25.

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—Deberíamos encontrar algún remedio, ¿cómo es posible que esté enferma a esta altura del año y no sepamos qué es lo que tiene? —Veo a mi madre caminando por el pasillo junto a Amadeus. Ambos se detienen frente a la puerta que no logro descifrar a quién pertenece; ella se toca la frente con una de sus manos. Parece estar exhausta—. Primero Zeina y ahora esto.

—Ya han sucedido dos muertes en el castillo —comenta Amadeus sin alterar su tono de voz, en cambio, mamá lo mira exaltada.

—¿Por qué estás hablando de muertes?

—Porque Calypso está siendo envenenada. —Al oír sus palabras miro a mí alrededor, estoy en castillo. Esto es un sueño, ¿pero por qué lo presencio? Bajo los ojos para corroborar mi vestimenta: estoy igual que en el bosque, unos pantalones oscuros, botas y una camisa. ¿Cómo es posible?

—¿Pero por quién? ¿Quién puede hacer semejante... atrocidad? —Mi madre busca un buen rato en su mente la palabra correcta para concretar su pregunta.

—Creo que todos lo sabemos. —Niega con la cabeza.

—No puedes estar hablando de Sans... —murmura. Amadeus no contesta, en su lugar se queda en silencio—. Iré... —Traga saliva—. Iré a ver como se encuentra. —Y con esto, ella entra en la habitación, logrando que la escena bajo mis pies cambie para encontrarme frente a la cama de Calypso, ahogo un grito al ver su aspecto: sus ojos están caídos, parece que apenas puede mantenerlos abiertos, su rostro está cubierto de sudor y de manchas rojas; no puedo creer que la muchacha de cabello largo y rojizo, de ojos grandes, redondos y verdes, sea la misma que tengo aquí, ante mí. Al ver a mi madre, parece abrir la boca para querer decir algo, pero nada sale de ella, su aspecto es tan deplorable que no me sorprendería si ahora deja la vida.

Para mi gran sorpresa, mamá sonríe mientras se acerca a la cama de Calypso.

—Creíste que podías salirte con la tuya, ¿no? —murmura con un tono tan amenazante que un escalofrío recorre mi espina dorsal. La pelirroja no dice nada—. Pensaste, por un momento, que dejaría que le fueras con el cuento de tu amorío con Sans a todo el mundo. —Niega con la cabeza—. Estuviste muy equivocada. —Restándole importancia a que una persona esté muriéndose frente a sus ojos, se mira la mano, como si tuviera que arreglársela—. Cuando encuentren a Zeina, todo volverá a la normalidad y se casará con Sans, nunca se enterará de quién fue la persona que mató a Aldith ni mucho menos a ti; pronto todos se olvidarán de la muerte de una promiscua como tú.

Me siento sobre el césped con el rostro transpirado; las manos me tiemblan al igual que todo el cuerpo y debo bajar la cabeza, ponerla entre mis piernas para tratar de recuperarme del leve mareo.

No puedo creer lo que acabo de ver, ¿en serio mi madre, la que creí que lo fue todo este tiempo, está matando a una de mis amigas? No puede ser real.

Sin embargo, si hay algo que aprendí, es que estos sueños no mostraban más que la verdad y Calypso está en su lecho de muerte.

Levanto la cabeza para ponerme de pie y caminar un rato, pero me veo interrumpida cuando noto que estoy rodeada por barras de madera, miro hacia arriba: estoy en una jaula. ¿Cómo...?

—¡Ha despertado! ¡Ha despertado! —Confusa, noto que delante de mí hay un pequeño hombrecito que ni siquiera me llegaba a la rodilla ni por poco, estaba de pie, mirándome con una lanza en su mano. Tenía un gorro rojo con punta y un atuendo de una camisa celeste y pantalones marrones al igual que sus zapatos. Una barba blanca prominente salía de su rostro con ojos marrones.

De repente, más criaturas iguales a él salen de detrás de los árboles para unirse; noto que hay una fogata entre ellos.

¿Dónde me metí en plena noche? ¿Dónde está Aiden? ¿Cómo llegué hasta aquí?

ZeinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora