Para todo hay una primera vez

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Espera... ¿Ella acaba de decir...? Escuché bien o... Haber... Ella no pudo haberme pedido que... Pero si estamos en plena discusión.... Aunque, probar sus labios rosados en medio de una discusión es dios...
- ¿Qué?.- fue lo único que pude balbucear.
- ¿Quieres que te lo repita?. Hazme el amor, vamos a la cama y tengamos sexo. ¿Así o mas claro?.- Ella sonrió de forma traviesa y con algo de diversión. Dios mio, esta chica me acaba de pedir claramente que vayamos a la cama. La adoro.
Comencé a besarla nuevamente, pegándome más a su cuerpo tonificado, adoraba su cuerpo, esa cinturita en forma de guitarra me mataba cada vez que la sentía o tan solo con verla. La pegué a la pared, llevando sus manos arriba de su cabeza y casi salto de felicidad cuando ella gimió ante esto. Hice que me rodeara con sus piernas y con una mano comencé a quitarle su blusa y la lancé a un lado. Me le quedé viendo a su pecho, dios mio..., ese sujetador negro me pedía a gritos que lo rompiera en miles de pedacitos. Ella se sonrojó por como estaba viendo su pecho.
- ¿Sabes? Mis ojitos están acá.- dijo ella algo nerviosa y divertida a la vez.
- Lo se, aunque es difícil no ver esas hermosuras en ese sujetador negro.- ella se sonrojó más.
Comencé a acariciar su pecho desde encima de su sujetador, ella comenzó a jadear. Regresé a sus labios devorandolos cada vez más. Recordé que ambos estábamos en pantalones aún por lo que la cargué y la llevé a mi habitación recostandola en mi cama. Besé su cuello una y otra vez, dejando chupetones por todas partes, descubrí que su cuello era su punto débil, ese en donde mandaba todo al carajo. Ella comenzó a pasar sus manos por mi cabello jadeando. Yo sonreí, adoraba su cuello, adoraba la forma en como su pulso se aceleraba cuando yo comenzaba a hacer exploración con mis dedos. Seguí bajando hacia su pecho y me estorbaba ese sujetador. Tanteé el material con mis dedos para ver lo resistente que era y lo rompí fácilmente. Ella se me quedó viendo sorprendida y con la boca abierta de asombro. Yo volteé a ver esas dos hermosuras que me saludaron y comencé a besarla y chupa por todas partes, eran adictivas. Ella comenzó a gemir y me alegré al saber que nadie le había hecho algo como esto.
- E-esto...no... Es... Justo... - jadeo ella entre palabras.
- ¿A qué te refieres, preciosa?.- pregunte mientras seguía dejando un rastro de besos por todo su pecho.
- Yo soy la única que esta quedando desnuda y gimiendo... - apenas y logró decirlo sin sonrojarse.
Sonreí hacia ella riendo, como siempre ella tan diferente. Me quité los pantalones junto con mi bóxer. Ella se me quedó viendo sorprendida y sonrojada, luego su mirada cambió a una de hambre, lujuria y necesidad.
- ¿Te gusta lo que ves?. - dije para picarlo un poco, adoraba su cara.
- Me encanta... - dijo con una voz sedosa, seductora y sexy. Me estremecí al escucharla.
Comencé a sacar sus pantalones que siempre le hacían algo fascinante a sus ya perfectas piernas, las hacía lucir más largas y delineadas de lo que ya eran mientras ella jadeaba cada vez más fuerte.
Besé su estómago saboreando cada centímetro de su piel, continúe bajando y cuando iba a besar su centro me alejé escuchando su gruñido de reclamo. Sonreí contra su piel y deje un breve beso tierno a lo cual ella jadeo-gimió. Continúe mi camino con sus piernas tardandome en sus muslos para picarla más y más.
Me da cuenta de que me estorbaba sus bragas así que le sonreí advirtiéndole mientras ella estaba a punto de gritarme «no» cuando rasgué sus bragas. Comencé a admirarla, era verdaderamente hermosa, sus senos redondos y rosados, su cinturita de muerte, caderas de infarto y piernas kilométricas. Ella se sonrojó más de lo que ya estaba.
- No me veas así...
- Así ¿cómo? No puedo dejar de admirarte porque eres lo mas hermoso que he visto.
- No digas eso, apuesto a que le has dicho eso a miles de mujeres. Además no es la primera vez que estas con una mujer y muchísimo más hermosas que yo.
Escuchar eso me enojó, ¿como podía convencerla de que la amaba?.
- Escucha bien, Calis, tú eres mi amor, tu solo me pones así, tu nunca te sales de mi cabeza, nunca. Yo te pertenezco y tu me perteneces completamente. Si, tuve mi pasado así como todos, no puedo cambiar mi pasado pero si puedo arreglar min presente, y tú ahora tu eres mi presente. Que de eso no te quede duda.
Ella se me quedó viendo tiernamente.
Me acerqué a ella cerrando el espacio entre nuestros cuerpos y la besé con tanta pasión que sentí que mis labios se fundieron con los suyos. Le separé las piernas con cuidado con mis manos, yo comenzaba a jadear más fuerte ante la situación. Cuando estaba listo de entrar en su interior, recordé algo importante, no quería que llegara un pequeño bebé ahora, me fascinaría tener uno con Calis pero ahora no. Me separé de ella mientras ella me volteaba a ver con curiosidad. Me acerqué a mi cajón y saque un condón viendo que estaban frescos. Se lo enseñé a Calis y ella sin apartar la mirada de mi desnudo cuerpo aún sonrojada calló en cuenta.
- Ante todo tu seguridad. - sonreí y me subí a la cama. Me puse el condón lentamente para provocarla y verla sonrojarse más. La recosté nuevamente y me coloque sobre ella, le separé las piernas y comencé a entrar lentamente mientras ella jadeaba y metía su cara en el hueco de mi cuello. Quería hacerla disfrutar, no quería decepcionará, nunca había recibido quejas pero sinceramente nunca me importó. Simplemente ella me importaba
Cuando entré hasta el fondo, ella gemía de placer y de dolor pero mas de dolor. Me paré un momento y le levante la barbilla para que me mirara a los ojos.
- Calis.... ¿Estas bien?
- Sí...- ella seguía gimiendo y jadeando fuertemente.
- Calista, no mientas, ¿que pasa? ¿Me detengo? ¿Quieres que paremos?.- podía decir que en verdad le dolía por como sus pupilas estaban dilatadas y su interior palpitaba demasiado rápido.- ¿Te duele?.
- No... Bueno si... Es que... No se si te lo dije pero... Uh... - me estaba espantando. Ella se acercó a mi oído y susurró.- es que... Yo soy virgen... O lo era..
- Dios mio.... Eso es, me estas matando con eso.
Yo era afortunadisimo de tener a esta chica desnuda entre mis brazos, gimiendo en su primera vez.
- Avísame si quieres que pare, ¿de acuerdo?- ella asintió.
Comencé a moverme lento, atento a cualquier señal de dolor duro, pero unas cuantas veces mas y ella ya me seguía el ritmo. Ambos comenzamos a jadear y gemir más y más fuerte, ella me mordió el hombro prendiendome más. Aumente las estocadas y se creo un silencio en donde solo se escuchó la lluvia y al instante, ambos nos hicimos trizas de placer.

Del odio al amor hay un solo paso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora