El ejército rojo y las mentiras del rey II

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Los hombres de Kregar entraron precipitadamente a los establos, la violencia con la que estos abrieron las pesadas puertas de madera produjo un fuerte rechinido que despertó a los animales que descansaban al interior del recinto.

Chimuelo se incorporó de un salto, y al advertir la presencia de los vikingos adopto una posición amenazante, al mismo tiempo abrió sus fauces de par en par con el fin de asustar a los invasores.

Los hombres no retrocedieron. Desobedecer a Kregar no era una opción. Los vikingos decididos a darle a su rey lo que pedía, sacaron sus armas y amenazaron a la mortífera criatura, los gestos agresivos fueron acompañados con gritos estrepitosos.

El dragón, observó perplejo a los atacantes. Largo había sido el tiempo que había ayudado a su jinete a ganar incontables batallas, le pareció ridícula la acción de los guerreros, pues él ya estaba acostumbrado a ver tales reacciones, además, la bulla no haría más que despertar a sus compañeros alados, quienes sin dudar lo ayudarían a hacer frente a la amenaza; confiado Chimuelo se acomodo en el suelo, e ignoró a los guerreros por unos segundos, esperando que sus compañeros de batalla se le unieran y obligaran a los vikingos a huir despavoridos, pero eso no sucedió. 

Cuando Chimuelo advirtió que sus compañeros no lo ayudarían, fue demasiado tarde, pues los guerreros se abalanzaron sobre él.

El furia nocturna era hábil en batalla, por lo que no se dejó vencer fácilmente. Lanzó su ataque de plasma hacia las armas de los guerreros, y cuando estos estuvieron indefensos con su cola los empujo hasta el interior de uno de los corrales, uno a uno los hombres de Kregar terminaron encerrados cuales caballos. El dragón se creyó triunfante, y cuando escuchó los quejidos de los escandinavos se acercó rápidamente a sus compañeros, pero al intentar despertarlos, comenzó a sentir un fuerte hormigueo por todas sus extremidades, tras esto una fuerte fatiga se apodero de todo su cuerpo y finalmente sucumbió tal como minutos antes habían perdido el conocimiento sus amigos. 

Con la respiración agitada, el castaño trataba de llegar a los establos. Había corrido varios metros y el hambre y la falta de sueño estaban comenzando a afectarle, sentía que en cualquier momento se desplomaría. Agotado se apoyó por unos momentos en uno de los muros que conformaban una pequeña vivienda; cerró los ojos y se dio unos segundos para recuperar el aliento, sin embargo, su breve momento de paz fue interrumpido por unos pasos ruidosos que se acercaban. Cuando los ojos del guardia se posaron en su rostro, Hipo no tuvo otra opción que abandonar su descanso, y continuar con su misión.

Faltaban pocos metros para llegar a los establos, los guardias le pisaban los talones, su pierna de metal le dificultaba bastante el desplazarse con velocidad. Las gruesas armaduras y el peso de las armas hacían mas lento el paso de los guerreros, cosa que le permitió a Hipo adquirir ventaja, pero esta no fue suficiente para evitar a los vikingos, pues, tras tropezarse con una alfombra de espinos, el castaño fue alcanzado por los hombres de Kregar, quienes torpemente lo arrastraron hasta el interior del establo. 

Una expresión de sobresalto se bosquejo en el semblante del castaño. Rápidamente observo todos los rincones del establo, en cada rincón se encontraba un subordinado de Kregar, quien con una sonrisa triunfal se hallaba junto a Chimuelo, que no daba señales de vida. El sentimiento de alarma se hizo mas fuerte en Hipo cuando divisó junto al pelirrojo a una mujer de rostro nacarado, vestida que unas ropas haraposas; el berkiano conocía bien el rostro de la dama, era ella quien lo había atacado la madrugada antes de arribar en Heitr, ya no tenía dudas, ella era definitivamente Hemir, la hermana perdida de Kregar.

—Creo que te gusta bastante entrometerte en asuntos que no te competen, Hipo...—dijo el monarca, al mismo tiempo que apuntaba al inerte Chimuelo con una daga.

—¡Claro que me compete Kregar! —Bufo Hipo intentado zafarse del agarre de los guardias —¡Suelta a los dragones!

Kregar emitió un largo suspiro, y tras mirar detenidamente el filo del arma que sujetaba con su mano derecha profirió:

—Realmente no me agradan los dragones joven Hipo, era un sentimiento que Estoico y yo compartimos por largo tiempo, pero, no hago esto por odio, lo hago por amor muchacho...

Hipo miro consternado al monarca, no comprendía cual era el fin de su discurso.

—Mi gente esta en peligro; tu eres un líder, yo soy un líder, se que me comprendes, amas tanto a tu gente como yo. La sangre de esta criatura tiene muchas propiedades, y una de ellas es expulsar a esos asquerosos parásitos...

—¡¿De que hablas?! —interrumpió Hipo, mientras observaba a Hemir, quien soltaba leves quejidos.

—Mi isla, la isla principal de Heitr está invadida por unos demonios rojos muchacho, se apoderan de las personas —los ojos de Kregar se posaron en el rostro pálido de Hipo —Lo lamento mucho, se que quieres a este animal, pero la vida de tu dragón salvará a todo un reino, ¿Lo comprendes?

—¡¡ME ENGAÑASTE!! —exclamó el berkiano a viva voz, lanzando patadas por doquier

—No quiero discutirlo más, el tiempo corre. Guardias, llévenlo de vuelta a la fortaleza...—ordeno el pelirrojo.

Mientras los guardias arrastraban al jefe de Berk hacia el exterior del recinto, Kregar acercó la daga a la garganta de Chimuelo. El corazón de Hipo se detuvo cuando el rey tomó impulso para atravesar las duras escamas del dragón, pero, antes de que fuera capaz de romper el cuello de la criatura, un vikingo sucio y con el cuerpo cubierto de lo que parecían ser pequeños insectos carmesíes, rompió las filas de los guardias que se llevaban a Hipo, interrumpiendo así, el acto brutal que el gobernante de Heitr iba a llevar a cabo. 

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¡Hola! aqui les dejo la segunda parte del capitulo que subi la semana pasada, es algo corto, pero esto se debe a que es lo que no alcance a escribir la semana pasada. 

Espero que les guste y que los haya entretenido. 

sin mas que decir, me despido

¡Hasta el proximo cap! 

La maldición del dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora