Al llegar, me tiré en la banca más cerca.
Estaba decidido a olvidarme de ella, porque por más enamorado que alguna vez estuviera de ella, habían miles y miles de personas ahí fuera.
Ella no era de la única persona de la cual podía enamorarme...
¿No?
Me levanté y fui a la cafetería más cercana.
La chica que me atendió, no dejó de sonreírme y preguntarme muchas cosas.
Yo sólo le sonreía de vuelta y le pedí el primer café que encontré en la carta.Me preguntaba cómo habría terminado su boda y comenzaba a sentir vergüenza por el rídiculo que había hecho.
Me reí de mi y de lo tonto que había sido, sin embargo, por una vez me sentía aliviado.
-¿Puedo sentarme?- esa voz...
Alcé la vista y la vi.
Tenía el rímel corrido y su vestido lucía sucio.-¿Vienes a reclamarme el rídiculo que acabo de hacer?
Se rió nerviosa y se me quedó viendo fijamente, al fin lo soltó.
-Perdóname, yo sé que me porté como una niña, que parecía que sólo jugaba y..- me levanté y se levantó conmigo.
La abracé de inmediato y le pedí que me dejara estar un momento así.
Ella me dejó y al fin hablé yo:
-No me importa, no me importa ya eso. Yo necesito que me digas que estarás conmigo, ¿lo harás?
Ella se limpió sus lágrimas y me besó.
Nada pudo hacerme más feliz que ese momento, esos minutos, segudos u horas, lo que hayamos durado en esa cafetería.¿Y yo? Bueno, yo sólo pensaba en aquellos post-its azules que hace tiempo hacían que me retorciera de los nervios, como lo hacía cada vez que la veía.
Pero al final me sentía feliz.
La tenía de vuelta.
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Notas a ella.
Teen FictionElla era la chica de la sonrisa rota. La que se sentaba justo a un asiento atrás. Podría decirle, mil versos, poemas, acerca de su piel blanca y su cabello negro. Pero aquí estoy, pegando rídiculos y cursis post-its en su libreta de tareas.