Capítulo 12

559 52 1
                                    

Despierto casi sin aire, estoy en mi habitación y un pitido es el único sonido que se repite en ella.

Noto pinchazos en mis brazos y un ligero cosquilleo en mi nariz. No puedo moverme y tener tan sólo el techo de vista es bastante frustrante.

Oigo unos pasos en el pasillo, unos pasos pesados y sonoros. Las puertas de mi habitación se abren y en ella entran tres personas.

-Buenos días mi princesa ¿Has dormido bien?- me dice un Haymitch vacilón y probablemente ebrio.

-Señor Abernathy muestre un poco de respeto hacia la señorita Snow- dice uno de los agentes.

-Sino tendremos que echarle- le dice el otro acercándose más él.

-Déjenos a solas- le digo fiera. Me cuesta un poco respirar pero evito mostrar el dolor.

Los agentes salen enseguida de mi habitación. Haymitch se sienta a los pies de mi cama.

-Dime que Cato no está muerto- le digo cerrando los ojos, quiero evitar llorar.

-Cato no está muerto, princesa.

-¿Cuanto tiempo llevo dormida?

-Cuatro días. Te pongo al día. Glimmer, la chica del uno y la del cuatro han muerto por picaduras de rastrevíspula. Mi chica cortó el nido encima del grupo de tu novio.

Agarro con fuerza las sábanas. Haymitch acostumbra a decir las cosas con demasiada naturalidad y tranquilidad.

-Cato está furioso, no sé porque pero lo está.

-Podría haber muerto...

-Tú y yo sabemos que puede morir ahí y que tú por mucho que seas la hija del presidente no podrás hacer nada. Katerina sólo queda uno y espero que sea él pero también quiero que mis tributos vuelvan a ver a sus familias.

-Haymitch...llama a Finnick, por favor

La garganta me abrasa y me siento agotada. No puedo dejar de pensar en Cato, mis pensamientos son para él. Veo como Haymitch sale de la habitación. Pequeñas lágrimas salen de mis ojos, me duele todo el cuerpo pero sobretodo me duele el alma. No quiero perder a Cato, no quiero.

Me incorporo un poco, es bastante frustrante estar mirando al techo. Me duelen las costillas y el pitido empieza a sonar más fuerte, un agente entra en mi habitación con una aguja.

El agente se acerca a mi brazo y clava la fría aguja. Cada célula de mi cuerpo se duerme, mi respiración empieza a realentizarse y mis ojos a cerrarse.

Despierto bruscamente. Estoy otra vez en la arena y Cato está tumbado a mi lado. La voz del presidente retumba en mis oídos y me da una única orden: matalo Katerina, matalo o sino lo mataré yo.

Cato acaricia mi mejilla. No puedo matarlo, no puedo.

Un cuervo se posa en el pecho de Cato y empieza a arrancarle trocitos de piel, millares de cuervos aparecen segundos después a causa de nuestros gritos. Sus gritos son desgarradores pero eso motiva a los cuervos a ir más lento. Cato agarra mi mano, no puedo moverme. Un cuervo se acerca a nuestras manos, las mira y empieza a arrancar trozos de piel. El dolor es insoportable y quiero que todo acabe ya.



La niña del CapitolioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora