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11 de agosto de 2011
Me levanto a las seis en punto, compro un desayuno con la Sra Mirtle, la dueña de una cafetería y me dirijo a YOUR PERFECT WEDDING HERE. Entro en silencio ya que todo está callado, dejo mis cosas ahí y me llevo el libro de Jill donde tengo apuntada su talla y voy a la tienda que vi en internet, que está a diez cuadras, cerca de los nuevos departamentos. Analizo el lugar con un sentimiento de envidia, no podría vivir aquí por la lejanía pero me encantó el lugar desde el momento en que vi qué construían. Llego a la tienda y veo que es pequeña y vieja. Me da desconfianza pero entro, la señora me atiende y le enseño el anuncio de internet, ella asiente feliz y me enseña el vestido. Sí, es el mismo, sólo que está un poco manchado de rojo en los pies; estoy desesperada, por lo que le doy la tarjeta a la mujer y salgo de ahí con dificultad, mi estatura no ayudando. Suspiro repetidas veces y me quedo cerca de los departamentos buscando un taxi, pero lo único que pasa por aquí es una camioneta enorme negra. Un extravagante carro rojo se para frente a mí y yo me escondo detrás del vestido. Eres un vestido fantasma.
—Eres la señora de las bodas?
Saco mi cabeza por un lado del vestido y sonrío al ver a Hombre Enorme. —Sí, soy yo.
—Estaba visitando a algunos amigos... — me dice.
De acuerdo, puedes moverte? Necesito un taxi. Él abre la puerta del copiloto y yo dudo un momento. —Vamos. Te llevaré antes que tropieces con eso. Igual tenía que ir a darte esto...
Saca una tarjeta turquesa de su bolsillo. Entro con rapidez con mis manos en alto sosteniendo el vestido y abro la boca para que me dé la tarjeta.
—En tu boca...?
—Sólo hazlo.
Él la pone ahí y yo la aplasto con mis labios mientras acomodo mis brazos para mantener bien firme el vestido.
—Déjame poner eso aquí...
Él arrebata el vestido de mis manos y lo pone en el sillón con facilidad. Yo suelto un pequeño grito y lo ajustó bien para que no se arrugue.
—Sabes? — dice él después de un rato en silencio de verme arreglar el vestido. —Deberías tomar un descanso.
—De qué hablas? La organizadora de bodas jamás descansa.
Él eleva una ceja espesa y luego suelta una risita. —Te gusta?
Él? A qué se refiere?
—No!
Él me frunce el ceño. —Si no te gusta tu trabajo no deberías partirte el lomo haciéndolo.
—Me encanta mi trabajo.
Sólo no me gustas tú.
—Eres confusa. — murmura él y para frente a la empresa.
Qué rápido fue eso.
Salgo de ahí agarrando el vestido y levantándolo con mis doloridas manos. Saco mi cabeza al lado de la cintura de la bolsa y observo mi camino. Giulio arrebata el vestido de mis brazos y estoy apunto de tener un infarto pero lo veo mantenerlo estirado en sus enormes brazos. Sube las gradas, abre la puerta y lo lleva dentro; lo sigo corriendo con el corazón en la boca, que no se arrugue!! Me paro detrás de él, tratando de pasar por su lado para decirle dónde lo debe poner pero él encuentra el armario que está fuera de mi oficina y lo cuelga. Entonces se da la vuelta y yo juro que acabo de volar tres kilómetros horizontalmente. Me doy un fuerte golpe en la cabeza y suelto un gemido, cayendo al suelo con lentitud.
—Oh, hombre, por qué eres tan pequeña?
Abro los ojos y veo las vigas con algo de aturdimiento, mi cabeza palpitando. El techo alto parece pequeño cuando Giulio se para frente a mí y me recoge como a una muñeca rota.
Me pone sobre mis inestables pies y yo me agarro de la pared, empujando sus manos como si estuvieran heladas.
—Te ves bien. — le digo con mi voz formal.
—Sí, hoy es la cena de celebración del compromiso.
Asiento y camino pegada a la pared hacia mi oficina verde caluroso. Entro y cierro mi puerta de un portazo. Me voy hacia el baño color rosado coral y arreglo los broches, agarrando todo mi cabello castaño hacia atrás y quitándome el rímel que se corrió; me paso una vez en ambos lados y salgo del baño. Me siento detrás de mi escritorio y llamo a Johana, ella se asoma con cara de disgusto.
—Resaca.
—Oh, bueno... Quería que me ayudaras. Necesito quitar una mancha de labial del vestido de Jill.
Saco la tarjeta de Giulio y Evangeline y la guardo en su propio cuaderno, feliz de poder ir a gastar.
—Diablos. Bien, puedo hacer eso. Lo haré toda la mañana, no me molestes... Necesito un café...— bosteza y sale de mi oficina.
La mañana pasa rápidamente y me sorprendo al tener todo listo para Jill y David ya. Esta organización, aunque haya sido la más cambia-opiniones fue la más rápida. Me estoy volviendo experta en esto.
—Oh, no, hombre...— murmuro al abrir el cuaderno de Bartoni - Poésy. —No puede ser al aire libre. No, idiota. Está helado.
Gruño y comienzo a escribir de nuevo en un nuevo libro. Enciendo mis dos laptops y comienzo a diseñar mientras también escribo.
