Segunda Jugada

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Thalia Coltein:

Alex estaciona frente al mismo edificio de aquella noche y saca la llave de la cerradura del auto. De pronto, los pelos de mis poros se abren, seguramente, por mis típicos nervios, mientras que a Alex, se le escapa una risita burlona.

"¿Qué le sucede?"

-¿Qué pasa?- pregunté frunciendo el seño.

-Nada, solo que...-vuelve a soltar una risita y juraría por mi mismísima vida que no se porque me estoy empezando a enojar.

-Alex, ¿por que te ríes así?

-Nada no es nada...

-Alex...-dije seriamente y alargando su nombre. - O me dices porque te ríes, o te aseguro que bajo del auto.

Me quedó mirando por un momento y el muy maldito se volvió a reír en mi cara.

"¿Y a este que le pasa, hoy?"

-Me voy. -hablé tomando con decisión el seguro para abrir la puerta del copiloto.

-¡No! Thalia, no te vayas...-me suplicó.

-Entonces dime, ¿qué te causa tanta gracia?-devolví mis manos hacia mi mochila.

-Tú...-me respondió en un suspiro, a la vez que mis mejillas se tornaban coloradas.

-¿Yo? ¿Por qué?- respondí asombrada.

-Porque después de todo, en realidad vamos a estar completamente solos. Debo agradecerlo a tus amigas. Es el favor más grande que me han hecho.

-¿Enserio?-contesté graciosa esbozando una sonrisa.

Sé que mis amigas, serían incapaces de ayudar a Alex a mis espaldas. Al parecer, a lo que se refiere, es el albur inmenso que tiene.

-Pues claro... no quería comentarte mis planes delante de ellas. Pero veo que mi suerte nunca falla. -me miró con picardía, para finalmente, salir del auto, y al mismo tiempo, confirmar mi teoría a que esta situación era obra de su "maravillosa suerte".

"Pero que destino tan injusto."

Bajé detrás de él, preguntándome, a que se refería con eso de: "Sus planes". Pero en vez de decírselo, me quedé callada y entramos al edificio.

Subimos al ascensor y fue bastante incómodo el silencio que había entre nosotros. Era horrible. Quería salir de esa caja metálica, lo más rápido posible. Hasta que por fin, mis súplicas fueron escuchadas. Salimos del ascensor y Alex sacó las llaves del departamento de su bolsillo trasero. Me miró por un instante como si tratará de comunicarme algo, pero lo obvié.

Abre la puerta, y no me sorprende ver un típico departamento, medio desordenado de un joven de 24 años.

...

Me deja pasar primero, y luego ingresa, cerrando a su tras, la puerta de la entrada principal.

-Si quieres... Puedes dejar tu mochila en el sofá. - me recomendó con un tono de voz, algo dubitativa.

-Gracias...-asentí, colocando mi mochila sobre el sofá indicado.

Me puse a observar cada detalle de la habitación, y me empezaba a sentir incómoda.

Era amplio para que solo viva él. Tenía las paredes medio cremas. El suelo tenía un cierto color marrón y las puertas se asemejaban al color de la madera.

Me mantuve observando el apartamento por otros pequeños segundos más. Hasta que tomé el valor de sentarme en el sofá alado de mi mochila.
En eso, Alex entra a la sala, me fijo en dos vasos de agua que trae en cada una de sus manos.

Alargó mi brazo y recibo el vaso que él me entrega.Me remuevo incómoda en el asiento al beber aquel líquido incoloro, así que lo coloco sobre la mesita de vidrio.

Alex no dice nada y deja el vaso vacío, al igual que yo, en la pequeña mesita entre los tres sillones.

Seguimos en silencio. Ninguno de los dos habla, solo miramos nuestros dedos como pequeños niños desconocidos, queriendo ser amigos.

...
Alex empieza a mover sus labios y es cuando me percato de que va a romper este silencio. Y por "suerte" lo hace.

-¿Recuerdas esa noche, cuando te confesé que... que... -se rasca la parte trasera de su cuello y se coloca hacia atrás, unos cuantos cabellos que sobresalían de su frente, y sigue - Que me había enamorado de ti?

-Si...-musité a su inexplicable explicación.

-Pues..., no quería hacerlo.

Me sonroje y bajé la vista algo arrepentida.

-Porque aún no era tiempo.

Levanté mis ojos como platos al ver que me sonreía y a la vez que me cogió de la mano.

-Aún no era hora de... de... De decirte lo que sentía, porque todavía no estamos seguros.

-¿A qué te refieres?

-A que si te vieran junto a mí, a ti te expulsarían y a mí me botarían del trabajo. Además de que no sería aceptado ni por tu familia, ni para la sociedad. Esto es casi imposible.

-¿Qué es imposible?

-Estar juntos... -murmuró, a la vez que me sonrojaba aun más.

-Tienes 24, ¿cierto?

-Así es, Thalia... Y tú eres muy joven para mí. Pero no sé porque siento algo extraño hacia ti.

-Yo tampoco sé porque lo siento.-susurré agachando, otra vez, mi cabeza.

-Por eso, vamos a romper la maldita regla. -dijo levantando mi mentón hacia su rostro.

-¿Qué tienes en mente?

-Un plan de 7 pasos...

-¿Y de qué trata?- pregunté acomodándome en el sofá.

-Romper la regla sin perjudicarnos.

-¿Cómo harás eso?

-No te lo diré hasta que confieses.

-¿Confesar qué?- cuestioné confundida.

-¿Qué sientes por mí?

-Algo extraño...-logré decir.

-¿Me quieres? -preguntó dudoso, pero también con sus ojos resplandeciendo.

-Quizás... -contesté con una sonrisa.

-Tomaré eso como un sí. -me miró con aquellos ojos grandes brillantes y me devolvió una tierna sonrisa.

-¿Entonces..?- suspiré.

-Que empiece el juego.- dijo finalmente, tomando mi mano y llevándome hacia la gran mesa de la sala.


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