Prólogo

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Era de noche.
Las calles de la capital estaban mojadas por la lluvia.
El pequeño niño caminaba solitario por el mercado a la luz de las antorchas encendidas, buscando restos de comida que los mercaderes hubieran podido tirar después de un largo día de ganancias.
Revolviendo entre la basura encontró un mendrugo negro de pan.
Sus ojos brillaron de alegría. Llevaba días vagando por la ciudad sin encontrar nada que llevarse a la boca.
Sus tripas rugieron y se apresuraba a zamparse el pequeño trozo de pan cuando escuchó unos pasos acompañados de voces.
Pensó en esconderse pero, para cuando quiso hacerlo ya era demasiado tarde, los soldados le habían visto.
-Vaya, vaya... Pero,¿qué tenemos aquí?- dijo uno de los tres hombres aproximándose al niño.
El pequeño escondió tras su espalda el pedazo de pan.
-¿ Qué es lo que ocultas, chico?- preguntó el segundo soldado acercándose a él y arrebatándole el mendrugo de las manos.
-¡Seguro que lo ha robado!- aseguró el tercero.
-¿No sabes que robar está mal, muchacho?
-Yo...- titubeó el pequeño- Yo no lo he robado.
-¿Esperas que te creamos? ¡Mírate! No eres más que un vagabundo que roba para poder comer.- habló el primero de nuevo.- Te mereces una buena lección.- dijo a la vez que hacía sonar sus nudillos.
El niño se dio la vuelta y comenzó a correr en dirección opuesta a los soldados pero sus pies descalzos resbalaron en las baldosas mojadas y cayó al suelo de un golpe sordo.
Los soldados rieron y caminaron hacia él.
El niño empezó a sollozar.
-¡No, por favor! ¡Yo no he robado nada!
Uno de ellos lo abofeteó para que se callara, solamente fue la primera de las marcas y magulladuras que recibiría esa noche.

Más allá de los Siete Mares (CANCELADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora