Capítulo 2

29 4 0
                                    

Una semana antes.

Mi madre se encargaba de ti, cualquiera notaria que te amaba a montones, no cualquiera te hubiese limpiado el trasero, curado las heridas que se te hacían en las patas delanteras ni mucho menos haberte puesto un pañal para que no te ensuciaras. Hasta un pañal de tela de pusimos para que no te mojaras en tu propia orina.

Los demás perros te miraban y estaban atentos a ti, a lo que te pasaba, pero fue tu padre el que nos dejó a todos impresionados. El Rex estaba siempre contigo, salía corriendo a pelear con los perros de los vecinos pero a medio camino se devolvía y volvía a ver como estabas, estaba sentado durante horas a tu lado, acompañándote cuando más lo necesitabas. Mi padre no sabía si era por amor o por cargo de conciencia, que tal vez existiera la posibilidad de que él te allá empujado y hecho golpear con alguna tabla mientras cazaban a los conejos, porque ambos sabemos que el Rex tiene una reputación de pato malo, hasta anda con su collar de cadenas puesto porque siempre hay que encerrarlo cuando se lastima por estar peleando. Pero sin importar el real motivo, él estaba para ti.

Era malditamente irónico, tenías una hernia lumbar y eso era lo que te mantenía paralizado. Tenías lo mismo que tuvo mi papá hace ya unos cuantos años, pero de cierta forma lo tuyo no era lo mismo. No sé de medicina, pero si me dicen que tenemos que esperar un mes a ver como es tu evolución supongo que no estás tan mal, todavía nadie había mencionado la palabra que nadie desea pronunciar después de todo.

Así que esperamos.


Henry.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora