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Los últimos días pasan rápido y el intenso deseo de encontrarme con Amadeus se ve atrasado debido a la insistencia de mis madres y damas de que me pruebe diferentes vestidos y antifaces para el baile, el cual a último momento se les ocurrió la idea de hacerlo temático. Así que, durante todo el día anterior al baile me veo en mi habitación probándome vestidos hasta que topamos con el correcto, cuya tela es de un color marfil que se va oscureciendo hacia abajo, es ajustado hasta por un poco más encima de las rodillas, según mi madre: estilo sirena; luego varias capas de tela suelta aparecen, dándole un toque más relajado; tiene decoraciones marrones de diferentes tonos y brillosos, las cuales abundan en la parte superior, que termina en cuello redondo con cintas gruesas como mangas.

El antifaz es uno simple de color marfil al igual que el vestido, con una textura brillosa; debo mantenerlo sobre mi rostro con una fina vara que está a un costado. Me pregunto una y otra vez si será posible que aguante tantas horas cubriéndome el rostro.

-Estás muy linda -comenta Kathleen, sonriendo tanto que sus hoyuelos se marcan con intensidad.

-Gracias -digo. Mamá me mira de arriba abajo mientras nosotras esperamos su aprobación. Finalmente, también sonríe y no puedo evitar sentirme alegre.

-Me encanta -susurra-. ¡Estás hermosa!

-Gracias.

-Sans no se resistirá y te pedirá matrimonio. -Sus palabras hacen que caiga abruptamente en la realidad, por un momento había olvidado qué era lo que sucedía a mi alrededor y me reprendo por ello.

-Bien. Estoy cansada y estoy segura de que mis amigas también -le digo a mi madre, quien dirige instintivamente su mirada a la ventana, fuera, la noche ya está en lo más alto.

-Nos retiraremos, así puedes descansar para mañana. -Asiento y espero a que mi madre de el primer paso para salir de la habitación, todas la siguen, pero antes, Kathleen se acerca a mí.

-Ya verás que mañana saldrá todo bien -dice, apoyando su mano sobre mi brazo-. Lo sabes, ¿verdad? -Asiento, aunque no es verdad. Kathleen sonríe dulcemente y me abraza-. Me alegra tanto que nos hayamos reunido -susurra.

-A mí también -digo, empleando el mismo tono. Cuando se separa de mí, abandona la habitación.

Una vez que estoy sola, suelto un suspiro, como si lo hubiera estado aguantando durante todo el tiempo que estuve invadida por mi madre y damas en mi habitación.

Pienso en todo lo que ocurrió estos últimos días, parecía sólo ayer cuando aún la conversación sobre un matrimonio con Sans era un tema casi tabú en la mesa a la hora de cenar; aún recuerdo cómo con el tiempo aquel tema comenzó a componerse como una nube y cómo fue que mi madre y padre me hablaron sobre lo que habían decidido sobre mi futuro.

Ahora, estoy de pie frente al espejo, con un vestido que usaría en un baile donde acudiría mi presunto futuro marido... Donde trataría de que pensara en mí como su mujer. Miro el reflejo que el espejo me devuelve... Apenas de reconozco. ¿Por qué debía pasar de ser una adolescente a la esposa de alguien en cuestión de días o semanas?

Pienso en mis damas, me doy cuenta que si no fuera por ellas, en estos momentos estaría preguntando por el castillo cuál es mi nombre.

Cuando me meto bajo las sábanas y mi cabeza toca la almohada, concilio el sueño casi enseguida.


Me encuentro en uno de los pasillos del castillo, tardo unos segundos en concluir sobre en qué parte estoy; cuando lo hago, me sorprendo: estoy de pie en el pasillo donde deberían estar las habitaciones de algunas de mis amigas. ¿Qué hago acá? ¿En qué momento desperté? Miro a mí alrededor, no hay nadie. Parece que estoy sola, ¿qué hago en el pasillo sin saber hacia dónde voy?

ZeinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora