Capítulo 14

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Pitidos...estoy hasta las narices de los malditos pitidos. Quiero estar con Cato, tengo que advertirle, debo salvarle. Han decidido cambiar las normas, pueden quedar dos vencedores.

Solo quedan tres parejas de tributos: los del doce, los del once y los del dos. Peeta abandonó a los profesionales con una fea herida en la pierna.

Las puertas de mi habitación se abren y aparece el presidente, acompañado de dos agentes. Los agentes se quedan en las puertas de mi habitación mientras que el presidente se acerca a mí con paso firme.

-Hola hija- dice mientras se sienta dificultosamente en una silla al lado de mi cama.

Ni me digno a responderle. Esa escoria no merece ni media palabra mía, no merece ni una mirada.

-No quieres hablar ¿eh? Bueno no pasa nada, quería decirte que has cumplido bien. Muy bien mejor dicho. Me has complacido, hija- dice con su horrible sonrisa. Levanta la mano y entra el agente con unas rosas blancas con un poco de pintura roja sobre ellas.

El agente las deja en un jarrón al lado de mi cama. El olor dulzón inunda mi habitación mezclado con el inconfundible olor de la sangre fresca.

-La pureza de mis rosas ha sido manchada. Las rosas pueden ser lavadas y curadas o podadas y asesinadas.

El presidente sale de mi habitación pero antes de hacerlo consigo pronunciar una palabras.

-Pero el jardinero que las cuida puede acabar manchado de la savia que expulsarían al ser podadas y asesinadas. Al jardinero no le interesaría acabar con esas rosas.

El presidente sonríe y se despide de mí. Las puertas de mi habitación se cierran y me quedo sola. En esas rosas hay dos amenazas: ni se te ocurra revelarte contra mí y sé lo que hiciste con Cato, sé cuánto amas a Cato.

Miro las rosas. Una de ellas gotea sangre y crea un pequeño charco en mi mesilla. Me concentro en la pantalla. En Cato.

Todas las noches Cato saca su medallón, lo mira y evita llorar. No sé lo que contiene ese medallón que le hace llorar.

Clove pasa las noches afilando sus cuchillos, lanzándolos contra los árboles y practicando su puntería con ellos. Más de una vez le he oído decir algo parecido a te mataré ardilla.

Lussy entra en mi habitación con tres fundas de plástico bastante grandes. Vestidos.

-Para la entrevista de esta noche, ya sabes antes de tu cumpleaños...- me dice mientras va bajando su tono de voz.

-Sí ahora lo elegiré- le digo mientras fuerzo una sonrisa.

Lussy prepara los vestidos en unos maniquís. Hay uno azul, uno verde y un último negro.

-Ese- le digo mientras le señalo el vestido negro.

Lussy sonríe mientras descuelga el vestido negro y me lo acerca. Lussy me ayuda a levantarme y lentamente vamos al baño. Ella me lava el pelo ya que no me veo capaz de mover mis brazos.

Después de secarme me pone el vestido, es un poco pesado. Lussy me recoge el pelo en una trenza y me coloca una diadema en la cabeza.

-Depende de como vaya la entrevista activaré o no la sorpresita que tengo para el presidente- dice mientras sonríe de medio lado.

La niña del CapitolioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora