El ataque del dragón gota de sangre

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El caos envolvió el ambiente. Los hombres de Kregar soltaron a Hipo precipitadamente, y tras el acto, se movilizaron rápidamente hacia el vikingo que acababa de llegar, mientras tanto, el monarca, trunco el acto que pensaba llevar a cabo y posteriormente solo atino a tomar el cuerpo de Hemir, aferrándose con fuerza a ella.

Durante unos momentos, Hipo se esforzó por dimensionar lo que acontecía. Golpes, gritos y sangre, era lo que presenciaba. El vikingo de repugnantes llagas atacaba frenéticamente a los guardias con uñas y dientes, poseía una vigorosidad y resistencia excepcionales, cada mordida que propinaba era mortífera para los escandinavos, que eran incapaces de hacerle frente. Cuando el castaño volvió en sí, se armó de valentía y tomando una espada que yacía entre el heno, corrió hacia Chimuelo, y cortó las cuerdas que lo reducían, intentó despertarlo, pero el dragón no reaccionaba, parecía que ya nada podría ser peor, sin embargo, las cosas si empeoraron, pues un nuevo estruendo se escuchó; Hipo giro violentamente su cabeza al oír el estrepito y tras ello advirtió la presencia de un gran grupo de heitrerinos.

Las miradas de los recién llegados estaban en blanco, daba la impresión de que alguien los había hipnotizado. Al advertir esto, Hipo intento nuevamente despertar a Chimuelo. El pánico lo abrumaba, se vio rápidamente aplastado por un cúmulo de preocupaciones; el recuerdo de la mujer pelirroja atacándolo paso por su mente, y tras ello se estableció la imagen de Astrid. Su corazón comenzó a latir aceleradamente, e ignorando la batalla campal que se llevaba a cabo a tan solo un par de metros de distancia, se incorporó, pero cuando comenzó a avanzar, un niño de mirada turbia intercepto a su camino. Sintió como las latidos se detenían abruptamente. Retrocedió mientras el sudor frío recorría su rostro; los ojos blancos del infante no se le quitaban de encima, cada vez que daba un paso en reversa, el niño daba dos. Cuando el castaño se tropezó con la cola del furia nocturna, el muchacho poseído estiro la mano y abrió su boca de par en par. Los ojos verdes de Hipo recorrieron todo el lugar buscando alguna forma de huir, pero a su alrededor solo había destrucción, cuerpos mutilados y muchos seres pequeños que lucían como lagartijas pequeñas ensangrentadas. El castaño perdió la esperanza, cerró los ojos y espero lo peor, no obstante, cuando el niño chocó con la pata trasera de Chimuelo retrocedió turbado. 

 Pasmado, Hipo se puso de pie, y observó cómo el muchacho que lo quería atacar se alejaba. Posó su atención en los seres que había divisado momentos antes, y advirtió que esas criatura se acercaban a los guerreros que no habían caído, sin embargo, pasaban por alto su presencia y la de Chimuelo. Cientos de dudas surcaron su mente, pero no había tiempo para pensar en ellas, ni nadie quien pudiera responderlas. Pensó nuevamente en Astrid y en el peligro que la acechaba, miro a su compañero escamoso que descansaba sobre el heno, su corazón se dividió en ese instante. Pero las llamas incandescentes que expulsaron los dragones de sus compañeros que hipnotizados se levantaron lo obligaron a huir.

Jadeando por la carrera que había ejecutado y con las lágrimas cegándolo se alejó del establo en llamas, mientras era perseguido por las bestias furiosas que exhalaban fuego como si de ello dependiera su vida.

El temor no le permitió a Hipo mirar atrás, y gracias a los dioses no lo hizo, puesto que, los dragones en los que tanto confiaba comenzaron a devorar vivos a los pocos hombres de Kregar que quedaban en pie. Gracias a la distancia el castaño solo fue capaz de percibir gritos ahogados, pero tan solo ello vasto, para hacerlo entender que debía seguir corriendo, encontrar a sus compañeros y marcharse de aquel reino decadente.

—¡Astrid! —exclamó el jefe de Berk mientras entraba a la fortaleza. El lugar parecía un campo de batalla; la luz pálida de la luna iluminaba algunas de las paredes grises, lo que le permitió a Hipo apreciar las manchas de sangre que se hallaban en estas. Sus latidos se incrementaron al igual que su respiración, pensó en que había sido un verdadero error gritar el nombre de su amada, y temió que Astrid, su madre o alguno de sus amigos hubiera perecido en la pelea con esos seres infernales.

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⏰ Última actualización: Jul 23, 2019 ⏰

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