Secreto de la Rosa. Guardianes 5. Gato Mágico

Enfrentamiento de Sangre

Capítulo 11: Enfrentamiento de Sangre

Camila

Ya ha pasado una semana. Una semana en la que he estado desempolvando libros viejos en la biblioteca. Una semana en la que no ha visto a mi compañera de cuarto, ni a su primo, ni al guapo de Arcángel. Me abandonaron en este lugar. No tengo nada en contra de los libros, pero estar en lugar donde existe una quietud exasperante atenúa mucho los vacíos que guardan mi alma. Por momentos me atacan los recuerdos, mis vidas pasadas están marcadas de dolor y furia, de muertes y traiciones. Perdí tantas personas importantes en mis vidas, muchos amigos a lo que les segaron la vida por una maldición que cargue por mucho tiempo en mi sangre, pero liberarme de ella no significo que el dolor se haya extinguido, todo lo contrario es como si se hubiera fortalecido. Que injusta es la vida, personas inocentes murieron en el círculo de sangre y quien me destrozo el corazón sigue respirando. Además, tener tanto tiempo para pensar me hace sentir ese vacío tan doloroso en mi alma que ha dejado la magia. No aguanto un día más entre estas cuatro paredes llenas de libros, lo que necesito es drenar todos eso sentimientos. Con una espada en mano y un buen contrincante, sería la terapia perfecta. Mis espadas son como una extensión de mis brazos y ya no las tengo. Bueno, en esta vida no las tengo.

Observo el techo meditando si levantarme e ir a la biblioteca o pasar el día en la caja de fosforo que es la habitación. No es como si alguien fue a venir a reclamarme, quienes se suponen están a cargo de mí ni los he visto. Pero un sonido en la puerta me hace levantarme, mis piernas cuelgan de la cama. La puerta ha sido abierta, y dos personas me quedan mirando como si yo fuera un fenómeno de la naturaleza.

—Te espero aquí Reichel —dice el chico atractivo recostado en el marco de la puerta. Sus ojos son de un intenso verde oliva muy diferentes a los de Nicol que son de un tono más esmeralda y brillantes, los de él son tenebrosos un poco opacos, su cara tallada que demuestra que era un chico malo, muy malo. Viste una camisa de rayas entre blanco y azul marino, con pantalones de vestir ajustados demarcando cada parte de su constitución corporal.

Él me mira de forma intimidante. También puedo ser muy cruel cuando me lo propongo, le dedico la mirada más venenosa que jamás le he dado a alguien.

Quién demonios se cree, hace una semana se portó amable y ahora quiere asesinarme con la mirada. Sí que tengo una familia con problemas humor.

Él pestañea sin poder mantenerme la mirada, vuelve la vista hacia donde está la gata de cabello cobrizo. Que rebusca en las gavetas de la mesa, claro en su lado, la mesa tiene 5 gavetas tres de ella y dos mías. Después de unos segundos le lanza a mi primo un estuche de maquillaje, que él atrapa en el aire.

—Amor, vamos Arcángel nos está esperando— dice Frank mirando su teléfono de última generación: Samsung Galaxy, apurando a su novia. No les quito la mirada hasta que la puerta se cierra y me quedó sola en completo silencio, otra vez.

Me tiendo de nuevo en la cama. Mi familia materna parece tener una gran fortuna, en cambio mi teléfono es un potecito, como yo lo llamo, uno no muy convencional que solo tiene lo básico: llamadas y mensajes de texto. Que justo ahora se le ocurre sonar, es la chica que se encarga de la biblioteca hay trabajo en la biblioteca se muestra por la pantalla. Dejo escapar un soplido de fastidio.

Con perezosa me lanzó de la cama cayendo de cuclillas sobre el helado piso. Tengo rato levantada, solo que me dio demasiada flojera salir. Busco mis botas y me las calzo. Un vistazo en el espejo que cuelga de la pared a cuerpo completo, mi cara es un desastre el reflejo de una semana de sentimentalismo, mis felinos ojos violetas apagados, mi piel cada vez más pálida por no salir a ningún lado. Recojo mi cabello negro en una improvisada cebolla con varios mechones fuera. Uno leggin negro y un franela sin mangas color crema, además de un suéter violeta.