Prólogo

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Su vida corría peligro. Tenía que abrirse camino por el laberinto que formaban las construcciones de roca que rodeaban el palacio de la isla lúgubre en la que se encontraba atrapado. La oscuridad le había transformado dicha tarea en toda una odisea, sin embargo, gracias a la escasez de luz, el aterrorizado castaño, había sido capaz de distanciarse, al menos, un par de metros, de su incansable perseguidor.

Se detuvo en seco cuando divisó entre la niebla un enorme muro que se alzaba frente a él, truncando su huida.

La pausa le permitió al ser que jadeaba ruidosamente alcanzarlo. El escuálido muchacho, volteo consternado cuando sintió la respiración chocar en su nuca.

Esperaba un monstruo, un ser deforme, un vikingo cubierto de cicatrices, o un dragón con características demoníacas, pero, quien lo había perseguido, quien había perturbado su llanto nocturno, no era nada más ni nada menos que una bella doncella, de ojos azules, piel pálida, cabello rubio y bellos rasgos.

—A...A...

La presencia de la muchacha de aspecto divino le resultaba increíble. El joven escandinavo era incapaz de soltar palabra, la aparición lo dejó petrificado.

Se rehusaba a creer en lo que veía, pero, la joven estaba ahí, su esposa, estaba frente a él; pero había algo en su mirada, algo en los ojos de la rubia que lo hacía dudar de sus sentidos. No era ella, pero lo era a la vez.

Cuando la muchacha caminó hacia él, como si fuera una víctima de un poderoso hipnotista, no dudo más, ella no era su amada Astrid.

El vikingo, intentó continuar su escape por un sendero que se extendía a su izquierda, pero el agarre de la rubia lo detuvo.

Asustado, Hipo posó su atención en la muchacha, los ojos de esta transmitían un profundo desasosiego, parecía enferma, cansada y débil, pero peligrosa, fría y fuerte a la vez.

—Hi...Hipo...—murmuró la chica con extrema dificultad.

—¿As...Astrid? —dudo el castaño, mientras tomaba a su amada por los hombros.

Los ojos de la vikinga se llenaron de lágrimas.

Hipo, olvido todo el temor que había sentido, y motivado por el amor que sentía por la vikinga, rodeo el frío cuerpo de esta con sus brazos.

—¡Astrid! ¡Oh Astrid! ¡Cuánto lo siento! —exclamó el chico, para luego besar con dulzura las mejillas de la rubia —Pensé...pensé que me atacarías como los demás...—la chica apoyó su cabeza en el hombro derecho de Hipo —Vamos, tenemos que huir...algo...algo raro esta pasando...—las sorpresivas lamidas que Astrid le propino lo hicieron callar.

—Hipo...estas...muy...tibio...

Las palabras de la chica sonaron tan tétricas que nuevamente los deseos de huir despavoridamente cruzaron por los pensamientos del castaño.

Cerró los ojos cuando sintió la lengua de la muchacha recorrer su cuello. La acción de la vikinga no fue libidinosa, sino que, fue espantosa, pues las lamidas se las propinó al castaño, de forma violenta; daba la impresión de que en cualquier momento arrancaría parte de su carne.

—Astrid...pa...para...por favor...—suplico Hipo entre lágrimas.

El ruego del muchacho fue ignorado por la rubia, que comenzó a lamerlo de forma más violenta. Cuando sintió los dientes de Astrid clavarse en su piel, estalló en llanto. Sintió la muerte tan cerca que no fue capaz de golpear a quien lo lastimaba, solo se quedo ahí, inmóvil, aferrado al cuerpo de la muchacha a la que solo meses atrás, había jurado amar. 

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Gracias por leer.

Espero que comenten, voten, y que, en fin, dejen sus opiniones, ya que eso me motiva mucho para seguir escribiendo. 

¡Hasta el próximo capítulo!

Nota: Aun no se cuando subire los demas capitulos, pero los subire antes de marzo, eso es seguro. 

La maldición del dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora