La prueba

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Jellal intento dormir, pero algo le evitaba hacerlo, quizá el tener a una persona que le hacía que su corazón empezara a latirle como nunca de rápido le afectaba demasiado a su ser.

Y no solo eso, también el poder adorar su especial belleza le dejaba embobado, para él en esos momentos el tiempo estaba totalmente paralizado. En su mente no había ningún tipo de pensamiento, todo blanco. En su rostro no había ninguna expresión, pero sus ojos delataban como de deseoso estaba.

Mantenía una respiración normal, aunque le costaba.

De mientras, la persona que provocaba todo eso en el boxeador estaba realmente cómoda y profundamente dormida. Un poco sobre él, su primera noche junto a un verdadero hombre se había realizado y de alguna forma, aunque al principio afloraran sus nervios, al sentir el brazo de él y su respiración había producido una gran paz, calma y relajación, pero sobretodo protección y seguridad.

Hacía demasiado tiempo que Erza no disfrutaba tanto mientras dormía, tan cómoda que estaba que ni siquiera se dio cuenta en el momento en el que se durmió.

Pasó la noche y ya era hora para empezar a mover el cuerpo.

El primero en levantarse fue Rob quien se preparo para empezar el día y como cada mañana dejaba dormir a Erza, la niña de sus ojos, y él se iba a su pequeño rincón a pintar, para él no era pintar sino expresar la sentimientos que tenia ahora y en ese momento estaba feliz y activo, sin ningún dolor ni nada por el estilo. La mañana perfecta para empezar con una pequeña obra de arte.

En cambio para Jellal el escuchar los pasos de Rob fue como unos pequeños ataques en el corazón, más que nada por la pose en la que estaban. Él casi totalmente colocado encima de ella.

Sonrió al notar como empezaba a responder a su despertar, se apretó más a él pero al abrir poco a poco sus ojos, aunque no quería se separo. Ninguno de los dos deseaba eso.

-Buenos días gatita, ¿Cómo has dormido? –Le coloco bien el flequillo.

-Pues bueno... se puede decir que bien, ¿y tú? –Preguntó tímida.

-Digamos que he sido un pequeño acosador. –Erza no entendió y lado un poco su cabeza. –He dormido como un niño pequeño. Es una buena cama.

-Me alegro de eso. –Sonrieron ambos. -¿quieres desayunar algo? –Jellal miró la puerta.

-Tu abuelo te ha dejado una nota. –volvió su mirada a ella. –Pero creo que ya me he aprovechado demasiado de ti, será mejor que me largue de una vez antes de que me violes. –Le guiño el ojo y ella le dio un pequeño golpe.

-Me gusta lo divertido que te despiertas.

-A mí me gusta la cara de angelito que tienes al despertar. –Sin poder aguantar más con su mirada, ya que si no le devoraba esos labios tan esbeltos, se levantó. –Será mejor que me prepare para irme antes de que tu abuelo entre y nos vea... y piense que lo hemos hecho. –Erza ladeo su cabeza.

-¿hacer el que? –Jellal se sorprendió pero al mirar la inocencia de Erza, sonrió con ternura y se aceró a ella, sentándose en la cama y acercándose a su oído.

-Si nos ve pensara que hemos hecho el acto sexual durante toda la noche. –Ella se ruborizó.

-No hacía falta aclararlo. –Se aparto un poco de él.

Jellal no pudo aguantar ese sonrojo ni esa mirada y se abalanzo dejándole un tierno beso en la mejilla.

-No pude soportar tanta ternura. –Ambos se miraron, pero ella le retiro la mirada un poco avergonzada.

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