Setenta y cinco

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Me propuse dejar de sufrir por estupideces.

Ser tu mejor amiga no era lo peor del mundo.

Al contrario, era algo magnífico para mí.

Me contabas tus secretos, me abrazabas, me querías.

Podíamos confiar el uno en el otro. 

Éramos como novios, pero sin una tonta etiqueta. 

Lo malo: la falta de exclusividad. 

Algún día podías llegar a ser de alguien más... De nuevo. 


Para el chico que nunca me amóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora