25 de agosto de 2011
Pégate, asquerosa cabeza...
—Dime qué haremos? — pregunta la voz de Jill en el teléfono.
—Pues, verás, como estoy inmovilizada...— comienzo.
—Entiendes lo que te digo? Siquiera escuchaste? Rompí con mi novio.
Pégate, tú, peluda cabeza de perro! Odio pegar fotografías con el cuello inmovilizado. La cabeza de Giulio se va de un lado a otro y no la puedo ver bien!
—Mira, Jill...— murmuro—Lo único que puedes hacer es pagarme el trabajo. Son tres mil libras más por el haber roto y cancelar la boda. Y eso es poco pero eres mi amiga y yo quiero ayudarte...
—Faltan ocho días para la boda...
—Supuesta boda. — digo.
—Oh, Mary Anne!
Cabeza estúpida! Te odio! Doy un fuerte manotazo a la mesa y Hilary pega un brinco. Me ve, mosqueada, y sigue comiendo.
—...y me dijo que no podría vivir conmigo una vida entera! Y que era una perra y que sabia la verdad acerca de Gunnar!
"Sabía la verdad"? Nada de "piensa que me acuesto con Gunnar"?
—Te acuestas con Gunnar?
—Fue sólo una vez y estaba segura que él se acostó con una amiga mía.
Abro mi boca ampliamente y pongo el teléfono en la mesa. A ella le agrada más hablar sola, sólo desahogándose por lo que no le corto el teléfono. Pero... Diablos. Incluso a mí me duele el que haya engañado a David. Porque nadie merece eso, no hay nada tan horrible, nada tan perverso, como la traición. Eso lo sé de primera fila.
—Qué sucede? — me pregunta Hilary.
—Shh... Jill está al teléfono.
—Tienes una rara forma de comunicarte con tus clientes, lo sabes, no?
—Lo sé... Estoy cansada. Le dices a las chicas que me dormí? No puedo seguir con la fiesta.
—No te preocupes. Dudo que regresen. Ya pasaron dos horas... Seguro encontraron chicos guapos.
Asiento y me voy a la cama, olvidando mi teléfono completamente. Me acuesto y trato de dormir cuando Hilary me tiende mi teléfono.
—Te está llamando Giulio.
Agarro el teléfono y lo pego a mi oreja con pesar.
—Hola...
—Hola, cariño. Cómo estás?
—Cansada... Qué necesitas?
Silencio.
—Um... Yo simplemente quería... Verte... — suspira.
Mi corazón se derrite ligeramente al escuchar su suave ronca voz y mis dedos de los pies se aprietan. —Está bien, nene. Ven conmigo.
Acabo de llamarlo "nene"? Soy una perra, estoy coqueteando con mi cliente que se va a casar! Bueno, él también lo hace, también coquetea. Tranquila.
—Estoy bajando del auto...— murmura él.
Cuelgo el teléfono y me levanto de la cama. Bien, tengo que arreglar aquí. —Hilary! Vete!
—Aw si acaba de empezar mi serie...!
Suena el timbre y escucho a Giulio por el intercomunicador, abro la puerta principal y espero a que suba a mi casa. Lunua se enrosca en mis piernas y maúlla, como sabiendo lo que viene.
—Sé dulce con él...—le digo.
Él maúlla malévolamente y yo suspiro:—Eres imposible.
Arreglo los sillones con rapidez y los platos sucios los pongo en el lavadero. —Lava mis platos, por favor, Hilary...
—Oye, sabes qué? Acabo de recordar que tengo que ir con mi novio.
—Tú no tienes novio.
—Claro que sí. Se llama Paul... Bueno, adiós!
Agarra su bolsa y su abrigo y sale de la casa al mismo tiempo que Giulio aparece. Le lanza una sonrisa y un "hola" y se va.
—Hola! — dice Giulio y sacude su pie, en donde Lunua ha comenzado a atacar.
—Hola! Quieres algo de comer?
—No, prefiero guardar espacio...
Él camina hacia mí y me da un beso en la mejilla y luego nos lleva al sillón.
—Guardar espacio para qué?
Él sonríe y niega con la cabeza. —Ponme una película.
—Giulio?
—Ponme una película, cariño.
Le pongo una película, como me lo pide, pero tiene esa cara de "reserva" que no me gusta.
