Nos miramos y sonreímos.
Pasó el tiempo volando y de pronto era hora de llevarla al aeropuerto.
Todo el camino estuvimos callados y no era algo incómodo.
Era un silencio agradable, pero lleno de miles de palabras que pudimos haber dicho y no fue así.En mi cabeza había una guerra entre la lógica y mis sentimientos.
Porque uno me decía que era absurdo ser novio de una computadora y el otro me decía que no era una computadora, era la persona la cuál me tomaba la mano en ese momento.-Vuelo 34, favor de comenzar a formarse en la puerta de mi lado derecho.
Su madre, ella y yo fuimos a esa puerta.
Estaban a punto de formarse, pero le pedí hablar un momento más.
-¿Tienes que irte? ¿No hay forma de que te quedes? Por favor quédate conmigo..- dije y comencé a sentir un nudo en la garganta.
Ella dudó unos momentos, me tomó de la mejilla y limpió mi lagrima.
-Alex, ven conmigo. Vámonos a Nueva York, dejemos Inglaterra atrás..
Yo no supe que decir y abrí los ojos.
-Pero yo..
-Tu corazón te dice que te vayas, que te quedes conmigo y podamos hacer una historia cómo la de aquellas princesas que todos vemos de pequeños. Tu cerebro te dice que no puedes irte, que tienes a tu familia y no puedes abandonarla ¿No es así?
-Sí.. Pero..
-Pero.. Es lo mismo que me haces sentir ahora. Pero, ¿sabes? Tú y yo somos personas fuertes y será díficil, claro. Pero podremos sobrellevarlo hasta el tiempo que sea necesario. Y por ahora tendré que irme, pero esto no es el fin.
No, esto es una prueba, acerca de nuestra valentía.
Y podremos sacarla adelante.
Pero por ahora.. Hasta pronto, Alex- Dijo y nos abrazamos.La abracé muy fuerte y luego nos besamos.
Y entonces, fue tiempo de decirle adiós con la mano y esperar a que su vuelo se alejara entre las nubes.
Partí de regreso a casa y mi madre me preguntó si estaba bien.
Mis ojos estaban rojos y respondí: 'De maravilla.'
Subí a mi habitación y lloré.
Sonreí mientras lo hacía.
-Nos vemos pronto, Angelie- susurré.
-Nos vemos pronto, Alex.
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Notas a ella.
Teen FictionElla era la chica de la sonrisa rota. La que se sentaba justo a un asiento atrás. Podría decirle, mil versos, poemas, acerca de su piel blanca y su cabello negro. Pero aquí estoy, pegando rídiculos y cursis post-its en su libreta de tareas.