Gina llega a las 11:37 diciendo que mejor sí va a cambiar su peinado y que no está segura acerca de las flores.
Mujer, mátame.
Le ayudó a encontrar unas que sean de su agrado y luego ella se queda en mi sillón pensando un rato mientras yo continúo con un estimado de gastos básicos para Reina Vieja. Cuando he terminado, Gina me pregunta si saldré a comer. Le digo que sí y vamos juntas a la cafetería. Esta vez, pido un filete, delicioso filete sangriento. Ella me habla de cómo van las cosas con su novio, lo cual me mantiene con la boca abierta. Dice que ella realmente siente que él la está engañando. Y yo me quedo con la boca abierta. Van a casarse en un mes y esto está pasando ahora? Ella me dice que quiere casarse de todos modos. Que la otra noche cuando lavó la ropa, sus calzoncillos no estaban y que su camisa olía a perfume de mujer. No puedo creerlo. También que encontró unas bragas de chica en su bolsillo.
—Pero... Pienso que si me caso con él, es suficiente sufrimiento. No tiene por qué afectarme a mi. Él va a tener que vivir toda la vida conmigo.
Asiento, observándola. Ella es realmente hermosa, no sólo en apariencia, ella es realmente honesta, amable y divertida. Su cabello es castaño y espeso y tiene unos hermosos brillantes ojos turquesa. Rostro delicado y cuerpo suave. No sé qué le sucede a su novio.
—Entonces me casaré y si me sigue engañando le haré la vida imposible. Sabes, él realmente no puede vivir sin mí. Nos conocemos desde que tengo memoria. Y quizá quiera experimentar algo nuevo y eso está bien para mí, le dejaré hacerlo.
Asiento.
—Di algo.
—Realmente no sé qué decir pero supongo que es tu decisión. Y está bien si quieres perdonarlo, sólo recuerda que también estás involucrada tú.
—Lo amo demasiado, Mary Anne. Y me moriría si lo dejo. Creo que le pasaría lo mismo.
Pues... Si es capaz de engañarte, pienso que ya no te ama tanto como tú, pero no le digo eso, simplemente sonrío. Terminamos de comer y pagar y regresamos.
—Quiero...— dice cuando se sienta frente a mí —Poner margaritas.
—Sí? — murmuro mientras escribo una invitación. —No se vería bien con la decoración, Gina.
—Aunque sea una. Escondida en mi ramo de flores. Ya sabes... Cedric es alérgico.
Sonríe con maldad y yo suelto una risita. Saco su cuaderno y dibujo al lado del ramo de flores, una pequeña e inocente Margarita y luego le hago firmar un acuerdo. Comienzo a diseñar con tanta libertad que realmente espero que se arruine, venga Reina Vieja y me diga que todo está mal y que ella no lo quería así pero no lo hacen. Le mando un correo diciéndole los gastos y me dice que la otra tarjeta llegará mañana. Sí, otra tarjeta. Muchos gastos. Mucho derroche.
Salgo temprano ese día, llevándome una computadora y tomando un taxi hasta mi departamento. Lunua me lame los dedos cuando llegó y me guía hasta mi habitación, con su cola negra con un pequeño punto blanco en alto. Se sube a mi escritorio y espera mientras conecto el internet y luego la laptop. Abro mis libretas y cuadernos y él pone su pata en mi libro Bartoni - Poésy y espera a que termine mi trabajo. De vez en cuando le acarició la barbilla y él ronronea. Cuando termino, me voy a la cocina y le pongo un poco de comida y luego lavo la taza sucia que hay en el lavaplatos, limpio el suelo y la mesa, que es de mármol con altos taburetes. No es una casa que sea para acomodarse y descansar. Parece todo demasiado bonito como para arruinarlo. Me acuesto en mi sillón rosado y enciendo la TV. Entonces me entra una llamada. Claro, no todo iba a ser perfecto esta noche. Es Reina Vieja.
—Hola...? — no sé su nombre.
—Hola. — es Giulio.
—Qué...!?— no te emociones, es un cliente. —Qué necesitas?
—Sólo quería decirte que dejaste unos planos aquí en mi auto. Puedo llegar a dejártelos ahora.
—Um... No estoy trabajando.
Él suelta una ronca risa que hace que mi piel se erice.
—Claro que no...
—Um... Y cómo está Evangeline?
Eso es, Mary Anne, evita el coqueteo. Recuérdale que está apunto de casarse, porque te está coqueteando. Lo hace, cierto?
—No sé...— dice con voz suave. —Quieres que te lo lleve?
—No, está bien. Mañana podrías dejármelo en mi oficina?
—No realmente. Tengo que ir a una fiesta.
—Um... Bien, yo iré a recogerlo. En dónde?
—Puedo ir yo a dejarlo.
Por qué Hombre Enorme coquetea conmigo? Lo odio, lo odio. Yo soy una solterona para siempre. Lo odio tanto. Odio que me guste su coqueteo. Odio ese impulso por responderle de la misma manera. Odio la forma ronca en que su voz me hace sentir. Lo odio a todo él por poner en peligro mi Código de Trabajo.
Quizá coquetea con todas, me dice mi yo interno.
Quizá.
Odio que coquetee con todas y yo sea un blanco fácil.

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Hey!
Lo siento por tardarme!
Besitos!
Karen.

Soy la Organizadora de BodasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora