neblinas que cubren cada poro de mi piel, vientos que desgarran mi rostro, y noches que son historias de nunca acabar; tragos de whisky, ron y vino que saben al mismo infierno, tabaco que va y viene como el sol y la luna pero a diferencia de estos dos me deja un frío sabor de boca, como mil y un almas atrapadas en mi garganta. Poemas y sonetos monótonos de cada año, manchas de café, tinta y lagrimas sobre estas desgastadas notas arrugadas y oxidadas por el tiempo. La camisa blanca y mi corbata negra que uso cada fin de mes esperando en la silla donde las he colocado este par de años. Mi cuaderno de bosquejos harto de interrumpir su sueño que creo que se suicidara uno de estos días. Mi cama, fiel confidente de todas mis tragedias, vistas y por haber; fría y dura de tantas tragedias sentidas y escuchadas que se proclama a si misma como terapeuta de mis delirios. Cenicero quebrado, fiel acompañante en noches sin fin junto a aquel vaso donde tan solo quedaban unas cuantas gotas de vodka barato que hicieron de mis noches los viajes mas largos que he atravesado. Ventana de mi alcoba, primer paisaje apreciado a las 5:00 am al ver un cielo oscuro que será tocado por el sol, frío leve de otoño que hace confortable el hecho de despertar pero con un millar de sogas en todo el cuerpo. Sendero de arboles, que te aprecio cada mañana y cada tarde al retornar a mi casa, camino infinito con agrio final. Anhelo de mis anhelos, perdición de mis perdiciones, musa de musas, vicio de mis vicios, rosa de mis espinas, frío de mi invierno, muerte de mi vida, te he yo de contar mis confidencias sacadas de mis adentros, pero por hoy me basta con que sepas esto, primavera de mi otoño.