8 de agosto de 2011.
Lunes feliz y de relajación. Sí. Perfecto.
—Qué haces ahí sentada? — me llama Johana, asomando su cabeza en mi oficina.
—Descansar. Tengo pegados los dedos de tanto escribir.
—Oh! Pero si tienes que hacer el álbum de fotografías de Jill y David. Ya sabes que son tan quisquillosos que querrán ver siete álbumes para elegir luego sólo uno.
Suspiro y asiento, levantándome de mi preciado sillón. Si hubiera sabido que al ascender no tendría tiempo para descansar, no me hubiera comprado tan suave y confortable sillón con mi primera enorme gran paga. Comienzo a pegar las fotografías en una cartulina para luego cortarlas de nuevo y pegarlas en otra. En mi computadora comienzo a hacer un diseño de una sala de baile y en mi otra computadora abro la invitación de la boda.
Jill y David se casan en veinticinco días y están que explotan. Me regañan por todo y luego cambian todo y luego lo quieren todo como estaba antes! Por eso es que ahora he encontrado la técnica correcta. Simplemente hago muchos diseños y se los enseño. Ellos eligen y luego ya lo imprimo. Ah, también les hago firmar el "estoy de acuerdo en que este sea mi color de invitación" o cosas como esas. A fin de cuentas sólo quiero hacer la boda perfecta.
La puerta se abre de golpe, chocando contra la ya dañada pared de yeso y entra Jill, roja como un tomate. Típico.
—Ya no nos casaremos! — grita y me tira su anillo.
De acuerdo. Yo no soy tu novio, Jill. Sin agresiones. Saco mi enorme contrato y lo pongo en la mesa. Le indicó que se siente y le enseño el contrato. Ella me frunce el ceño, realmente ofendida. —Que mala eres. Interesada.
—Lo siento, sólo trato de protegerme. Quiero recordarte que firmaste aquí y aquí donde especifiqué claramente...
—Dame un consejo!
—No soy tu psicóloga... — suspiro al ver lágrimas. —Si decidiste hace tres años casarte con él simplemente encuentra la razón. Llámalo. Les ayudaré con algo.
Ella comienza a llorar y David entra a mi oficina. Se acerca a Jill y la besa en los labios. —Lo siento mi amor. No quería dejar el baño sucio...
Guardo mi contrato en la canasta y saco dos hojas en blanco. Se las enseño y cuando dejan de llorar, sí, ambos lo hacen, les pido que me dibujen lo que quieren crear juntos. Una cocina, un mueble y cosas así... Un bebé...
—Nos podemos llevar esto?
—Claro que sí. Los veo mañana que ya casi termino el álbum.
—Estoy ansiosa. — dice Jill y se van, tomados de la mano
Las cosas de los novios. Yo veo a la gente casarse como en cuentos de hadas. Muchos simplemente se casan por otras razones que el amor. Pero por Jill y David uno hace lo mejor. Son perfectos. Bueno, mas perfectos que Penélope y Hugo. En este negocio se ve de todo. Pero vale la pena al encontrar verdaderos matrimonios.
A las diez y media de la noche estoy preparando mi café, Lunua está acurrucado en el sillón ronroneando junto a mis álbumes de peinados. Hoy mandaré a pedir todos los utensilios para el peinado de Gina, otra clienta. Todo tiene que ser perfecto.
A las doce me meto a la cama con Lunua y me duermo.9 de agosto de 2011
Recibo una llamada de Gina a las cuatro y quince de la madrugada. Está llorando.
—Mi madre dice que odia el color de las flores. Y que odia las rosas!
Siempre pasa. Pero estaba durmiendo...
—Qué le parecen los tulipanes? Recuerdas que era nuestra segunda opción?
—Oh! Gracias, Mary Anne. Siento despertarte.
—Ni te molestes! — le gruño y vuelvo a dormir.
Me levanto para ir a trabajar a las nueve de la mañana. Llego a mi oficina y alzó el portafolio de Gina. Todo listo. Esta mañana me llamó para decirme que mejor se quedaba con las rosas. Que no le importaba su madre. Guardo el portafolio de Gina en la canasta de mimbre y saco la de Jill. Veinticinco días y todo está listo ya. Es un récord! Ahora simplemente tiene que ser todo perfecto hasta el día de la boda. Meterlos en una burbuja si es necesario.
Comienzo a hacer el álbum de recuerdos de la boda cuando la puerta se abre con suavidad. Dejo de pintar y levanto la vista, ajustándome mis anteojos sin graduación. Sólo me gusta verme intelectual.
—Jill —saludo.
David entra a su lado, muy serenos y en paz. Milagro!
—Mary Anne... Quería contarte que subí dos tallas y lastimosamente no puedo ponerme ese vestido.
Bien. Me dará un paro cardiaco aquí mismo. Mátenme. Ahora. Sonrío, muy tensa. Ellos están súper tranquilos. Malditos! Como tienen a alguien que les haga de todo...
—Y qué piensan hacer?
—Yo nada. Digo, nosotros nada. — se dan un cariñoso beso. —Queremos que tú te encargues de todo. Eres demasiado buena en esto. Mi nueva talla es...
—Apuntala aquí. — susurro, dándole una hoja, sintiendo que voy a vomitar.
Bien, cobraré más por el maldito susto.
Cuando salen por la puerta, doy un pequeño grito al ver su nueva talla. Hombre, no habían vestidos de esa talla del mismo estilo.
De todas maneras programo un recordatorio en mi teléfono para ir a buscar el vestido mañana a las seis de la tarde. Continuó haciendo el álbum de recuerdos casi al borde de las lagrimas. Necesito un descanso, alguien en esta oficina se da cuenta? No me pongan los casos más difíciles.
A las seis todavía estoy en la oficina ya que Gina me trajo un nuevo álbum de peinados y me dijo que va a cambiárselo. Reviso mi correo para ver qué los utensilios ya están llegando. Me. Cago. Gina me hace cara de cachorro pero lo único que me causa es más enojo que escondo detrás de una sonrisa amable.
—No te preocupes. Igual tú pagas por el envío de estos utensilios que ya vienen en camino.
Su sonrisa desaparece y luego me dice que mejor se queda con el anterior y termino yéndome a casa a las siete. Tomo un taxi y me dirijo a mi departamento.
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Soy la Organizadora de Bodas
ChickLitOjalá la vida no fuera cruel y despiadada. Todo comenzó esa mañana, cuando entró Johana. -Clientes preferenciales. - dijo. Me molesté con ella porque estaba haciendo un álbum de fotos para Jill y David. -No me interrumpas. Una vieja mujer empuj...