Epílogo

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Tenía mucho sueño, y sentía que su cuerpo se hundía en el cochón. Se giró y encontró el otro lado de la cama vacío. Se sentó y encontró en la mesilla una bandeja con zumo, fruta, tostadas y mermelada. Junto al vaso de zumo había una nota.

Buenos días, preciosa. He ido a practicar con el resto del grupo temprano, así tendremos todo el día libre. Descansa tranquilamente ♥

Sun Hee se había acostumbrado a encontrar notas por toda la casa, en la cama, en la nevera, en la ducha, en el espejo... Jiyong decía que quería hacerla sonreír incluso cuando no estaba. Y lo conseguía.

Desayunó viendo la televisión en la cama y descubrió que aún seguían sacando en algunos canales la boda sorpresa del gran líder de Big Bang y las posibilidades que existían de que su esposa hubiese mentido en las conferencias y todas aquellas discusiones fuesen falsas, que hubiese un chantaje de por medio o bien que existiese un interés económico en aquel matrimonio.

Después de ocho meses no se habían cansado de hablar de ella. Algún día lo harían. O eso suponía. Pero le daba igual porque ese era su hogar, junto a Jiyong. Miró la alianza que adornaba su dedo anular y sonrió.

De pronto, se oyó un golpe en la puerta de la habitación. La chica se levantó de la cama retirando la bandeja con cuidado y abrió la puerta. Justo enfrente encontró un angelito peludo que movía la cola energéticamente.

-Buenos días, Gaho-saludó al perro de tamaño medio-pequeño, que se acercó tímidamente pidiendo unas caricias.

Sun Hee se agachó y le dio un abrazo. El perro le lamió la cara en señal de cariño y se apartó. Ella se levantó del suelo, se acercó al armario y cogió algunas prendas, entró al cuarto de baño para cambiarse y arreglarse y recogió la habitación. En media hora estaba en la calle, paseando al sharpei. Había quedado con Tzao, quien ahora mantenía una relación con Dami Kwon, la hermana de Jiyong. Ambos se conocieron en la boda y parece que conectaron así que empezaron a interesarse, a quedar y demás.

Todo estuvo tranquilo durante el paseo, hacia un buen día, la temperatura era suave, soplaba un viento ligero y fresco y el cielo estaba despejado. Todo estuvo tranquilo hasta que se paró en seco y sintió el corazón salírsele del pecho. La mujer se quedó a unos metros y la miró a los ojos. Sun Hee pudo ver en ellos arrepentimiento, o eso le pareció.

-Mi niña...-murmuró con nostalgia.

Sun Hee fue a hablar pero el labio inferior le empezó a temblar y un nudo en la garganta impedía que las palabras llegaran a su boca.

-Necesito hablar contigo-dijo.-Es importante-insistió.

Ella asintió, aceptando aquella conversación. Si Jiyong estuviese allí le habría impedido cualquier contacto con su madre, pues había pasado por muy malos momentos por su culpa. Pero la gente se equivocaba, y debía existir el perdón. Y ella estaba dispuesto a darlo, y más a su propia madre.

-Vayamos a mi casa-propuso Sun Hee.

Su madre accedió y en unos quince minutos ya estaban en el salón con una taza con té caliente sobre la mesa. Anuló la cita con Tzao y tuvo que explicarle la razón pues empezó a preocuparse y aquello de que su madre hablase con ella no le dio mucha seguridad, pero no tuvo más remedio que aceptarlo.

La mujer miraba la casa con admiración, era enorme y de un estilo moderno y lujoso.-Después de todos estos años, me he atrevido a curiosear las pertenencias de tu padre -confesó. -Y creo que deberías echar un vistazo a algo en especial.

De su bolso sacó una pequeña caja de madera, introdujo una llave en la cerradura y esta se abrió. Dentro había fotos de un aspecto antiguo y nostálgico. Su madre arrastró la caja por la mesa para dejarla frente a ella.

Sun Hee empezó a mirar, eran fotografías de su padre, en la boda con su madre, del nacimiento de su única hija, el primer baño, los primeros pasos de la misma... Y así. Luego había cartas, ordenadas cronológicamente. Sun Hee abrió una tras otra, leyéndolas, con los ojos llenos de lágrimas. En aquellas cartas había escrito los sentimientos por su esposa y por su hija en diferentes momentos importantes de su vida. En la última carta encontró una imagen de un niño y una niña tomados de la mano y riendo, ella y Shinwa de pequeños. Su padre escribió que tenía la esperanza de que algún día fuese feliz con alguien a quien amaba, que pudiese ser tan feliz y sentirse tan bien como él lo hacía con su pareja.

Las lágrimas de Sun Hee empezaron a resbalar. Levantó la vista hacia su madre, que la miraba también con los ojos húmedos.-¿Entonces no quería que me casara con Shinwa?

Su madre negó con la cabeza y le tendió un pañuelo de papel. -Lo siento tanto, hija mía. No sé qué me ocurría... Tanto por la muerte de tu padre, que no era culpa tuya, por supuesto que no, como por Shinwa. Espero que algún día puedas perdonarme.

-Mamá-la nombró con la voz entrecortada. -Te perdono.

Su madre comenzó a llorar y no pudo detener el impulso de levantarse y abrazar a su hija. Después de consolarse ambas, Sun Hee tuvo la ilusión de mostrarle el album de fotos de la boda. Ella no acudió, pues no la aprobó en ningún momento. Y también las fotografías de su luna de miel, en la que habían viajado por Nueva York, El Caribe, Venecia, París y Roma.

Hablaron de muchas cosas y Sun Hee decubrió que su madre había conocido a alguien, a alguien que le había hecho superar la muerte de su marido, lo que la había llevado a mirar sus cosas y a encontrar esas cosas que desearía mostrar a su hija. También se enteró que Shinwa estaba en la cárcel y que pasaría allí un par de años puesto que la chica con la que salía, aquella con la que engañaba a Sunhee, recibió un golpe una noche y fue a denunciarlo por malos tratos. Al fin tenía su merecido.

Ambas reían mientras observaban al perro intentar morderse la cola cuando Jiyong entró en la casa. Se quedó paralizado al encontrar aquella escena. Boquiabierto caminó al salón y se colocó junto a su esposa, la rodeó con un brazo en un acto reflejo de protegerla.

-Ji, está todo bien -le explicó dándole un beso en la mano.

La mujer se levantó del sofá para ponerse a su altura. -Quiero disculparme contigo al igual que lo he hecho con mi hija, pues a ti también te hice sufrir. Lo siento mucho, y me encantaría que pudieses aceptarme como tu suegra, como parte de tu familia.

Jiyong bajó la mirada hasta la chica y ella le sonrió asintiendo con la cabeza. Él le extendió la mano a su madre y ella la estrechó.-Bienvenida a la familia, señora Lee -dijo antes de estrecharla en un abrazo y darle dos besos.

La mujer vocalizó un agradecimiento y les sonrió a ambos.-Que seáis muy felices.

Jiyong y ella intercambiaron una mirada y entrelazaron sus dedos.-Mamá, tengo algo que confesarte...-comenzó a decir llevándose la mano al vientre y a acariciarlo con ternura.

Mr. EgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora