Capítulo 2°

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Mi presente.

Buenos Aires, Argentina.

Una nueva etapa, empezar de cero, hacer amigos, estudiar mucho. Son las cosas que más me interesan hacer ahora que estoy en un nuevo país.

Al bajar del avión y después de obtener mi equipaje, me asignaron un taxi para llevarme al nuevo hogar que mis padres me consiguieron. Un ostentoso complejo de apartamentos fue lo que me encontré al bajar del vehículo. Entré al edificio y enseguida fui interceptada por un hombre de seguridad.

—Buen día señorita, ¿viene de visita a algún departamento?

Negué débilmente.

—No, a decir verdad, voy a vivir aquí —contesté mostrándole las llaves de mi departamento.

—¡Vaya, nueva inquilina! —formó una sincera sonrisa en su rostro.

Era un sujeto de unos cuarenta y tantos, parecía amigable.­­

—En ese caso te doy la bienvenida al edificio, mi nombre es Carlos y como podrás ver, soy el vigilante del lugar. Permíteme informarte que aquí es muy tranquilo y agradable, tanto el edificio como la zona, los vecinos también son buenas personas, la mayoría muy amables. Espero que te sientas como en casa y para cualquier cosa que necesites, me tenés aquí o me llamás con la clave *3312 desde tu teléfono de casa.

Carlos terminó con su bienvenida y yo quedé satisfecha con la información que recibí.

—Muchas gracias Carlos, lo tendré muy en cuenta —contesté con una amplia sonrisa en el rostro.

Tras una breve charla acerca de los demás servicios que ofrece el edificio, el hombre de seguridad me ayudó con el equipaje al elevador. Llegué a la doceava planta, departamento 156A, se encontraba al final del pasillo y justo frente a mi puerta estaba la del vecino, muy cerca para mi gusto. Entré sin más dilación; el lugar era bonito, ya estaba amueblado al estilo de mi madre, lo pude reconocer de inmediato, quizá luego me encargaría de ello. Instalé algunas cosas esenciales y volví a salir para dirigirme ahora a la universidad.

Después de una extensa charla con mi tutora, dimos un recorrido por las instalaciones para familiarizarme un poco con el lugar, revisamos unas guías y materiales que necesitaría y al terminar volví a casa algo exhausta. Tomé un baño, me puse el pijama y le avisé a mi familia que ya estaba aquí, no esperé respuesta y me preparé para dormir.

Me encanta correr muy temprano por las mañanas, por eso al día siguiente a primera hora me preparé para hacerlo. Esa era la primera vez que lo haría sola, en Los Ángeles siempre salía con Sophie, una de mis pocas amigas (sino es que la única); en casa, si no llegaba Sophie por mí, el ama de llaves no me dejaba salir... aun teniendo 24 años.

¿Absurdo no? Aunque realmente llegué a comprender por qué lo hacían.

La música es parte importante de mi vida y cuando uso audífonos, casi pareciera que me transporto a otro mundo. Nunca me distraía nada en absoluto, menos si estaba escuchando música, siempre veía pasar a las personas a mi alrededor y rara vez les prestaba atención, para ser exacta, la visión de mi entorno mayormente era borrosa.

Pero en esta ocasión fue diferente. En el momento en que me detuve para callar el temporizador, al levantar la mirada me topé con unos profundos ojos cafés.

Interesante.

Fijó en mí su mirada, por sólo unos segundos sus ojos se conectaron con los míos.

El sujeto llamó mucho mi atención.

Después de ese casual encuentro volví a casa para darme un baño, el parque no estaba lejos. Me preparé para salir y en el proceso mi estómago soltó un gruñido, no había nada en mi nevera, lo primero sería ir a un supermercado.

Sentí un poco de nostalgia al recordar que mi hermano y yo solíamos hacer las compras del hogar, él siempre buscaba la manera de sacarme de esa cárcel y aunque solo fuese esa simple salida, me divertía mucho con él. A pesar de que mamá reclamaba el hecho de estarle quitando una responsabilidad a la servidumbre, no nos importaba.

Volví a casa con más compras de las que había planeado, al verme luchar con algunas bolsas Carlos me ayudó de inmediato y entré al elevador después de agradecerle, me las ingenié ahí dentro para tomarlas todas pero al salir de elevador se me cayeron un par de cosas, intenté levantarlas sin mucho éxito y cayeron más cosas al suelo.

—Demonios... —murmuré para mí.

Unas manos se acercaron para ayudarme, miré al dueño de estas, era un hombre increíblemente misterioso, por lo que pude distinguir estaba muy estoico. Llevaba unas gafas obscuras, un sombrero y una gabardina negra, se me hizo demasiado extraño su vestuario y no pude ver bien de quién se trataba con todo eso puesto.

—Oh muchas gracias, realmente necesitaba una mano extra —sonreí tímida y un poco apenada.

—Hoy por ti, mañana por mí —me regaló una sonrisa a medias. Me entregó la última bolsa y continuó su camino.

Qué hombre tan intrigante.

Entré a casa para acomodar la despensa y hacer algo de almorzar.

A pesar de haber estado realizando diversas actividades a lo largo del día, seguía pensando en aquel hombre misterioso, lo asocié con el sujeto de esta mañana y estuve armando teorías muy locas (como que se parecían mucho o que tal vez eran gemelos, quizá alguien con una doble vida, etc.), pero me hizo falta fijarme más en ambos, pues apenas y los había visto unos cuantos segundos.

Esa noche dormí con la esperanza de volver a coincidir con ellos.

La mañana siguiente era lunes y... todos odiamos los lunes porque es el inicio de las jornadas laborales y en mi caso, escolares.

Por ello decidí ir a la cama temprano para rendir al cien por ciento en mi primer día. Me di un buen baño, de hecho estrené el jacuzzi y las sales aromáticas qué compré; luego de disfrutar del agua tibia me coloqué el pijama y me dormí leyendo un libro de Julia Holden.

Y aún pensaba en aquel sujeto...


...

Amor Perturbador. [Dross]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora