6. La aventura comienza

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 A la mañana siguiente, la luz que se filtraba por las cortinas lo despertó.

Nic se frotó los ojos, los parpados le pesaban y sentía como un fuerte dolor le taladraba la cabeza.

Intentó pensar en lo que había sucedido la noche anterior, pero no pudo recordar nada.

Perplejo, se percató de que estaba en la cama de una de las habitaciones de la Taberna de Concha Marina y...una mujer pelirroja yacía a su lado, desnuda.

Se incorporó de un salto y, con sigilo, observó el rostro de la criatura.

Sus facciones eran dulces, su piel era blanca y tersa...Parecía que estaba teniendo un plácido sueño.

Lentamente, se volvió para salir de la cama pero, cuál fue su sorpresa, al ver que, en la otra esquina de la cama, una mujer exactamente igual a la anterior descansaba.

Nic, completamente anonadado, estaba intentando recordar qué demonios le había llevado a esa habitación con aquellas dos mujeres cuando algo se movió a los pies de la cama...

El joven se asomó, cuidándose de no despertar a las dos mujeres que le acompañaban, y vio, para suerte o para desgracia, a una tercera muchacha de cabellos rojos.

Poniéndose en pie y haciendo toda clase de malabarismos y extraños movimientos para evitar hacer ruido, logró salir de la cama. Se puso sus ropas y salió de la habitación, cerrando la puerta lo más delicadamente tras de si.

Mientras caminaba por el pasillo del piso superior intentaba recordar qué había pasado la noche anterior. Lo último que recordaba era competir contra un hombre desconocido, cuya cara no recordaba, en una partida de dados, habiendo apostado su cadena de oro por una pata de palo. Para ese entonces estaba demasiado borracho como para saber en qué estupidez se estaba metiendo, pero no tanto como para no recordar nada.

Notó que algo en su bota se movía al andar, algo rígido y recto. Metió su mano en la bota y sacó de ella una pata de palo. Sonrió. Al menos había ganado la apuesta.

Cuando llegó al tramó de las escaleras no se sorprendió al ver a, prácticamente, todos sus compañeros tirados por los suelos y la barandilla de madera.

Bajó las escaleras de puntillas y se sirvió a sí mismo una copa de ron. Resoplando, se dejó caer en uno de los taburetes y disfrutó del silencio que reinaba en el local.

A excepción de algunos ronquidos desagradables, el resto del lugar estaba en calma, algo que no solía ocurrir cuando se trataba de la tripulación de La Dama de las Dagas.

No veía a Pietro ni a Mike por ninguna parte, probablemente estuvieran en el piso superior. Sin embargo, podía ver a Tugdual tumbado sobre una de las mesas. Su enorme estomago subía y bajaba y sus ronquidos eran sonoros. También vio a los gemelos Ferrars, dos muchachos castaños larguiruchos que acaparaban las escaleras. Incluso a Chino, el asiático con una larga trenza, que estaba dormido sobre la barra del bar.

Por un momento, a Nic se le ocurrió cortársela. Sería divertido ver como se asustaba al despertarse y ver que su espesa cabellera negra había desaparecido. Pero estaba demasiado cansado como para andar haciendo de las suyas. Ya lo haría en otro momento...

Mientras seguía disfrutando de ese pequeño momento de paz que Dios le había concedido, alguien tiró la puerta abajo y exclamó a pleno pulmón:

-¡DESPERTAOS DE UNA VEZ, PANDA DE VAGOS! ¡TENEÍS UN MINUTO PARA SALIR DE AQUÍ U OLVIDAROS DE VOLVER A SUBIR A MI BARCO NUNCA MÁS!

El capitán Brown, tan agradable como siempre, hizo que todos se despertaran y, como no, se asustaran.

Más allá de los Siete Mares (CANCELADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora