Los Sondeos De La Susquehanna

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Capítulo XX
-¡Eh, teniente! ¿Cómo va ese sondeo?


-Creo, caballero, que la operación toca a su fin -contestó el teniente, Bronsfield-;


pero ¿quién iba a figurarse semejante profundidad tan cerca de tierra, a un centenar de


leguas únicamente de la costa americana?


-Efectivamente, Bronsfield, es una gran depresión -dijo el capitán Blomsberry-.


Existe en estos lugares un valle submarino, ahondado por la corriente de Humboldt, que


sigue las costas de América hasta el estrecho de Magallanes.


-Estas grandes profundidades -siguió diciendo el teniente- son poco favorables


para la colocación del cable telegráfico. Es mejor un fondo plano, como el que tiene el


cable americano entre Valentín y Terranova.


-Convengo en ello, Bronsfield. Y con vuestro permiso, teniente, ¿qué profundidad


tenemos ahora?


-Caballero -contestó Bronsfield-, tenemos ahora veintiún mil quinientos pies de


sonda empleada y aún no ha tocado fondo el proyectil que la sumerge, porque de lo


contrario se hubiera elevado la sonda por si sola. Es un aparato ingenioso el de Brock -


dijo el capitán Blomsberry-. Permite observar los sondeos con gran exactitud.


-¡Toca! -gritó en aquel momento uno de los timoneles de proa, que vigilaba la


operación.


El capitán y el teniente se llegaron inmediatamente al castillo de proa.


-¿Qué profundidad tenemos? -preguntó el capitán.


-Veintiún mil setecientos sesenta y dos pies -contestó el teniente apuntando esta


cifra en su cuaderno de observaciones.


-Bien, Bronsfield -dijo el capitán-, voy a trasladar este resultado a mi mapa. Ahora


mandad que suban a bordo la sonda. Mientras se lleva a cabo esta operación, que


enciendan las hornillas, y así estaremos dispuestos a partir cuando vos concluyáis. Son


las diez de la noche, y, con vuestro permiso, teniente, voy a acostarme.


-¡Háganlo, caballero, háganlo! -respondió el teniente Bronsfield.
El capitán de la Susquehanna, un valiente entre los valientes, tomó su ponche, que valió


interminables muestras de satisfacción al repostero; se acostó, río sin antes felicitar a su


criado por lo bien acondicionado del lecho, y se durmió con apacible sueño.


Eran las diez de la noche. El día 11 de diciembre concluía con una noche magnífica.


La Susquehanna, corbeta de 500 caballos de la marina nacional de los Estados Unidos,


se ocupaba en hacer sondeos en el Pacífico, a 100 leguas aproximadamente de la costa


americana, hacia la altura de esta península prolongada que se dibuja en la costa de


Nuevo México.


Poco a poco había cesado el viento, y nada agitaba las capas del aire. El gallardete de la

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