—Qué harás hoy?
—Es que... Hoy es mi fiesta.
Frunzo el ceño, sin entender. —Te refieres a tu cumpleaños?
—Sí. Pero no quiero llegar temprano y hace tiempo que no te veía por lo que...
No puedo creerlo. Y yo estoy en pijama, con collarín y mi casa está asquerosa. —Oh, Dios, Giulio, lo siento!
—No grites...— me dice, viéndome fijamente con interés.
—Lo siento tanto! Creo que tengo helado en la nevera...
Me levanto de un salto y rebusco en la refrigeradora, parada de puntillas. Meto mi mano en la nevera y rebusco el bote de helado. Tiene ahí como dos meses... Fue por mi última depresión... Lo encuentro y suelto un grito de felicidad. Me alejo de la nevera y la cierro con mi pie, Giulio está detrás de mí y me sostiene cuando casi me caigo.
—Pon tus pies sobre el suelo, nena.
—Sólo cuando estás tú me golpeo. Esto es tuyo. Ven.
Saco dos copas de vidrio y pongo una generosa cantidad sobre su copa y un poco sobre la mía ya que comí bastante con mis amigas. Le echo algunas frutas y le sonrío.
—Vamos, ven al sofá.
—Nena...
—No quiero oírte. — le acarició la mejilla y lo llevó a mi sofá. —Siéntate aquí.
Él me obedece y cuando le doy la copa de helado, su piel se vuelve rosada y estornuda. Agarro un poco con mi cuchara y como el delicioso helado de limón y parto un pedazo de la fresa que le puse encima.
—Quieres mi cereza? — le pregunto con voz dulce y se la tiendo.
Él vuelve a estornudar y niega con la cabeza. —No te preocupes, estoy bien...— estornuda. —Gracias.
Lo ignoro y se la pongo en la copa. —Come, tú eres el viejo aquí. ¿Cuántos años cumpliste?
—25. — murmura él, su mirada en la copa de helado, escarbando para buscar helado.
Mi boca se abre completamente y luego suelto una risita. —Eres tan mentiroso.
—Por qué? — pregunta él, viéndome sin entender nada; luego estornuda, sus labios rojos abriéndose de manera linda.
—Vamos! No me digas mentiras. Cuantos años cumpliste?
—Cumplo 25 hoy, Mary Anne. A qué te refieres?
Mi sonrisa desaparece al ver sus ojos confusos pero mi boca se queda abierta. Él sonríe con algo parecido a la ternura y mete su dedo en mi boca para hacerme cosquillas en el cielo de la boca. Me alejo. —Estás diciéndome que... Ayer tenias 24 años? Y que soy mayor que tú, que en un mes y medio cumplo 26 años y tú estarás en tus 25?
Él sonríe de lado y asiente con angustia. —Lo sé. Si no fuera por mi edad quizá ella sí estuviera conmigo.
Lo ignoro.
—Estás diciendo que soy mayor que tú?
—Sí, y eso qué? Me gustan las chicas mayores. O bueno, eso fue lo que descubrí hace dos años...
—Eso es horrible! No puede ser! Eso no entra entre mi estándar de futuros gustos! — sigo ignorando lo que dice, me importa mi situación.
—Oye! Eso no es nada malo...
—Para mí sí! Siempre me tienen que gustar los chicos mayores...!
—Es sólo un año!
—Pero yo... Me dije que siempre me iban a gustar los chicos grandes!
—Oye! Lo siento!
Me quedo en silencio, analizando la situación. Giulio es un chico. Yo soy ya una mujer. Y él... Él está quemándose!! Literalmente, tiene sus mejillas completamente rojas, no como cuando te sonrojas por vergüenza, no, él está enfermo! Sudor en su frente y ojos rojos.
—Giulio! — grito.
Oh, hombre, odio ignorarlo. Parece que si lo pierdo un segundo de vista, él se rompe. Por qué me puse así por la edad!?
—Qué? — pregunta, su rostro confuso ante mi histeria.
—Estás hirviendo! — le digo y toco sus mejillas.
Él grita y me aleja las manos con las suyas enormes. —Me arañaste?
—Apenas te toqué...— murmuro.
—No! Me duele mucho...
