12.

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Cuando pienso en lo que acabo de hacer, mis manos tiemblan. ¿Cómo era posible que fuera capaz de hablarle así alguien? Claramente, nunca había creído que una de mis mejores amigas sería asesinada por el hermano del futuro hombre con el que me casaría. Froto los dedos de la mano con la que tomé el cuchillo; aquello podría haber salido mal. Podría habérselo clavado y en estos momentos estaría siendo juzgada por agresión a una persona de la realeza.

Subo las escaleras de la cocina, tratando de no caerme; a duras penas logro llegar a la puerta, en cuanto lo hago, me encuentro a mis amigas, quienes forman una ronda y parecen estar consolando a Devany que llora desconsolada. Su rostro redondo y moreno está rojo como sus ojos. Las cuatro se dan la vuelta para mirarme; un vacío se abre en mi estómago al darme cuenta que ya no seremos seis.

Casi de forma instintiva, las cinco nos fundimos en un abrazo, oigo cómo la mayoría de ellas sueltan a llorar. A pesar del nudo en la garganta que se me forma, no logro que las lágrimas emanen por mis ojos. Siento dolor, furia y desolación, porque nunca volveré a ver la sonrisa de Kathleen, ni sus hoyuelos o sus ojos verdes oscuros tan soñadores. La alegría que ella emanaba, nos dejó para siempre.

Al separamos, noto que Devany lleva una capa sobre su vestido. La miro extrañada.

—¿Por qué llevas eso? —pregunto. Ella se limpia las lágrimas antes de responder; su voz suena ahogada.

—Iré a ver a la familia de Kathleen, ya sabes, hay que darle la noticia y pensé... Pensé que debía ser yo quien se la diera. —En cuanto dice las últimas palabras, rompe en llanto. Tomo una de sus manos entre las mías.

—Me encantaría acompañarte... —Ella niega con la cabeza.

—Debes quedarte aquí. —Sonrío con tristeza.

—¿Ustedes se quedarán? —cuestiono, mirando a las demás; Aldith y Syra también tienen los ojos rojos de tanto llorar, mientras que Calypso, aunque sus ojos no están colorados, sí tiene un aspecto taciturno. Todas asienten; era de esperarse. Por más que nos duela, Devany era la más cercana a Kathleen, vivieron juntas en el pueblo y se hacían compañía.

—Mejor me voy —dice Devany.

—¿Irás en caballo? —Ella asiente. Antes de que se aleje, la abrazo una vez más.

—Te quiero —susurro. Vuelve a asentir; cuando se separa de mí, sonríe a las demás y se va sin mirar hacia atrás.

Seguramente mañana tendríamos el funeral; no podía desear más que el tiempo pasara lo más lento posible. Cuando me doy la vuelta para mirar a mis amigas, un pensamiento me golpea: yo sabía de la muerte de Kathleen. Con todo lo que había pasado no me había detenido a pensar sobre éste detalle. Debía hablar con Amadeus.

—¿Vieron a Amadeus? —pregunto, al parecer suena un poco fuera de lugar; ya que Aldith y Syra me miran un poco atónitas, mientras que Calypso frunce el ceño.

—Lo buscas más a él que a Sans, ¿no estarás escondiendo algo? —Sus palabras me ofenden. A pesar de que no siento nada por Sans, no me gusta el tono que empleó. Como si lo estuviera defendiendo.

—Si busco a Amadeus, es por algo importante.

—Es increíble que en este momento tan crítico encuentres alguna razón para escabullirte con él. —Sus palabras me sorprenden. Su tono es aún más reprochador. Al ver mi reacción, levanta ambas cejas, como si estuviera orgullosa de estar acusándome de adulterio de forma indirecta. En lugar de quedarme callada, me adelanto un paso, ignorando las miradas inquisitivas de Aldith y Syra; en el fondo me siento mal por estar armando una escena frente a ellas cuando se nota que están muy mal, pero no puedo dejar que Calypso piense que me puede hablar así.

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