"Los lugares más oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en épocas de crisis moral" según el libro del infierno de Dante; esta en lo correcto, todos tenemos un lugar reservado en el infierno el cual podemos tomar las veces que queramos. La proximidad que tenemos de estar cerca del cielo es igual de alta que estar en el infierno, nosotros creamos nuestros demonios y por ende creamos nuestro propio fin, nuestro propio dolor y nuestro propio infierno. He estado en ese lugar en varias ocasiones, la ultima vez que lo traje fue hace unos meses, en mi habitación para ser exactos, nunca imagine que unas cuantas horas se convirtieran en siglos estando allí, no era un lugar horrible, no había fuego ni nada por el estilo que asemeje al infierno que las personas tienen contemplado; ese lugar era solo mi habitación, era solo yo recostado en una cama recordando su mirar sabor ginebra dulce, su tocar y su presencia que ahora con la cabeza sobre la almohada estaba totalmente perdida, llegaba a gritar pero ese grito no pasaba mas de mi mente, me estaban asfixiando, no escuchaba nada que no fuera la tétrica sinfonía de mi respiración y mis sollozos que se tornaban mas largos y dolorosos que asemejaban al sufrimiento de estar durmiendo sobre una mesa de clavos que solo te lastimaban mas no penetraban tu piel. El invierno hizo buena pareja con el infierno, era enero y el frío seguía en cada rincón de este lugar, seguía tocando mi piel, haciéndome erizar y hacer mucho mas notable que ya no estaba su calor aquí, mi hogar que estaba entre sus brazos se esfumo como la ceniza de lo que llego a quedar de aquel día en que le vi por primera vez a los ojos. El frío seguía matándome, desconocía totalmente que hacer para evitar sentirlo mis esfuerzos fueron en vano. Admito totalmente que a lo largo de estos años he atravesado un huracan de mentiras, traiciones, decepciones, tristezas y engaños, no se controlarlo, se esta saliendo de control.