Me zafo de su agarre y voy a la cocina a conseguir un paño húmedo. Regresó y lo veo comiendo más helado, sus labios y nariz manchadas. —Para! Giulio, eres alérgico?
—Sí. — murmura él, como si no supiera la razón de mi histeria. Él está todo tranquilo.
Quizá no sabe...—Um... A qué eres alérgico?
—A los frutos rojos.
—Y... Um... Te has dado cuenta que ahí tienes... "Frutos rojos"? — señalo la taza de helado.
Él asiente, sonriendo. —Sí, pero no los estoy comiendo.
Suspiro y me acerco a él, le quitó la copa de helado y él agarra la cuchara y la lame. Luego analiza todos mis movimientos, su cuerpo tenso y listo para correr. Pongo el paño en su frente y él grita. —Qué tienes, mujer? Déjame!
—Quédate ahí! Diablos, tendré que llevarte al hospital.
Corro hacia el baño y saco mi espejo. Giulio está analizando el paño, oliéndolo. —Qué le echaste? Por qué me arde?
—Mírate.
Él agarra el espejo y se ve. Sus ojos se abren ampliamente y se levanta. —Me llevas al hospital? Lo dejamos ser demasiado tiempo y seguramente ahora voy a tener dificultad para respirar y se me hinchará la cara.
Gimo y asiento, agarro mis pantalones cortos que están debajo del sillón y luego mi bolsa. Sí, me iré con un camisón de dormir y pantalones de dormir porque por fin lograron rebajarme a esto. Agarro la mano de Giulio ya que tiene sus ojos hinchados y no puede ver. Diablos, quiero reírme. Sus ojos parecen dos nalgas.
—Vamos. Sígueme tú...
—No te rías! — me regaña.
Asiento y aprieto mis labios para no soltar la carcajada. Lo llevo a mi auto y nos dirigimos al hospital.
—Lo siento.
—No... Ya vamos a llegar? No puedo respirar bien...
—Ya. Estoy a dos cuadras.
—No! — dice él, me ve con su ojo hinchado lo más abierto que puede. —Mierda, me voy a morir. Necesito aire!
Abre la ventana completamente y saca la cabeza. —Aire! — grita y abre su boca hinchada.
Aplasto más el acelerador y llegamos al hospital en dos minutos. Él baja corriendo y yo agarro dinero y las cosas, voy detrás de él, asustada.
—Por favor espere aquí. — me dice una enfermera y me hace sentar en la sala de espera.
Me muerdo las uñas hasta que estas se ponen tan suaves que cuando me doy cuenta, las tengo redondas y pequeñas.
—Es familiar? — me pregunta un doctor.
Me muerdo el labio y asiento. —Sí... Es mi primo.
—Mm. Pase.
Me levanto y lo sigo por un pasillo largo. Entramos a la habitación y veo a Giulio poniéndose sus tenis y hablando por teléfono todo serio. Y es algo gracioso porque tiene su cara hinchada y está todo serio.
—Usted necesita descanso. — dice el doctor y le da una hoja pequeña y luego se va.
—Ja, sí, claro. — dice, sarcástico al teléfono.
Él me suelta una sonrisa que parece llena de botox por lo hinchado de sus labios.
—Vamos?
—Tengo que ir a la farmacia para comprar este desinflamante. — murmura. —Y también después debo ir a una fiesta. Quieres venir? Va a estar ahí Evie pero ella consiguió a alguien más...
—Um... No lo sé. Estarán tus padres?
—Sí.
Él me ve y por sus ojos hinchados no puedo descifrar lo que quiere. —No lo creo.
—Por favor? Simplemente hazlo. Prueba algo distinto. Por favor...
Bien, está haciendo un puchero con su labio inflamado. No iré.
—Está bien.
Él suelta una sonrisa y me doy cuenta de la estupidez que acabo de cometer. Iré a una fiesta, yo, la organizadora de bodas, donde estará su futura esposa y sus padres. Qué pensaran de mi?::::::
Alguien hace cosas sin pensarlas.
Besos,
Karen
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Soy la Organizadora de Bodas
ChickLitOjalá la vida no fuera cruel y despiadada. Todo comenzó esa mañana, cuando entró Johana. -Clientes preferenciales. - dijo. Me molesté con ella porque estaba haciendo un álbum de fotos para Jill y David. -No me interrumpas. Una vieja mujer empuj...