Capítulo 2

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No había nadie; perfecto. La farmacéutica estaba colocando las medicinas en una sala cercana. Se podía ver la mitad de la sala perfectamente desde el mostrador. Comencé a mirar los chupetes para bebés. Nunca había sentido tanta vergüenza. Tragué saliva. A Jae no le gustaban los bebés, ni los niños. No soportaba verlos. Anduve lentamente hacia el expositor de biberones, haciendo como si me interesasen, pero lo único que quería era encontrar sigilosamente con la mirada el expositor de preservativos y salir corriendo de allí. Anduve un poco más rápido, mi corazón latía apresuradamente. Observé una crema revitalizante para la cara. Arrastré los pies hasta el mostrador y miré hacia los lados por si alguien se hubiese dado cuenta. No había nadie. Di un paso gigante hacia la derecha, estaban en frente mía, por fin. Había muchas clases, infinitos. ¿Qué pensarían los de la farmacia? ¿Qué era una experta en esas cosas? Suspiré aliviada, ni una sola alma en la farmacia, excepto la farmacéutica, ocupada con su trabajo. Sonreí levemente:

-Al final no fue para tanto... - murmuré, alzando la mano para elegir. Hasta que, de repente, oí que la puerta de la farmacia se abría, pero ya no me importaba. Sería una persona que no conocería y que jamás en mi vida la vería otra vez, solo con la más pura coincidencia. No oía los pasos de la persona mientras miraba curiosamente las pequeñas cajas de preservativos.

-¿Te puedo ayudar en algo, preciosa? - giré mi cabeza y me sobresalté, un pequeño grito salió de mi boca, provocando una leve sonrisa en ese desconocido. Tenía el pelo tintado de color rojo ardiente pasando casi a un naranja fuerte, tan ardiente como sus ojos pícaros y vacilantes. Vi el mismísimo cielo al ver sus brillantes dientes relucir de su boca. Simplemente perfecto, pensé. Tragué saliva. Me había quedado paralizada al ver como sus ojos se clavaban en los míos. Llevaba puesta ropa holgada; una sudadera holgada negra, unos pantalones pitillo y unas Vans violetas. 

-Estaba mirando...pero ya me iba a ir ahora y...

-Tranquila, te ayudaré. - miró el expositor. - Soy experto en esto, si quieres algún día te lo demuestro. - solté una cara de asco. ¿De dónde había salido una persona tan carente de educación y respeto? Alcé una ceja y él guiñó su ojo izquierdo.

-Cogeré este, ya te puedes largar. - cogí una caja pequeña cualquiera, la leí de repente y abrí los ojos como platos. Oí como se reía.

-¿Maxi? Eso sí que es tener demasiada esperanza en una persona...

-¿Se la has visto, listillo? - me giré hacia él.

-¿Se la has visto tú? - dijo con cara picante y mordiendo su labio inferior. No, nunca lo había hecho con él, ni lo pensaba hacer. Bajé mi cabeza y rápidamente dejé la caja donde tenía que estar.- Eso responde a mi pregunta. - dijo sonriéndome.

-¿Podrías dejar de molestarme? O solamente dejar de respirar, te lo agradecería un montón. - dije sin querer en voz alta. No podía creer que le levantase la voz a un desconocido. Él abrió los ojos.

-Tranquilízate, ¿sí?

-Déjame. - cogí una caja que ponía 'Medium' y dejé el dinero exacto de mi bolsillo en el mostrador, haciendo un leve sonido al posarlos sobre la mesa de mármol. Giré mi cuerpo en dirección a la puerta, hasta que, encaminándome a ella, el desconocido cogió mi muñeca y me giró hacia él.

-Me llamo Kwon Ji Yong. 

-Soy Park Haneul Lee. - sonrió.

-¿Y cuándo te demuestro mis habilidades para usar estas cositas? - dijo mirando la caja de preservativos que yo sujetaba. Le lancé una cara de odio, y le empujé mientras él no paraba de reírse. Salí andando rápido de la farmacia, colorada, muy colorada. Corrí hasta la casa intentando olvidar esa escena tan cómica y tan vergonzosa para mí. Abrí la puerta de casa y vi a Jae cenando. Dejé la caja en la mesa de la entrada.

