Capítulo 12: un día y medio

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De repente ambos estamos cayendo en picada hacia un destino desconocido. Los dos parecemos como encendidos, con una luz tan brillante que ni siquiera podría describir con total precisión. Tal vez, como si estuviéramos rodeados de fuego, pero que no nos quemase... Como dos meteoritos cayendo sobre la Tierra. Y tal vez, así nos vemos, sólo que nosotros no somos unos pequeños cuerpos rocosos del espacio, sino que somos un ángel y un demonio que encontraron, sin buscar, lo prohibido, y como fruto de ello, se enamoraron.

En consecuencia, ahora somos prófugos de los nuestros -o al menos, yo de los míos, mejor dicho-. Caemos hacia un mundo extranjero, nos espera alguien extraño, con un destino también desconocido -a pesar de que sabemos que la situación no está de nuestro lado-. Toco mi panza y, con lo poquito que ha crecido, me imagino sentir a la bebé que llevo. Es una niña, estoy segura, puedo sentirla, incluso si presto atención, conocer algunas de sus emociones, como ahora, está asustada ante el movimiento.

Yo también tengo miedo, hija, pienso. Pero tú estarás bien.

Miro a mi lado, y ahí está Hunter, con sus ojos cerrados. Pensativo.

Ahora sé qué nos espera abajo: agua. Caeremos en un océano. Genial. Ahora me mojaré... Al menos, no moriré en el intento. Todo avanza más deprisa, el impacto con el agua es refrescante, alivia la sensación de caída, a pesar de que no veo nada a mi al rededor. Me sumerjo por inercia y de a poco, vuelvo a la superficie: un poco por el aire en mí, otro por ayuda de mis brazos y piernas, y finalmente porque Hunter toma mi brazo y nos lleva hacia allí con mucho esfuerzo.

Me quedo flotando agarrada a él, que me abraza mientras nos mantenemos en constante movimiento con nuestras piernas. Su toque no dura mucho porque debemos usar también los brazos si no queremos hundirnos.

-Ya... -dice Hunter tragando un poco de agua- ya casi viene a buscarnos...

Yo sólo asiento, restando importancia a ese comentario, y me concentro en sobrevivir; un paso en falso puede ser fatal para mí, para él, o para nuestra hija. Porque si no es el agua que me ahoga, serán los ángeles que nos siguen.



-¡No quiero dejarla! ¡No podemos dejarla!

Mis lágrimas vuelven a demostrarme la cobardía que guardo en mi interior, mi debilidad, mi estúpida parte que jamás puedo ocultar de los demás. Mis lagrimas, delatoras entrometidas, salen disparadas de mis ojos y me aferro a la camisa de Hunter, mojándolo.

Los ojos de aquel hombre, que yo pensé que jamás conocería. Aquel hombre que tanta curiosidad me daba... Esos ojos, que antes eran azules y ahora son verdes, me miran.

Salimos del agua gracias a un bote, y él estaba ahí. Él nos rescató, nos llevó a su casa, nos dio ropa... Pero no estoy agradecida, no con su propuesta.

Josha Liv carraspea.

-Oye -dice-, esto es complicado pero...

Me vuelvo hacia él. -¡Tú abandonaste a tus hijos, no me puedes hablar de complicado! ¡Tú elegiste dejarlos, yo me veo forzada! -más lágrimas saltan, la angustia toma por sorpresa mi garganta y me impide hablar fácilmente-. ¡Tú, al menos, tuviste la posibilidad de verlos crecer! ¿Sabes qué? ¡Yo no! ¡No podré verla! Ni tampoco él -señalo a Hunter, que está sin habla.

Josha cierra la boca y me mira con ojos penetrantes. Jamás le he hablado así a alguien y, ¿por qué se me da de contestarle de esa forma justo a él? Digo, ¡él es quién yo admiraba por su valentía! Aunque odiara lo que hizo con su familia... ¡Ay, ya ni me acuerdo qué sentía! Sólo sé que yo no quiero abandonar a la pequeña que está creciendo. Y él no lo entiende. ¡Claro que no lo podría entender! Sin embargo, en su mirada cambió algo... Como también en las emociones que desprende.

Almas de cristal [#4 PRECUELA ORÍGENES CRISTAL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora