13.

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—¿Zayn? —dije, con la esperanza de que mi cuerpo no
temblara de esa manera solo por decir su nombre.

—Hey —él dijo, girándose a medias hacia mí, la luz que se suponía brillaba sobre el jardín trasero y exponía a los potenciales ladrones o la hierba o lo que sea estaba allí solo por él en este momento, solo brillando sobre él, y él es magnífico, y lo besé.

Lo besé, y él me besó, debería haber tocado su cabello, debería haber memorizado la sensación de su boca, debería haber hecho más que solo pensar "sí, esto es, si esto es por lo que he estado esperando, así es como tenía que ser".

—Zaides está muy preocupada —dije, pero las palabras llegaron demasiado rápido, como si al no sacarlas lo suficientemente rápido de mi boca dejaría de pensar. Dejaría de querer—, a ella le gustas mucho —y ahora mi voz se estaba agrietando pero yo no estaba triste, no lo estoy. Me obligué a mi misma a sonreír, extendiendo mi boca anchamente—, ella incluso te hará algo para comer.

Ella nunca ha hecho eso por otro muchacho.

Él me miró, y yo me pregunté si él podía mirar dentro de mi cabeza, si podía ver las palabras que yo no había dicho en voz alta, y que no me iba a atrever a decir.

—¿Te encuentras bien? —él dijo, todavía mirándome, sentí mi sonrisa deslizarse, desvanecerse, y el silencio que cayó sobre nosotros era tan lleno que no pude escuchar nada, ni el silbido de mi corazón latiendo en mi pecho, ni los sonidos a nuestro alrededor; insectos, el viento, y los otros distantes estruendos en la vida de otros en casas construidas cerca pero no demasiado por que cuando miras por la ventana todo lo que pretendemos estar viendo es lo nuestro.

Pero Zayn no es mío.

—Estoy bien —dije. Miré sobre mi hombro, atrapé una vista de Zaides moviéndose por la cocina, con gracia fluida incluso cuando hacía algo tan ordinario como hacer palomitas. Ella pondría manteca extra solo porque sabía que a mí me gustaba, yo sabía eso sobre ella justo como se que ella tuvo varicela cuando tenía cuatro años y tenía una cicatriz en su tobillo derecho debido a eso, el único lugar en el que se había marcado, su madre le dijo que había sido mala por haber hecho eso y la hizo llorar.

—Estoy bien —dije de nuevo, y esta vez cuando miré hacia Zayn me obligué a mi misma a mirarlo con Zaides la primera vez, aquella primera noche en la fiesta al final del verano, y luego todos los momentos que vinieron, después de la escuela, semanas de ellos juntos. Semanas. Lo hacía porque tenía que ver lo que era real.

—Deberías entrar y hablar con ella —dije—. Te daré cinco minutos de privacidad y entonces voy a entrar, agarro mis cosas y me voy.

Él miró al suelo. —¿Estas? —él limpió su garganta—. ¿Puedo preguntarte algo?

Si. No. Si. Cantaba internamente, me forcé a encogerme de hombros, a decir "claro" sin palabras porque justo ahora no podía manejar ninguna.

—Yo... ______ —él dijo acercándose un paso. Mis dedos se encogieron dentro de las zapatillas, esperando. Esperando a lo que sea que estuviera por venir—. Yo solo... Tengo que saber algo. ¿Recuerdas... te acuerdas de la fiesta antes de que la escuela empezara? ¿Tú estabas en el estudio y yo entré y, hablamos?

Asentí. Vi su tórax trabajar, pálida piel atrapada por el brillo de la luz que caía sobre la oscuridad.

—Yo realmente quería seguir hablando —él dijo. Las palabras salieron en un susurro—, y cuando llamé a tu casa al día siguiente, no llamé por Zaides, ______. Yo quería hablar contigo.

—¿Conmigo? —¿Conmigo?

—Si —él dijo, y su voz fue áspera, intensa, y nosotros estábamos demasiado cerca como para tocarnos, pero no lo estábamos, no lo estábamos.

Pero podía sentir todo a nuestro alrededor. Con cada respiración que yo tomaba estaba la promesa de su piel tocando la mía, y yo quería aquello.

Quería que nos besáramos de nuevo, quería que él me besara, lo quería a él.

Lo quiero, y él me está mirando cómo me miraba la noche pasada.

Él me está mirando como si quisiera besarme.

—Zayn —dije, sonando como una súplica. Tenía miedo de esto, de él, de mí, sobré él y yo, pero no lo suficiente, no como debería. Entonces su cabeza bajó hacia la mía y yo me elevé en mis pies, anhelando encontrarlo, y entonces...

Y entonces la mamá de Zaides gritó: —¡¿Quién diablos aparcó su auto en mi
cochera?!

La regla no escrita {Zayn Malik}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora