Capítulo 5

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Al llegar a casa aún seguía pensando en el beso que me había robado Ji. ¿Qué se creía ese chico para poder besarme? ¡Y era el amigo de mi novio! ¡Por favor! 

Cuando él abrió la puerta, vi a Jae con los brazos cruzados:

-¿Te has divertido, eh? – preguntó. – Espero que lo disfrutases, porque no saldrás de esta casa en un mes. ¿Me has oído? – Ji entró rápidamente en casa para no escucharnos discutir. Jae cerró la puerta de un gran golpe y miró mis ojos. Agaché la cabeza algo avergonzada por lo que había hecho. – No soporto que no me mires a los ojos mientras te hablo. – agarró fuertemente mi barbilla haciendo que levantase mi cabeza y mirase sus ojos. Parecían dos bolas de fuego, cada vez con más intensidad, acechándome. Tragué saliva.

-Jae, déjala. Ven, vamos a comer. – gritó su amigo mientras preparaba ya la cena. Me di cuenta de que en mi mano sujetaba la bolsa donde se encontraba la camiseta y la intenté tapar detrás de mí.

-¿Qué tienes ahí? – agarró mi brazo y soltó la bolsa de mis manos. – ¿Tu compra? A ver qué tontería te has comprado ahora. – mordí mis labios con muchos nervios. Noté cómo abría la bolsa y veía la camiseta, y vi cómo sus ojos, como bolas de fuego, se disponían a lanzar una llamarada sobre mí. – Sube a tu habitación ahora mismo. No salgas de ahí hasta mañana por la tarde. Como te vea andando tan tranquilamente por la casa, juro que te arrepentirás. Y no me hagas mencionar lo que te haré, porque hasta a mí me duele. – tragué saliva.

-Va...vale...- susurré. Lanzó la bolsa a mis manos mientras se quedaba con la camiseta en las suyas.

-¿Piensas que le quedará bien a mi secretaria, a Karen? – apreté mis puños fuertemente. – Bueno, seguro que le quedará mucho mejor que a ti... - me sonrió.

-¿Qué Karen? ¿Ya estás ligando con tías del trabajo?

-Eso no es tu problema.

-Aún no nos hemos casado y ya estás interesado en otras. – en ese momento, aparté mi cara hacia otro lado haciendo que la bofetada de Jae fuese a parar al aire. Le había ridiculizado por primera vez. Aún no me creía cómo había tenido YO el valor de poder hacer tal locura. Me miró con los ojos como platos.

-Vete a tu habitación, ya estás tardando. – dijo serio. Rodeé los ojos y crucé el comedor para subir las escaleras mientras Jae se quedaba paralizado. No sabía lo que me estaba jugando.

-Haneul, ¿no tienes hambre? – preguntó Ji y negué con la cabeza sin mirar su cara. - ¿Estás bien?- negué otra vez.

-Me voy a dormir.

-Buenas noches. – noté que sonreí por la manera en que lo decía. Nadie me había dicho  buenas noches en esa casa, solamente él. Ni Jae ni nadie. Solamente su amigo. Me parecía algo penoso. Subí las escaleras lo más rápido posible y me encerré en el cuarto de invitados. Aún recuerdo cuando dormía en la habitación de Jae, dormíamos abrazados, con las manos perfectamente incrustadas como si encajasen. Me senté en la cama y una lágrima descendió sobre mi mejilla. También recordaba cuando me acariciaba las manos, podría pasarse horas así. 'Tus manos son perfectas para un anillo de boda'...Sí, eran perfectas. Ahora las miraba y veía las uñas mordidas de mi nerviosismo hacia él, los nudillos quemados por su culpa...Me dolía que en tan poco tiempo, una persona pudiese cambiar de mentalidad. Ni tampoco el porqué. ¿Dónde había descubierto esa forma de tratarme? ¿Sería por diversión? ¿O para aterrarme? Me tumbé en la cama y otras cuantas lágrimas escaparon de mis ojos sin ser llamadas.

...

Después de media hora, aún no conseguía conciliar el sueño. Oí unos toques, y a la tercera vez, me levanté un poco mareada y abrí la puerta:

-Hola...- susurró Ji. Toda la casa estaba a oscuras, seguramente Jae ya estaría dormido. – Te he traído un plato de la comida que te he guardado. – sonrió.

-Pasa. – abrí la puerta del todo y él se sorprendió.

-¿Segura?  - asentí con la cabeza. Entró en la habitación y cerró la puerta sin hacer mucho ruido. Me senté en la cama y empecé a comer. – Espero que no esté fría, me harías quedar como un mal cocinero. – sonrió, apoyado en una cómoda de madera.

-Está muy rica. – dije mirándole y sonriendo.

-¿Estos sois tú y Jae? – dijo cogiendo una foto y mirándola con una sonrisa.

-Sí.- sonreí.

-Wow, muy enamorados. – era la primera foto que tuve con él siendo su novia. Él estaba agarrando mis caderas detrás de mí. Yo entrelazaba sus manos con las mías. En nuestras caras se proyectaban sonrisas, y en los ojos,  felicidad. No solo en mi cara, también en la suya. Al instante, me acordé de que en poco tiempo sería nuestro aniversario. El otro año, lo único que me regaló fue un llavero. Después de haberlo tirado, tuve dos semanas el ojo derecho violeta.

-Se nos notaba. – su cabeza se levantó hasta mirarme y posó el cuadro donde momentos antes se situaba.

-¿Ya no?

-El amor es hermoso, sólo mientras duran el contraste y el deseo; después, todo es debilidad y costumbre. – sus ojos se fijaron en los míos directamente.

-Eso es una frase preciosa. – sonrió. – Pero Jae no es una mala persona.

-Déjame 5 minutos a solas con él y sabrás lo que es capaz de hacer. – su sonrisa se desvaneció.

-Se preocupa por ti y...

-Quiero cambiar de tema, por favor.- murmuré. Él apretó los labios confundido, pero con ganas de saber nuestra historia.

-¿Sabes? Yo también he roto hace poco con mi novia. Esa frase sería perfecta para ella y yo.

-¿Qué ha ocurrido?

-Todo era precioso hasta que nos empezábamos a pelear por cualquier cosa. No estaba preparada para tener un novio, sin embargo, tampoco estaba preparada para abandonarme. Empezamos a discutir como una pareja que ya había perdido todo el amor.

-Lo siento. – murmuré.

-No pasa nada. – sonrió.

-¿Aún sigues sintiendo algo por ella? – se quedó en silencio. Agaché la cabeza avergonzada por lo que acababa de preguntar. – Perdona, no era mi intención...- se acercó a mí y se puso de cuclillas para mirar mi cara.  

-¿Por qué no has bajado a comer? Se nota que tienes hambre.

-No tenías ganas, de verdad. -  bajé la cabeza. 

-Puedes decirme una mentira o por lo menos esconderla un poco mejor. – sonrió, haciendo que yo enseñase una leve sonrisa.

-¿Prometes no decírselo a Jae?

-Ni que te fuese a matar...- tragué saliva.

-No le gustó nada que le desobedeciese. Y ahora tengo mi castigo.

-No has hecho nada malo.

-Eso díselo a él.

-¿Y tienes que estar encerrada sólo porque él te lo dice?

-Sí...

-Eres estúpida, en serio. – rio. – Jae es incapaz de hacerte nada.

-¿No me crees?

-Es mi amigo. Creo que te estás quejando de vicio. Vives en una mansión de la leche y por encima te quejas. Preferiría ser mil veces tú que yo mismo. - se quedó mirándome fijamente.

-Fuera de mi habitación.

-Pero...

-Fuera ahora mismo y llévate tu asquerosa comida. – me levanté y le entregué el plato. Él suspiró y abrió la puerta.

-La próxima vez te traeré comida de perro, para tu gusto. – sonrió irónicamente. Cogí un cojín y se lo lancé a la cabeza, lamentablemente cerró la puerta y el cojín yació en el suelo.

'¿Por qué nadie me cree?' pensé en mi mente. Empecé a llorar en silencio, abrazando mi almohada, mojada por mis lágrimas. Toda la gente pensaba que debería estar feliz, que me lo merecía. Pero nadie sabía que yo me merecía algo más que eso. Mucho más.

Love me or leave me (GDragon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora