No quiero sufrir más

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Rumpelstinskin no dijo nada hasta que ambos estuvieron en la mansión. Belle aún no había llegado, seguramente estaría o en la librería o en la cafetería de la abuelita, tomando algo con Ruby. Y seguramente eso era lo mejor para él en aquel momento. Sólo cuando cerró la puerta Rumplestinskin se atrevió a explotar.

-¡TU! ¿Se puede saber qué pretendías hacer?! ¡ Cómo se te ocurre utilizar el Conjuro de Vida sin tener la reserva de poder y energía suficiente! Elphaba podías haberte matado! Ese conjuro además requiere una gran cantidad de energía, y te recuerdo que tu no la tienes al máximo por el viaje temporal.

¿Sabes como se suple ese poder mágico dearie? ¡¡Con la energía vital!! ¡¡Con tu vida!! Estabas tirando de tu vida para acabar el puñetero hechizo. Si no te llego a parar dios sabe cómo habrías acabado... y esa es otra, ¡¿Cómo se te ocurre sumirte tanto en el trance?! Siempre debes dejar una parte de consciencia, siempre... por lo que pueda pasar.

-No entiendo por qué te pones así, papá... no ha pasado nada y una persona ha dejado de sufrir...

-¡Olvídate de Regina! Eso no viene al caso...

-Pero...

-¡¡Cállate Elphaba, no me repliques!! Estoy seguro de que Regina también se hubiese puesto furiosa si fuese consciente de que casi te matas por jugar a ser dios... además de todo ese ruido que has hecho, ese ruido que cualquier persona sensible a la magia puede escuchar.

Elphaba bajó la mirada inconscientemente, luciendo como avergonzada. Y entonces Rumpelstinskin se dio cuenta de por qué ella bajaba la mirada.

-Tú lo sabías... sabías que cada vez que usas magia tan compleja como esa haces un ruido que es inimitable, que es personal... que se puede rastrear. ¡Tú sabías que al hacer eso ibas a atraer a tus perseguidores del futuro! ¡¡Tú querías que te encontrasen!! ¿Qué pasa contigo? ¡¿Acaso quieres que te maten?! Lo quieres... oh dios, dearie, realmente hay algo mal en tu cabeza. ¿Qué hecho mal contigo? ¿Que no te enseñé a que primero eres tú y sobrevivir y luego ya los demás?

-Cállate, ¡¡cállate, no sabes nada de mi vida!!

-Pues de veras me gustaría saberlo, ¡cúlpame si te da la gana, pero no pienso permitir que dejes que te maten!

Elphaba solo lloraba en silencio, intentando taparse los oídos para no escuchar.

-Elphaba por favor, reacciona... no puedes seguir así, no puedes dejarte vencer tan fácilmente, ¡tienes a Morgana, me tienes a mí!

-Mentiraaa...a ti te perdí antes de que pudieses enseñarme las mismas cosas que le enseñaste a Regina. Y si yo desapareciera, la vida de Morgana sería más fácil. ¡¡Sufro de sólo pensar que nunca tendrá una vida normal!! Siempre huyendo del Mago... acaso... ¿Acaso no sería menos doloroso rendirse ya? Si yo desapareciese a Morgana le iría mejor... podría estar con otros niños sin temor a que la lastimasen...

-¿Tu te estás oyendo? Eres una ilusa si crees que eso pasaría, dearie. La maltratarían aún más, por ser tu hija. Y lo peor... es que estaría sola.

Nada más pronunciar esa frase el anticuario dio un respingo, con una extraña sospecha.

-Como... ¿cómo te pasó a ti verdad?

-Por favor... ¡¡déjame en paz!!

-Sí, te pasó eso... ¿Pero qué edad tenías?

-No quiero hablar del tema, ¿Entiendes?

-Escucha hija... podemos cambiar eso.

-No, papá ¿no lo entiendes? el daño ya está causado... ¡y deja de hablar del tema!

Elphaba dio un brusco tirón tratando de soltarse del agarre de su padre, y loca de dolor y de sufrimiento, consecuencia de los recuerdos, salió a la calle.

No quería recordar, no quería recordar. Los recuerdos la hacían persona, la hacían vulnerable. No quería recordar, no quería... no quería sufrir más.

No supo cómo había acabado en las laderas del bosque. Durante un breve instante pensó en llamar a Regina al móvil para que viniese a buscarla y la reconfortase. Pero arrancarla ahora de los brazos de Daniel sería algo innoble, su amiga había esperado tanto por este momento...

ella no iba a quitárselo, y mucho menos para que la abrazase. Ella no lo merecía, era mejor que Regina estuviese con Daniel, que tuviese su final feliz.

Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas, intentaba apagar el dolor deshaciéndose de sus recuerdos, pero no lo conseguía, estaba bloqueada. Y cada vez todo aquello le dolía más.

Se giró violentamente cuando sintió una mano en su hombro, y entonces se topó frente a frente con un par de ojos azul grisaceo. Jefferson la miraba preocupado. Y sin mediar palabra este la abrazó con fuerza.

Elphaba se aferró a él intentando buscar el maldito interruptor de sus emociones, para desconectarlo, para ser un ser que no sintiese nada. Que no sintiese ya el dolor. Pero no lograba hacerlo.

-Ya... déjalo salir, pequeña viajera. No intentes combatirlo.

-No puedo más... ¿Cómo se apaga?

-No hay interruptor Elphaba. Pasara... pero para que ya no duela debes dejarlo salir, no lo reprimas más.

-No quiero... ser débil.

-Hazme caso, no hay nada más horrible que podrirse por dentro. No luches con ello, deja al dolor salir.

Elphaba intentó hacerle caso y entonces descubrió con asombro que en cuanto había dejado de luchar contra las lágrimas el dolor parecía haber menguado algo.

-Muy bien... ¿puedo invitarte a mi casa y me dices qué es lo que te tiene así?

-Jefferson mejor no... no quiero cargar a nadie con esta losa.

-Esa losa que te está aplastando. Me parece Elphaba que ya es hora de que compartas esa carga, así será más ligera.

-No quiero aburrirte...

-No te intentes escabullir. Ven conmigo y háblalo, hazme caso, que se de lo que hablo.


Ouat: No one mourns the WickedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora