Sin palabras

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Erza salió del baño ya arreglada y con la ropa que Jellal le prestó, cierto que le iba un tanto grande pero era lo más pequeño que tenia él.

-Pues ya estoy. –Dijo colocándose bien el flequillo mientras miraba como Jellal se inclinaba un poco de la cama para observarla.

-Sigues igual de preciosa. –Le guiño un ojo mientras se sentaba en la cama pidiendo con una mano que fuera con él.

-Jellal, antes tenía todo el poco maquillaje que me pongo por toda la cara... como vuelvas a comparar el antes y el después... tenemos que hablar... -Erza sonriendo se sentó al lado de su hombre y comenzaron a besarse.

-¿Te duele algo? –Le acarició el rostro mientras negaba y acariciaba la mano masculina que paseaba. –Te ves cansada... -Beso su mejilla. – ¿Seguro que estás bien?

-Jellal estoy bien. –Se alejo un poco. –Solo que la ducha me deja un tanto cansada, pero ya sabes que estoy bien... aunque recuerdo muy pocas cosas. –Sonrió un poco y beso la mejilla de Jellal. –No me mires con la carita esa de preocupado.

-Tu abuelo me matará... -Sonrió y se escuchó la risilla de Erza.

–No seas tan dramático. –Se fijo en la habitación que estaba.

Era pequeña pero acogedora, tenía el papel de la pared azul oscuro y la madera del suelo ya estaba muy desgastada. En esa habitación de lo pequeña que era solo cabía un armario, una cama y un escritorio con silla plegable.

-Tengo intriga en lo que debes pensar ahora mismo, pelirroja. –Sonrió divertido al ver a aquella mujer inspeccionar su habitación como un animalillo que se encuentra en un lugar desconocido. Vio como le sonreía y acto seguido se levantaba para ir al escritorio y fijarse en las hojas que había esparcidas. –Que cotillas sois las mujeres... -Sonriendo y sin sacarle el ojo a la mujer pelirroja se tumbo de nuevo en la cama

Sin hacerle ningún caso siguió mirando aquellas hojas que resultaban ser dibujos. Había ilustraciones de una callejuela, de varios de sus amigos de la pandilla, de un bar, pero los que mejor parecían estar acabados eran los que salía una pelirroja.

-Jellal tienes que vender esto, eres un gran artista. –Le miró ilusionada mientras el boxeador se enamoraba cada segundo más de esa mirada.

-Te sienta fantásticamente mi ropa. –Le sonrió desde la cama.

-¿Por qué pasas de mis palabras? -Se sentó a su lado de nuevo pero esta vez su mirada iba totalmente a su dibujo, aquel que representaba su viva imagen.

-Te pareces muy poco, en persona eres el doble de preciosa. –Le dejo un beso en la mejilla. –Ojala pudieras vivir aquí conmigo. –Le susurro y ella giro su rostro sorprendida.

-Eso fue muy repentino... -Susurro también. –Mi abuelo no estará de acuerdo. –Se fijo en el reloj. –Debería irme ya...

Ni ella misma sabía porque estaba siendo tan repentina con su huida pero algo no paraba de inquietarla en su interior, tampoco sabía porque había dicho eso Jellal... lo que tenía claro era que le quería bueno más que eso, le amaba como a nadie pero... esas palabras le hicieron como si un cubo de agua fría se volcara encima suyo cortándole las palabras por completo.

-Si seguro, es demasiado tarde. –Sin saber muy bien porque aquella mujer ya estaba recogiendo sus cosas se apresuró a ayudarla.

El camino fue silencioso y un tanto incomodo, ambos iban caminando mirando al suelo como si estuvieran castigados por algo.

-Oye, si te molestó algo... -Empezó él para intentar arreglar algo.

-No. –Le interrumpió Erza mirándolo. –Solo es que estoy preocupada por mi abuelo... -En cierta forma era verdad pero lo que necesitaba más era pensar en todo lo que había sucedido.

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