Capítulo 1

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Supongo que estaba nerviosa, quizás no. Bueno, era más un si, pero seria como siempre ¿no?. Llegar, ver chicos y chicas creyéndose geniales por todos lados, entrar tener que escuchar las palabras de todos los mayores a cargo, hablando de bla bla bla y otras mierdas. Un salón dónde él profesor se retrasa, yo estoy sentada en él fondo de costumbre y cuando llega la lista con mi nombre, lo pronuncia mal. Él que se cree él capo de la clase se burla, ínsita al resto y soy como siempre, la menos notable, y notable solo para burlas.
A veces me gustaba que mi pecho duela en esos momentos, me gustaba sentir como mi corazón punzaba. Era cuando entonces perdía él control, cuando ya no estaba en mi y no sabia cuando iba a regresar, ni nadie lo sabia. Era en ese momento cuando me sacaban de la clase, después de una visita al medico podía irme a mi casa y estar lejos de ellos. Solo por eso, era que a mi me gustaba sentirme así, solo en esas ocasiones. Nunca pude disfrutar de la escuela, y hasta entonces estaba segura de que no lo haría nunca.
Pero acá estaba, sentada en él fondo, en la tercer fila contra la ventana. Prefería mirar hacia afuera, dónde los arboles parecían divertirse mas que yo, ahí tan quietos, sin poder decidir nada, ni sobre sus propias ramas. Y aún así se divertían más que yo. No paso mucho hasta sentí que alguien se había parado junto a mi, volteo y ahí estaba una chica con él mismo color de mis ojos, algunas pecas y una mirada que yo juré en ese instante, era la mirada más encantadora que había visto.

-¿te molesta si me siento al lado tuyo?-

Pero antes de contestarle mire al rededor, esto no era normal. No era parte de mi rutina. Y lo que pensé, había varios lugares aún libres.

-lo bueno es que nos conozcamos, ¡seguro terminamos llevándonos más que bien!- volvió a hablar.

-te doy hasta él recreo para que te arrepientas.- y le Sonreí. Creo que una mujer va a estar muy contenta después de que se lo cuente cuando llegue a casa.

-Leymara no es un nombre muy común.-dije.

Estábamos en el bufete, ella estaba comiendo algo que trajo de su casa, según escuche, eran torrejas de arroz. Yo pedí lo normal en mi, una ensalada de pollo con tomates.

-hmm..cuando tus padres esperan a su hija primeriza quien sabe que es lo que se les pasa por la cabeza. Quizás no se dan ni cuenta de que nombre te están poniendo.- Respondió.

Quizás sea así, pero yo me llamo Oriana, no se sí mis padres estaban embobados o ebrios. Eso debió ser.
Todo esto es agradable, Leymara no para de hablar, no se de que esta contándome ahora, sobre su viaje a Córdoba o su pijamada de hace tres meses que duro tres días. Pero no puedo escucharla, estoy pensando en esto, ¿y si en verdad esto me ayude? ¿y si genera un cambio en mí? Tengo mi vista en los tulipanes que están sobre él mostrador de él patio de comidas, es un lindo adorno, me relaja mientras Leymara termina de atragantarse con la lengua, veo sus colores, azul, violeta, rosa. Dejo de prestarle atención cuando los veo girar, ¿en que momento los arraso él viento? Pero las ventanas están cerradas. Elevó mi vista hacia él techo, gira, todo gira. Intento controlarme, mis intentos son estúpidos, hay demasiada gente, mi respiración se acelera y es cuando empiezo a temblar.

-¿que pasa?-

Pero la voz de leymara se escucha lejos aunque solo este a unos metros de mí.

-¡Oriana ! ¡Oriana!-

¿es esto lo que pasa cuando empiezas a tomarte en serio las cosas? ¿Es él juego? quitarte todo de las manos cuando habías terminado de aprender como sostenerlo para que no se rompa.
Pero hace tiempo perdí él control sobre mi misma, no hay nada que me pueda hacer volver.
Caigo sobre él suelo, y lo ultimo que veo es él rostro preocupado de Leymara, sus ojos ya no son encantadores.

Perfectos desconocidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora