La leyenda del dragón gota de sangre

301 27 1
                                    


—...Y cuando la bestia tomó al niño con sus garras, Horick, el valiente y necio Horick, decidió actuar. Saco su afilada hacha y con ella intentó cortar las patas de la criatura, pero, el abominable animal fue listo, y golpeó al estúpido vikingo con su enorme cola carmesí... ¿Y sabes cara de pez que pasó después? —los delgados brazos del locutor rodearon el cuello regordete de Patapez, quien era incapaz de abrir los ojos por el temor que le provocaba la historia que Brutacio relataba.

—Lo...lo..ma...ma...—tartamudeo el vikingo robusto.

—¡Exacto! ¡Lo mató!

La voz del escandinavo resonó por todo el islote en el que los jinetes acampaban.

—¡Padre e Hijo fueron devorados por Kreg el monstruo que habita el reino de Heitr...!

Un chillido interrumpió el estrépito que Brutacio había creado. Toda la compañía posó su atención en Patapez, quien había emitido el grito.

—Oh vamos... ¿Es en serio? —se quejó Brutilda, mientras observaba despectivamente al escandinavo asustado. 


—Chicos...—interrumpió Valka con dulzura —Creo que ya fueron suficientes historias por hoy. Es tarde, mañana tenemos que presentarnos con la mejor cara en el palacio de Kregar...

Los quejidos de los gemelos, Patán, Eret y Bocon resonaron.

—¡Vamos mamá de Hipo! ¡Podemos oír solo una más! —rogó Patán, mientras realizaba una mueca de súplica, que, en lugar de verse tierna, lucia mas bien perturbadora.

—Por favor...—murmuraron los gemelos, imitando el gesto de Patán.

Valka soltó una carcajada, y tras ello, sucumbió ante la petición de los jóvenes. Asintió sin borrar la alegre mueca, para luego decir:

—Ustedes ganan, adelante Brutacio, cuenta la historia más perturbadora que sepas...

El rubio sonrió orgulloso; recordó todas las narraciones que alguna vez había oído, y con la velocidad de un rayo seleccionó la que más noches sin dormir le había causado. Les dio la espalda a sus amigos, y luego, cerró los ojos dramáticamente.

—Esta es la historia...—musito mientras se giraba lentamente —del dragón gota de sangre...

Tras las palabras de Brutacio los presentes guardaron silencio y se acomodaron juntos, cerca de la fogata, expectantes por oír la que era la historia más tétrica del mundo escandinavo. 


Las antorchas iluminaban precariamente los pasillos, el suelo húmedo lo había hecho resbalar mas de una vez, pero eso poco y nada le importaba a Kregar. Con sus manos de callosos nudillos, el rey empujo la puerta que se encontraba frente a él; dudó antes de atravesar el umbral, pero finalmente decidió hacerlo, era el temible Kregar después de todo, el vikingo más valiente de toda noruega. La oscuridad del cuarto lo desoriento por unos momentos, sin embargo, su vasta experiencia en el combate lo ayudó a recuperar el rumbo, camino diez pasos hacia adelante, y luego con voz grave, dijo:

—Se que estas aquí...no tienes porque ser tímida con el viejo Kregar...

La voz del gobernante se perdió en la lúgubre quietud.

—Hemir...te lo ordeno...respóndeme...

Nuevamente el rey no obtuvo respuesta.

—Te lo pediré por última vez bruja...hazte...

—¿Kregar...?

Una voz melodiosa interrumpió la petición del rey.

Sorprendido, Kregar se giró en dirección a la voz de Hemir; y cuando entre las tinieblas pudo divisar el rostro amable y pecoso de su hermana menor corrió hacia ella sin meditarlo.

La maldición del dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora