Capítulo 4- Dones

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ELISABETH

Cuando llegué a Londres, me sentí como una hormiga en una gran ciudad.

Había visitado alguna vez Londres con mi padre, pero los recuerdos son vagos y confusos.

La ciudad en sí era enorme, muy habitada e intimidante.

Le dije al taxista que me llevase a los suburbios de la ciudad.

Pagué el pasaje y me aventuré por sus calles.

Las fachadas de los edificios portaban un color gris blanquecino, los balcones que algunos tenían, los barrotes de metal estaban amarillos por su oxidación y las maderas que se podían ver estaban podridas y agujereadas por las polillas y el tiempo.

Las calles no aportaban un mejor aspecto; donde mis ojos podían captar, las aceras estaban llenas de basura y alguna que otra rata muerta y no tan muerta.

Lo que más me aterrorizaba era el hecho de que no había nadie en la calle. Temerosa de que alguien pudiese asaltarme, había colocado uno de los cuchillos en la espalda, para mayor rapidez y facilidad de acceso a él.

Llevaba un par de horas caminando, cuando decidí sentarme en un banco bastante nuevo.

Me puse a reflexionar, ¿qué ocurrirá de ahora a delante? ¿Habrá guerra? ¿Se dará cuenta mi hermana que sigo viva? ¿De quién soy compañera? ¿Lo conoceré algún día? Si es así, ¿seré feliz?

Un millón de preguntas burbujeaban en mi mente, buscando respuestas, de las cuales el futuro tenía, un futuro incierto.

Alguien tocó mi manga y me puse en posición de ataque.

Delante mío había un niño de unos ocho años, bastante desaliñado.

Tenía el pelo de diferentes colores, la piel sucia, las uñas largas y negras y vestía con un jersey enorme y viejo, unos pantalones raídos e iba descalzo.

Abandoné mi posición de ataque y tomé una postura más tranquilizadora.

"¿Tienes comida? Tengo hambre."

Fue cuando me fijé en su rostro y se me rompió el corazón. ¿Cómo he podido ser tan egoísta? ¿Quejarme tanto por los golpes recibidos? El niño tenía la cara huesuda, debido a la mala alineación, y con las pintas que llevaba, no habría visto nunca un baño.

"Ven conmigo. Iremos a comprarte algo."

Me miró con desconfianza.

"Te lo prometo."

Al fin me hizo caso y me siguió.

"¿Cómo te llamas?" Le pregunté cuando llevábamos un rato caminando en silencio.

"Paul."

"Bien Paul, me llamo Elisabeth, Beth para tí. ¿Dónde está tu madre?"

"No lo sé."

"¿Tu padre?"

"Se fué."

"¿Con quién estás, pues?"

"Solo."

Le miré incrédula. ¡Un niño de su edad solo!

"¿No eres de aquí verdad?"

Negué con la cabeza.

"Más adelante hay una tienda de comida. Allí nos darán algo." Sonrió entusiasmado.

Y tenía razón. Exactamente cinco minutos más tarde, entramos es un tienda de comestibles donde la única dependienta era una asiática entrada en años y en carnes, con muchas arrugas en la cara y con unas diminutas gafas.

"Queremos el bocata más grande que tengas y una botella de agua, por favor."

Me miró como sí me estuviera evaluando, luego se levantó y desapareció por la trastienda.

Miré a mi alrededor, se podía diferenciar la tienda en dos partes: la comida e utensilios de trabajo y de hogar. Cerca de la entrada se encontraba el mostrador , y detrás de él la trastienda. Encima del mostrador se encontraba el cajero y una pequeña televisión.

Miré con atención la pequeña pantalla. Estaban dando las noticias.

'Tras la impactante noticia sobre la existencia de los vampiros, varías personas se han suicidado, otras han sido llevadas a centros psiquiátricos. La situación es muy grave. Esto podría significar la Tercera Guerra Mundial, o como algunos historiadores ya dicen, la Guerra Sanguinaria. Los vampiros no piensan dar

su brazo a torcer, y todos los gobiernos tampoco. Ambos grupos ya están preparando sus guerreros. Se espera a que empiece dentro de un mes. Tenemos cierta información dada por caza vampiros expertos. Estos vampiros únicamente se pueden matar cortándoles la cabeza, por eso, no habrán bombas ni armas de fuego. Eso dificulta bastante a nuestros soldados, que tienen que aprender a luchar con la espada. Gran parte de las luchas se estiman que ocurrirán en las ciudades más famosas como París, Londres, Viena, Roma, Nueva York, Washington... Entre otras.

Una última cosa más, ciertas personas poseen un pequeño tatuaje debajo del dedo gordo de la mano derecha. Estos individuos deben ser aprisionados y si es necesario, asesinados. Suena brusco y sanguinario, pero esas personas son aquellas destinadas a procrear con vampiros, son una amenaza. Son llamados compañeros. Recuerden, si ven a alguno de ellos, llévenlos a a los caza vampiros o a algún soldado."

Estaba en shock. No sabía si pensar si los vampiros eran mejores que los humanos o iguales. Tragué saliva y busqué pote entre las estanterías de maquillaje.

Lo coloqué en el mostrador ante la atenta mirada de Paul a la vez que la dependienta salía con un enorme bocata de jamón con queso y agua fría.

Le di la comida y el agua, mientras que pagaba las cosas. Disimuladamente, me apliqué un poco de maquillaje en la mano, haciendo desaparecer mi marca.

Cuando terminé de pagar, miré a Paul, ¡se había bebido un tercio de la botella de un litro y la mitad del bocata!

"Paul, come más lento." Le regañé.

Él intentó hacerme caso, pero se veía a simple vista que necesitaba alimento.

"¿Es su hijo? ¿Su hermano tal vez?" Me preguntó la mujer.

"No. Es un niño que he conocido hoy."

"¿Qué hará con él?"

Me quedé mirándole.

"Si el quiere, lo cuidaré yo. Por cierto, ¿sabe dónde hay un lugar para alquilar un apartamento?"

La señora me siguió evaluando, y me sonrió con simpatía, acentuando más sus arrugas.

"Tengo una nieta, Sheu Lang, que cuida de niños abandonados. Tal vez si tu la ayudases, ella te daría techo a ti y al niño."

Sonreí encantada.

"Dígame dónde vive y la ayudaré encantada."

Una hora más tarde me encontraba en una enorme casa de tres pisos de estilo asiático.

La nieta, Sheu, resultó ser un encanto de mujer. Era bajita, con rasgos muy marcados, ágil y fuerte. Nos dio una grata bienvenida y nos enseñó la casa.

Le di un baño a Paul (¡se le notaban los huesos!) y le entregué ropa nueva.

En toda la casa había 45 niños, comprendidos entre 1 año hasta los 14 años. Por lo que pude descubrir, había 4 compañeros, tres niños y una niña.

Los niños, de 3, 4 y 8 años se llamaban Bart, Bill y Sam. La niña se llamaba Lyssie de 14 años. Esos cuatro niños y Paul eran mis favoritos.

Me querían como una madre, y yo como mis hijos.

En una semana ya me llamaban 'el ángel de los Dolores'. Sheu sabía nuestro secreto, y nos cuidaba con más frenesí.

Bart tenía el don de ver el futuro, Bill podía comunicarse mentalmente con todos (funcionar como una radio) e incluso doblar la voluntad de alguien, Sam podía crear portales de transportación y Lyssie podía convertirse en cualquier animal.

Faltaba solo una semana para la guerra.

Marca de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora