pero jamás el enamoramiento.

Rubén había bebido, y me costó admitir que ese simple gesto me había alterado.

Estefania fue la siguiente.

—Yo nunca he saltado en paracaídas.—Nadie bebió, pero estaba seguro de que más de uno lo estábamos deseando.

El siguiente fue él. Torció su gesto, en lo que me negué absolutamente a admitir que era, en un seductor mohín.

—Yo nunca... he tenido sexo anal.—Y segundos después, todo fueron carcajadas. Miré fijamente a Willy, quien había bebido. ¿Él era gay? No dije nada, puesto que nadie le prestó atención. Solo una chica bebió, y todos dijimos algo como: ¡Hala! o Wow.

Ahora era mi turno. Pero antes de que pudiese decir nada, algunos se salieron de la partida, asegurando que ya habían bebido demasiado. Solo quedemos Rubén, Chetto, Estefania, Carlos y Alex. Los demás se alejaron un poco, sentándose a hablar. Laura me sonrió y besó mi mejilla antes de marcharse. No me molestó, incluso se me hizo tierno, pero se sintió fuera de lugar.

Finalmente, hablé.

— Yo nunca... he pensado que alguien de mi mismo sexo es... atractivo.— Y mentí, porque  sí que había alguien de mi mismo sexo que me parecía... guapo, pero necesitaba saber quién bebía ante ello. Además, engañarse un poco a uno mismo, no hace demasiado daño, ¿no?.

Cuando solo Chetto no bebió todos volvimos a reírnos. Quizá si estábamos algo pasados, pero no importaba, porque era increíblemente divertido.

Intenté no darle importancia al que Rubén bebiera, de verdad, pero no pude. Y lo miré fijamente. Él me miró de vuelta, como si se hubiese sentido observado por mí, y así nos quedemos.

Yo mirándolo y él mirándome.

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WAAAA!!!! SALSEITO!!!! Han acabado como los borrachos -es broma *0*- de fiesta en medio de un descampado, y por supuesto que tenía que meter visitas interesantes, ¿qué clase de amante del salseo sería si no lo hiciese?

¿Les ha gustado? ¿Tienen ganas de leer el siguiente?

¡Nos vemos, estrellitas! ♥

(Acabo de actualizarlo, porque tenia algunos errores, y es que lo escribí a las dos o tres de la madrugada xD)

Del odio a algo más. (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora