15.

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—No puede ser que ahora no encontremos a Aldith —dice Devany desesperada. Me detengo de repente; miro a mí alrededor y me encuentro con ella y Syra, quienes me miran extrañadas—. No debí decir eso, Zeina, es que... —añade, revolviéndose en su lugar incómoda.

Aldith. Estamos buscando a Aldith porque no la encontramos; el terror azota mi cuerpo al recordar la sensación que tuve cuando hallé a Kathleen en su habitación. Muerta.

—No —interrumpo—. Está bien que estés preocupada. Deberíamos ir por el jardín, allí fue donde la vi por última vez. —Ambas asienten; sé que acabo de venir de ahí, pero la esperanza de que tal vez no la haya visto me ayuda.

Reanudamos el paso por el pasillo; cuando nos acercamos a la escalera que se dirige al segundo piso y está cerca de la puerta principal. Vemos a Calypso, de pie mirando hacia el suelo.

Frunzo el ceño; parece estar hipnotizada.

Parece casi de forma monótona que las tres avanzamos despacio, en cuanto llegamos junto a la pelirroja, noto que sus manos están temblando.

El grito ahogado se Devany y Syra me obligan a seguir sus miradas hacia el suelo, donde se encuentra el cuerpo de Aldith. Sin vida. Doy un paso hacia atrás para alejarme de la escena, aunque la imagen de su tez más blanca de lo normal y el charco de sangre detrás de su cabeza, me persigue.

Comienzo a temblar.

Me siento, tomando las sábanas entre mis manos; miro a mí alrededor: estoy en la habitación. Mi respiración es acelerada y debo apoyar la cabeza en mis manos para poder regularizarla; respiro: uno, dos. Uno, dos.

Soñé que Aldith moría. Tal y como había sucedido con Kathleen.

Antes de que pueda ordenar mis pensamientos, me pongo de pie para salir de la habitación. No hay nadie en el pasillo, lo único que se oye es mi respiración aún irregular; cuando cruzo una ventana, noto que todavía es de noche.

La idea de volver no me la planteo ni por un segundo.

Bajo las escaleras a tropezones y se me es difícil mantenerme de pie debido a la prisa con la que camino. Abro la puerta que da a la cocina, todo está oscuro, no se oye nada.

Entro a la habitación de Amadeus sin esperar a que me deje entrar; él se sienta en la cama asustado, acabo de despertarlo.

—¿Qué sucede? —pregunta con voz ronca, refregándose los ojos con las manos.

—Tuve otro sueño —suelto. Esto capta su atención por completo, se pone de pie. Noto por primera vez que lleva el torso descubierto, antes de decir algo, se viste con una camisa blanca.

—¿Qué soñaste? —Se da la vuelta para mirarme. Niego con la cabeza, como si no pudiera procesar todo lo que acaba de suceder.

—Era... Era Aldith. —Las palabras me suenan lejanas—. Estábamos buscándola y... y apareció muerta, al pie de la escalera. —Mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas y se me dificulta seguir hablando. Amadeus no se inmuta, avanza un paso e insiste en que siga hablando.

—¿Quiénes estaban buscándola? —inquiere cuando no contesto.

—Devany —comienzo; las lágrimas comienzan a resbalar— y Syra...

—¿Ustedes encontraron el cuerpo?

—No... no... —Niego con la cabeza—. Estaba... Estaba Calypso...

—¿Calypso? —Se extraña. Esta vez, levanto la mirada que hasta ese entonces estaba en el suelo.

—¡¿Qué importa?! —chillo—. ¡Está sucediendo de nuevo! ¿Qué se supone que deba hacer? ¡¿Por qué sigo soñando esto?! —grito aún más fuerte. Amadeus no responde, en su lugar, me mira con lástima—. ¿Por qué las personas que quiero están muriendo? —pregunto bajando la voz.

—No lo sé, Zeina —dice, luego de un largo silencio.

—¿Qué se supone que deba hacer? —Mi voz es débil, apenas encuentro la forma de hablar para que me oiga.

—No lo sé —repite.

—¡Averígualo! —Su respuesta me altera—. ¿No eres tú el que citó la profecía? Luego de aquel día, nada volvió a ser igual. Primero Kathleen y ahora Aldith... —Me muerdo el labio inferior, pensando qué es lo que voy a decir—. Debo evitarlo —susurro, más para mí que para Amadeus.

—No podrás —dice, logrando que vuelva a mirarlo.

—¿Qué quieres decir? —Suspira.

—Que no importa lo que hagas, no podrás salvarla de su destino.

—¿Quieres decir que no queda otra opción que esperar a su muerte? —Aguanto la respiración para no seguir llorando—. ¿Y luego? —Se encoge de hombros.

—No lo sé, Zeina.

—¡No quiero escuchar esa respuesta! —vuelvo a chillar—. ¡Quiero algo que solucione lo que está sucediendo conmigo! ¿Esperarás a que mueran todas mis amigas para ayudarme?

—Vienes por respuestas que sabes no puedo darte. —Sus palabras me hielan por completo.

—Entonces sabes lo que sucederá, ¿no es así? —Su mirada va del suelo hacia mis ojos—. Sí. Lo sabes. ¿Cómo es posible que no quieras ayudarme? —Espero un segundo—. ¡¿Por qué?!

—¡Porque no es mi deber! —Sube el tono de voz, pero no tanto como el que empleé yo.

Escudriño su rostro, esperanzada porque vaya a decir algo más, pero sé que no va a suceder. No importa cuánto le insista.

Me doy la vuelta y dejo la habitación.

No quiero ir a mi cuarto ni quedarme dentro del castillo, así que decido ir al jardín. Salgo por la puerta de la cocina. Fuera, el aire está fresco; aunque mi piel se eriza, lo ignoro. Es lo único en estos momentos que me hace sentir bien, que a pesar de lo que está sucediendo, hay cosas que se mantienen normales.

Mientras camino sin rumbo fijo trato de recordar todas las imágenes del sueño. Según lo que llego a rememorar, fui yo la última persona que vio a Aldith, en el jardín. Esto no me llama la atención, ya que no es raro; en su lugar, lo que sí resulta un poco fuera de lugar es la escena donde Calypso está junto al cuerpo; si bien en el sueño ninguna se percata de eso debido a la conmoción del momento, ahora que lo puedo analizar, me planteo si ella tendrá algo que ver con su muerte.

Sacudo la cabeza, de tan solo pensarlo, un escalofrío recorre mi espalda. Calypso sería incapaz de asesinar a alguien; además, sus manos temblaban debido a que estaba tan asustada como todas al ver a Aldith.

Antes de darme cuenta, estoy junto a las rejas que dan a las afueras del castillo; los árboles dejan un gran espacio para un pasillo de tierra. Estas rejas son la única salida al exterior.

Las toco con los dedos, si saliera por aquí, no volvería jamás.

Amadeus me dijo que no había forma de que pudiera evitar el destino de Aldith, no importa lo que decidiera hacer, terminaría muerta. ¿Qué diferencia hacía si me escapaba? Tal vez así, no soñaría con otras muertes porque no estaría cerca de las personas que quiero, ya que parecía que solamente fallecerían mis amigas.

Apoyo la frente sobre una de las frías rejas. Me estaba quedando sin opciones.


ZeinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora