Llaves.

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Rubén.


No fue hasta que lleguemos a la mitad del camino que agité la mano de Mangel intentando llamar su atención, necesitado de conversación o alguna manera de alejar todos los pensamientos que vagaban por mi mente, revoloteando y despertando preguntas que, verdaderamente, necesitaba que permanecieran ocultas.


-¿Me odias?- La pregunta acudió a mis labios mucho antes de que pasase por mi cerebro. Aparté mi mirada automáticamente de él, como si quemase, y miré al cielo aún asumiendo el riesgo de caerme.  Aunque una parte de mí sabía que Mangel no me dejaría caer. 

-¿Qué diceh?- Tiró de mi mano y me hizo mirarlo. Su mano transmitía una calor que hacía explosionar cosas extrañas en mí, cosas que de verdad quería alejar. Y es que había detestado a este hombre desde que puso un píe en BGames, lo detesté por su acento peculiar, por su forma de llamar mi atención, por la forma en la que Laura se fijó en él, lo odié. Lo odié por varios segundos... pero después fue protección. Protección para mí mismo. Así que me alejaba de él, poniendo como excusa una aborreción surgida de la nada. Cosa que ahora, dadas las circunstancias de una obra gay que debíamos protagonizar codo con codo y una amistad que... rozaba extraños límites, no podía volver a poner como velo entre Miguel y yo.- ¿Por qué te iba a odiah?

-¡Rompiste mi nariz, capullo!- Grité, apretando su mano en un mero gesto infantil, aludiendo a mi trauma de nuestro primer contacto.- Cuando le pegas a alguien, sueles...- Soltó una suave risa e interrumpió mi nervioso monologo.

-Eso fue porque fuihte un imbécil, Rubiuh...- Me miró fijamente, preguntándome con el brillo de sus oscuros ojos, si ese comentario me había molestado. ¿Por qué debería? Era verdad. Había sido un imbécil, y a veces lo sigo siendo, cuando del hombre que camina a mi lado se trata. Fue, es y será un terreno desconocido para mí todo lo que él es capaz de producir en mí con tan solo... siendo Mangel.

-¿Entonces no lo haces?- Veía el coche de Chetto a lo lejos, y volví al mundo real de un tirón. Con los pies golpeando el cemento, de forma dolorosa. Un mundo donde,  '¿oh, vamos, qué significaba esto?'; y con pesar a la vez que un pequeño alivio, solté la mano de Mangel suavemente, deseando que no se sintiese herido.

-No.- Respondió sin dudar un segundo.-¿Ya no tieneh frío?- Preguntó en un susurro, mirando mi mano distanciada de la suya.

-No.- Aceleré un poco el paso y llegué hasta el automóvil negro mal aparcado de nuestro amigo el barbudo. Y justo en ese momento, en ese instante, supe que ambos éramos sumamente idiotas, pero sin comparación alguna.- Mangel, dime por favor que tienes las llaves del coche.

Un silencio incómodo e innecesario nos abrazó, haciéndonos suspirar a ambos con desesperación. 

Éramos idiotas, porque no teníamos las llaves. Éramos idiotas. Mangel era idiota por coger mi mano, por hacerme sentir bien. Mangel era idiota porque él solo estaba siendo amable conmigo, un buen amigo y yo lo estaba mal interpretado todo, cuando ni siquiera quería mal pensarlo. Yo era idiota. Era idiota por sentir celos irracionales y basados en nada, de Laura. Era idiota por dejarme llevar por Mangel.


¡Todos eran gilipollas!


Pero Chetto más, por no darnos sus putas llaves.


-Tenemos que volver.


¿Y ahora qué íbamos a decir? Supuestamente estábamos tardando tanto por buscar la botella, y ahora ni siquiera teníamos las llaves.


-Sí, mejoh será.


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Llevo casi un mes y medio totalmente desaparecida, lo sé. ¡Lo siento mucho! En las fiestas he estado fuera de mi casa, sin ordenador ni comunicación, por lo que no he podido aparecer (Feliz Navidad y Feliz Año, con retraso ♥). 

Ahora intentaré estar un poco-mucho más por aquí, aunque los estudios me ahogan.


Espero que les haya gustado el capítulo :)

¡Les quiero! ♥








Del odio a algo más. (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora