Mirada.

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Mirada.

Si tuviese que describir en una palabra a Mangel, sería gilipollas. Así, con cada letra en mayúscula. Porque entre el susto que casi me ocasiona un infarto al corazón –él sabe que soy la persona más asustadiza -, y su forma de cerrar la puerta, lentamente, haciendo que chirríe como en una auténtica película de horror, parece idiota.

Aunque... la palabra real, quizá sería, intenso. Único. Increíble.

Estamos rodeados de silencio, que baila entre nosotros. Mangel me mira a mí y yo lo miro a él, eso es lo único que hacemos. Porque ni puedo, ni quiero moverme. Su mirada recorriendo mi cuerpo, prácticamente solo en ropa interior, me pone nervioso, hormigueando por toda aquella parte que Mangel mira.

—¿Quieres tomar una foto? Puede que te dure más si solo... te quedas ahí, mirándome.

Y el silencio volvió, sin que pudiese hacer nada en contra de él, pues por más que había hablado, solo parecía haberlo empeorado todo, ya que Mangel ni siquiera me había escuchado, cayendo mis palabras en una bolsa y quedándose allí para siempre. ¿Él miraba a todo el mundo así? ¿Le hacía sentir de esta manera a todo aquel que miraba? ¿Por eso Laura estaba detrás de él? ¿Por esa manera de mirar tan intensa que te hace sentir la persona más única y especial en el planeta?

—¿Todo bien, Mangel?— Hablé, ahora sí acercándome a él, y es que tenía la urgente necesidad de cortar aquel contacto de miradas e intensidad, porque pasaría algo de lo que me arrepentiría por mucho, mucho tiempo.

Él, por fin, pareció volver a la tierra. Con sus mejillas arreboladas, sus ojos brillantes y su cuerpo inquieto me hacía querer reír y quizá, solo quizá, besarlo. Un poco. Como en mi sueño. Casi nada. Un beso pequeño. Un simple roce de labios.

—¿Estás bien?— ¿Y por qué era él el que me preguntaba eso, cuando era yo el que recibía su... 'clase' de mirada?

—¿Sí?— Reí, de esa forma nerviosa y tonta. Él me siguió en una carcajada que venía de la nada.—¿Y tú?

—Muy bien. Solo algo cansao'.

Él caminó hacia mí, solo un paso, pero parecían cien. Lo sentía en frente de mí, su pecho pegado al mío y su respiración en la parte más sensible de mi cuello. Tomé una respiración y tragué de forma dificultosa, creándose un inesperado nudo en la parte superior de mi garganta.

—¿Por qué has venido aquí?— Pregunté, caminando yo ahora, un paso más cerca de él.

—Porque no sabía dónde te habíah metido.— Contestó, haciendo que cada palabra pareciese tan fácil de articular...

—He estado aquí todo el tiempo. Intentando ponerme... 'eso'— Me di la vuelta, y señalé el vestido, -para que pudiese verlo, y también porque sentía mi que mi rostro empezaba a arder-  que esta vez era azul eléctrico, con algunos puntos brillantes y de un color blanco manchado. Según Laura, era un vestido que iba mucho con mi personalidad. No pregunté por más información, quería que saliese rápido de la habitación para vestirme. Hasta que Mangel llegó.

—Me... guhta el vehtido. Es muy tú.— Habló, ahora en un tono más bajo.

Volví a girarme, para así estar cara a cara con él.

—¿Por qué?— Ahora la palabra no sería gilipollas. Ni único. La palabra que lo describe es 'puzzle'. Sí, así de raro. Es como un puzzle con miles de piezas esparcidas por todos lados, y a cada cuál que encajas, solo te hace tener más y ganas de completarlo, de conocerlo... de saber todo de él. Con el odio del principio, con la incertidumbre de la mitad... y con aún no sabido final.

Del odio a algo más. (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora