¿Y si tres días antes de tu boda, te enteras que tu pareja ha sufrido un accidente?
Descubre la historia de Nathan y su prometida Eleanor, quienes a tres días de su boda se ven envueltos en una situación peculiar.
-Si decido aceptar, ¿Tu ac...
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-¡Bienvenida al Parque nacional de Yosemite!- presenté con los brazos extendidos en el aire, al mismo tiempo que hablaba de forma graciosa.
-¿Tienes que presentar cada lugar con esa voz extraña?-soltó con indiferencia Eleanor, tan sólo se limitó a pasar a lado mío ignorándome por completo.
Las cosas entre nosotros habían estado muy tensas desde la conversación que tuvimos en la mañana. Durante el camino apenas y logré que me dirigiera la palabra, lo cual sólo fue para responder ciertas preguntas. Comenzaba a fastidiarme un poco su forma de actuar, era peor que una niña caprichosa y resentida; pero tampoco me atrevía a reclamar ya que podría resultar contraproducente. Sencillamente pasaba de su mal humor, de alguna forma creí que en cuanto viera el lugar al que había decidido traerla se animaría, aunque sinceramente siempre era complicado interpretar el estado de ánimo de esta chica, debido a que no era muy expresiva.
-¿Dónde están las montañas?- preguntó con cierta emoción o quizás desesperación. Me encontraba colocando las casas para acampar en una pequeña planicie y comenzar a armarlas.
-Están aún más arriba, hay que caminar un largo tramó, podemos ir mañana temprano- informé mientras comenzaba a sacar las cosas. Menudo rollo resultó todo aquello, había varas de metal con pivotes y ciertos conos en lo que seguramente tendría que unir algo. "Joder, nunca fui a los scouts"- una vez que armemos este jaleo podemos ir.
-¡No quiero esperar!- me giré tan rápido como pude sólo para darme cuenta que ella pasaba de mi. No importaba cuantas veces la llamara, ella no planeaba hacer caso y no me quedo de otra más que ir tras de ella.
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"¿Qué estuve haciendo durante las clases de deportes ó cuando se suponía que tenía que aplicar pruebas de condición física? ¡Ah! ya recordé, estaba haciendo la tarea de algún grandulón o estudiando para aprobar algún examen"
No tenía idea de los kilómetros que habíamos caminado pero mis piernas comenzaban a quejarse, aunado a que estaba sudando y con dolor de espalda. La razón por la que no me atrevía a pedir un descanso ó quejarme, era porque veía a Eleanor y ella estaba perfecta, ni siquiera lucía cansada, de alguna forma mi orgullo masculino no me permitía actuar como un quejica. Aún así para cuando finalmente nos detuvimos, lo hicimos frente a una pequeña colina. Encontré una roca en donde pude sentarme y fue como sentir la gloria.