-He empezado a comer sin ti. - bajé la cabeza y me senté enfrente de él. Por lo menos había sido un poco considerado y me había hecho la cena. Ya que algunas veces cuando yo hacía algo que no le gustaba me castigaba sin cenar, sin salir de la habitación, pegándome o cualquier otro estúpido castigo que se les ponen a las adolescentes de 15 años. Pero yo ya tenía 23 años, no quería esperar a tener 30 tacos para que me tratase como una persona adulta. Bueno, si llegaba a los 30. - ¿Por qué has tardado tanto?

-Había un tío chiflado en la farmacia...

-¿Te ha hecho algo?

-Sólo me ha molestado, pero me he ido lo más rápido posible.

-Niños estúpidos...- rodeó los ojos e hizo muecas. - Me voy a la cama. - se levantó rápidamente de la mesa y subió las escaleras.

-Buenas noches. - dije algo molesta por esa escapada tan brusca. No oí respuesta. Sólo escuché la puerta de su cuarto cerrarse. Yo seguramente dormiría en el cuarto de invitados, algunas veces lo hacía, ¿para qué mentir? Le tenía miedo. Aunque muchas veces le contestase de mala manera igualmente ese miedo no se iba nunca de mi mente. Prefería tener la más mínima relación con él hasta que algún día llamase a mis padres para soltarme y que ellos me dejasen tener al novio que yo quisiese. Cosa que nunca pasaría. Mi vida no era un cuento. Y mucho menos de hadas. Lavé los dos platos y subí hasta el cuarto de invitados para luego dormir.

...

A la mañana siguiente, la alarma de mi despertador sonó a las diez y media. Gruñí tirando el móvil al suelo sin querer. Gruñí otra vez. Pensé en Jae, que a estas horas estaría trabajando en su empresa, (ah, lo siento, ¿he dicho trabajando? No. Sólo estaba calentando su culo en una silla de cuero viendo cómo sus secretarias le guiñaban el ojo y trabajaban). Gruñí de nuevo. Me levanté de la cama y posé mi móvil en la pequeña mesa que estaba al lado de mi cama. Me adentré al espacioso baño que había exclusivamente para ese cuarto y miré mi imagen reflejada en el espejo. Tenía el pelo corto, no llegaba hasta mis hombros, pero tampoco pasaba de mi mandíbula. Jae odiaba mi pelo. En resumen: odiaba todo de mí.

Cogí un pequeño cepillo y lo pasé por el flequillo, haciendo que quedase liso por completo. Bostecé libremente y estiré mis brazos al aire. Bajé hasta la cocina. Sola en casa. Me encantaba que él no estuviese,, casi siempre venía a las seis y media. Me daba tiempo para ir a tomar algo a un bar y...conocer más la casa en la que vivía. No tenía amigas, aparte de las señoras de la limpieza. Todas estaban estudiando en el extranjero, y yo ahí, encerrada en esa casa, en esa ciudad que por tan grande que fuera no había mucha cosa que hacer si no estabas bien acompañado. Tomé mi desayuno rápidamente, cogí mi móvil con mis auriculares ya conectados en éste y empecé a escuchar música mientras cantaba y bailaba por la casa. Después de una hora aprendiendo de memoria todas las canciones de mi playlist y ensayando las coreografías que tarde o temprano sabía, un mensaje resonó en mi bandeja de entrada. Abrí el Kakaotalk y vi quién era: 'Hola cariño, ¿cómo te encuentras?' - Appa. Mi padre otra vez molestando, pensé. Contesté rápidamente rodeando los ojos: 'Ocupada, déjame.' Como podéis comprobar, no tenía muy buena relación con mi padre, sobre todo desde que me emparejó con Jae. Cerré la aplicación y bloqueé el móvil. Después de 30 segundos, este empezó a sonar. Gruñí, pensando que sería mi padre para ver si todo estaba en orden. Gruñí otra vez, cogí fuertemente mi móvil y dibujé una 'H' en el patrón para desbloquearlo. Contesté a la llamada sin tan siquiera mirar quién llamaba.

-¡Todo está genial, déjame en paz ya! - grité al móvil.

-¿Perdona? - noté cómo una jarra de agua fría se estampaba contra mi cara. No pensaba ni de lejos que sería esa persona.

Love me or leave me (GDragon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora