Perdiendo

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Me encontraba en mi habitación cambiandome de ropa. Me puse el uniforme del ejercito y sentí un pinchazo al pensar que esta podria ser la última vez que me lo ponga.

Debía dar la cara en un momento u otro así que decidí salir pero una vez que abrí la puerta, me encontré con Sting. Me quedé con los ojos muy abiertos con una gran impresión. Sting se veía igual de impresionado. Nos quedamos en silencio hasta que me armé de valor para decirle lo que sentía de verdad por su hermana.

- Sting yo...

- No tranquilo. - me interrumpió. - Yo solo... - se rascó la nuca con nerviosismo. - Vengo a disculparme.

Me quedé completamente en blanco. No puede ser verdad.

- ¿Qué? - dije casi gritando haciendo que éste diera un tumbo.

- Sí, sí yo... veras es que... - me llevó a rastras hasta que nos sentamos en el colchón de la cama. - Oye... a mi hermana... le gustas de verdad.

- ¿Qué?

- Ella no se quedó quieta con la mirada gacha por vergüenza o por arrepentimiento. Se quedó así para hablar a solas conmigo. ¿Y sabes lo que me dijo?

Cuando vio que yo no decía nada siguió hablando.

- Que no se arrepentía de nada. Lo único que le importaba era estar a tu lado. Le haces feliz, cosa que ningún hombre ha hecho en su vida.

Me quedé impresionado. No pensé que Lucy me quisiera tanto como para engañar a todo su país. Realmente me alegré por su coraje.

- Natsu. - me llamó la atención al rato. - ¿Tú la quieres?

- ¿A... a que te refieres?

- Pues... que si la apoyarias pase lo que pase. Que la protegerias. Que la tratarias como se merece. Que si la amas, Natsu.

Me lo pensé detenidamente dado que la respuesta que le diese hoy, la cumpliría hasta la muerte.

- La amo de verdad, Sting.

Y era la verdad. A su lado, mi mundo dejaba de ser oscuro. Dejaba atrás el miedo y el dolor estando junto a ella. La amaba de verdad. Y nada iba a separarnos. Ni el país, ni la guerra.

Sting sonrió.

- ¡Pues no vuelvas a guardarme mas secretos, idiota! - me dijo de broma dándome un golpe en la cabeza.

- Pero tio, no te pases rubio oxigenado. - le devolví la broma dándole un suave codazo.

- ¿Que me haras sino, Flamitas?

- Oye, no copies a Gray.

Me alegré muchísimo de que hubiera recuperado a mi amigo. Y me alegraba aún más que Lucy hubiera tenido tanta fe en mí. Me sentía feliz.

Ya casi era la hora de comer y Sting me dijo que iría a por Lucy para comer todos juntos.

Yo preparé una bolsa para luego ir a ver lo mercadillos del pueblo juntos para ver si había armamentos nuevos. Erza y Kagura también vendrían asi que metí, por sia acaso, dos cantimploras llenas de agua, una manzana y un cuchillo para cortarla que, en realidad, es la navaja de la suerte que siempre llevaba en un hueco de mis botas.

De repente, se escuchó una gran explosión que hizo temblar todo el lugar. Salí corriendo con la bolsa colgada en un lado y entonces lo supe: Los Dragones nos Invadían.

Seguí corriendo pir todo el pasillo y al fondo me encontré con mis primos.

- Hay tres dragones invadiendo la zona. - me dijo Kagura mientras corriamos.

El Caballero de La Armadura de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora